Con solidaridad y respeto a Cuitláhuac García Jiménez, Eric Patrocinio Cisneros Burgos, Ricardo Ahued Bardahuil y Manuel Huerta Ladrón de Guevara
No sé si usted tenga tiempo para leer. No lo digo como insulto. Pero, me resultaría imposible entender las decisiones que ha tomado, y particularmente las que ha dejado de tomar, sin atribuirlas a que usted no lee lo que muchos, infinitamente más inteligentes que yo, escriben a diario en columnas como la mía. Le prometo que le tomará sólo minutos.
En el sistema político mexicano, entre sus muchas peculiaridades, persiste una característica en cada cambio de administración: la incertidumbre.
Ahora las vivimos con la amorosa cuarta república.
El fantasma de la incertidumbre cabalga y ronda México cada 6 años. Fatalidad perpetua. Los golpes de timón y los cambios de rumbo generan expectativas de solución a los muchos problemas, ilusión de progreso y bienestar, que paulatinamente se diluyen y nos conducen, recurrentemente, a un amargo despertar. Es esa la experiencia de este país, que se debate cotidianamente entre la violencia, la corrupción, la impunidad y la polarización entre la opulencia de pocos y la miseria de millones.
Esto se ha explicado de diversas maneras, según la visión, intereses y circunstancias de los actores; falta de ética política, ambición, coyuntura global o inacción social.
Quizá la respuesta puede encontrarse en la inexistencia real de un proyecto nacional de largo aliento, al cual se ajusten las visiones políticas.
Que evitan la ocurrencia plasmada como innovación y obliguen resultados viables y no quimeras.
La fatalidad no debe ser perpetua. El futuro de una nación no puede ser sujeto de la iluminación del jefe en turno, sino producto de las aspiraciones sociales y de la acción auditora de la sociedad.
Los clásicos del periodismo que las buenas noticias no son noticia. Que sólo lo malo, lo trágico, lo anómalo, lo oscuro, sombrío, lo indigno, es capaz de ganar un titular que atraiga a los lectores para "venderse". Estoy entre quienes creen firmemente que el periodismo contemporáneo va mucho más allá de vender decepción.
Ya se ha aclarado que los militares seguirán en las calles por un tiempo y que regresarán a sus cuarteles paulatinamente, conforme se vayan construyendo cuerpos de policía confiables. Nuevamente celebro esto.
Se trata de un propósito impregnado de responsabilidad y realismo, pero hay que ponerle plazos específicos y montos presupuestales suficientes. Construir políticas eficientes resultará claro. Y hasta ahora no he visto que se hable de partidas específicas para ello.
Escribir siempre ha sido terapéutico. Desglosar lo desconocido, o al menos intentarlo, es benéfico. Poco importa si tras las palabras iniciales se acumulan más y más dudas. Dudar es privilegio humano. El poder terapéutico de la escritura radica, inter alia, en fortalecer la existencia mediante la exploración de un sinfín de cuestiones. Se escribe para uno, para los demás, se trazan palabras para mitigar la neurosis, se escribe para aceptar la realidad. Escribir es un devenir.
México cuenta con enormes recursos, sin embargo, la desigualdad y la falta de oportunidades mantienen a un alto porcentaje de ciudadanos en situación de pobreza y marginación.
La enorme concentración de riqueza que se registra en nuestro país provoca varios desequilibrios, y se hace evidente cuando el poder de una minoría manipula a los políticos para influir a su favor en la legislación, las políticas, los planes y los proyectos gubernamentales.
La desigualdad y la enorme injusticia que ésta genera persisten porque la democracia está amenazada por grupos minoritarios que ejercen el poder económico y político. Son grupos que vician y cambian la razón de ser de las instituciones democráticas para mantener sus privilegios.
Diseñan las políticas para su beneficio, vulnerando derechos y entorpeciendo la representación política.
La administración del presidente electo tiene el gran desafío de "domar" a los poderes fácticos, a fin de diseñar un proyecto que sea incluyente y permite reducir el abismo entre los que tienen más de lo que pueden gastar los que no tienen ni para satisfacer sus necesidades básicas.
Aún no se conoce cuál será la estrategia que la nueva administración utilizará.
Voltear la mirada hacia los sectores más desfavorecidos es un reclamo urgente AMLO ha sabido capitalizar como candidato.
AMLO tiene el respaldo de la ciudadanía y del congreso para revertir la precaria situación en la que viven más de la mitad de los mexicanos. No temamos pues al futuro, dejemos esa melancolía que nos lastra e impide sentar las bases de un mejor futuro.
Lo que vemos y escuchamos es el prólogo de lo que vendría, de seguir soñando con un pasado que sólo existió, existe en nuestra mente. Las fantasías son sólo eso.
Crecimos creyendo que el "círculo virtuoso" de representación política que se origina en el sufragio sería suficiente para afrontar los retos del mañana. La "amarga verdad" es que más democracia no resuelve los problemas, si esto no se acompaña de una actitud responsable por parte de todos los actores políticos.
La "cruda realidad" nos ha enseñado que si bien siempre se necesitan cambios para transformar lo que ya no funciona, dichas transformaciones no suceden de la noche a la mañana y que el voluntarismo de quienes llegan con ofertas renovadas es claramente insuficiente en un mundo "amarrado" a problemas añejos y estructurales. Son los tiempos que nos toca vivir. En sociedades polarizadas y con clases medias pauperizadas, no hay dinero que alcance.
Mientras ustedes terminan de leer este texto queridos lectores quiero informarles que acaba de publicarse un libro importante sobre México.
Un libro que no casa bien con los abordajes analíticos estándar ni con el sentido común de nuestro tiempo y qué, justo por eso, conviene mucho leer. Se trata de un volumen compilado por Fernando Escalante, que escudriña el desconcierto en el que nos tiene inmersos la situación tan difícil y enredada se encuentra el país. Escalante y siete autores más colocan en el centro ese desconcierto que nos impide, ya no digamos entender, sino incluso nombrar las piezas de esa suerte de rompecabezas incomprensible en el que se ha convertido México. Autores como Natalia Mendoza, Claudio Lomnitz y Celia Toro nos aportan por su parte un mirador compartido que socava lugares comunes y que nos ofrece unos lentes potencialmente mucho más fértiles que los que traemos puestos para describir, analizar y discutir un país frente al cual lo único compartido que parece quedarnos es la sensación de profunda desorientación.
Los capítulos de Fernando Escalante que abren y cierran el volumen conviene leerlos completos y con calma. En ellos, el compilador del libro retrata, con su pluma filosa y sin sentimentalismo alguno, el país hecho pedazos con el que nos hemos ido acostumbrando a convivir cotidianamente. Ese país de 20 mil homicidios al año, de salarios mínimos que no alcanza para ningún mínimo, de total desprestigio de lo público, y de formas de administrar la producción del "conocimiento" sobre el país que, lejos de orientarnos sirve tan sólo para alimentarse así mismo. Exhibe también las enormes dificultades de las aproximaciones analíticas, discursivas y normativas convencionales para ofrecernos guía o noticias sobre una sociedad llena de particularidades abigarradas y, en muchos sentidos, impresentables, que es esa en la que vivimos.
En sus textos, Escalante nos aporta, finalmente, claves para empezar a ordenarnos la mirada y para dirigirla a donde importa.
Hay en el libro voces muy reconocidas por su potencia para iluminar aspectos centrales de nuestra realidad y largos años de trabajo, simultáneamente, abarcador minucioso. Pero hay también voces nuevas, plumas jóvenes, animadas por inteligencias dispuestas a aventarse más allá de lo conocido, nutridos por un conocimiento íntimo y, al mismo tiempo, curioso y azorado frente a las muy diversas realidades yuxtapuestas que coexisten e interactúan en el México contemporáneo. Mentes agudas y sólidamente estructuradas que abordan temas muy difíciles e incómodos como la espiral de violencia en la que estamos ahogándonos o la degradación completa de nuestros espacios públicos de frente, sin moralismos autocomplacientes, y sin ascos.
La voz notable de Antonio Álvarez Prieto nos lleva de la mano por los laberintos de un país arma y se desarma en el rejuego continuo barroco, sutil, esquizofrénico y aparatoso entre lo formal, lo
legal, lo que debiera ser, por un lado, y lo informal, lo ilegal y lo que sucede todos los días todas las partes, por otro.
Si persisten las molestias en un libro que nos obliga a salirnos de las certezas cómodas y a movernos de lugar.
Decía Juana de Arco que escoger a veces incomoda, a veces duele y a veces aterra.
Jesús Ramírez Cuevas colaboró durante poco más de una década en La Jornada, cuando a Carlos Monsiváis, quien lo arropó intelectualmente y lo recomendó al sempiterno AMLO, quién lo invitó a trabajar con él. Nombró su Vocero y próximo director de Comunicación Social de: la Presidencial. Ahí es donde comenzaron sus problemas. ¿alguien dudaría que la Jornada es un periódico de izquierda?
Ramírez Cuevas, piensa que sin importar los géneros periodísticos, todos deben hacer explícitas sus posiciones políticas. Se equivoca. Un medio que no es militante busca acceder a un público plural mediante una información justa, balanceada y plural.
Bisoño en el campo de la comunicación social, Ramírez Cuevas tendrá que aprender a que sus palabras tienen costo si yerra y pensar mejor lo que declara, porque su conocimiento en estos momentos es ilimitado. |
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