Con solidaridad y respeto a Cuitláhuac García Jiménez, Eric Patrocinio Cisneros Burgos, Ricardo Ahued Bardahuil y Rafael Hernández Villalpando El potente discurso del nuevo modelo económico y el final del neoliberalismo entusiasmaba a muchos sectores de la población que asociaban las ineficiencias del sistema económico mexicano a una doctrina a la que se le han asignado la mayor parte de los males. El neoliberalismo está muerto por decreto presidencial. Para mí, esos son gestos que refuerzan la credibilidad en la conducción económica del país. Pero también son expresiones de que la situación económica y financiera no se transforma por decretos políticos, ni por el entusiasmo de la gente. Para que crezca la economía hace falta seriedad en la conducción gubernamental pero también inversiones y productividad. En el tema de inversiones está claro qué, cuando finalmente decidan que quieren hacer con el sector energético, tendremos claridad sobre si este país puede atraer más inversión o volveremos al modelo de control gubernamental. Tendrán que decidir entre la ideología y el pragmatismo. Para muchos compatriotas la posibilidad de ver una mejoría directa en sus ingresos y los de su familia empieza a perfilarse como una aspiración en el mediano plazo. Tampoco hay un ambiente de euforia económica en muchos de los sectores en los cuales la idea de la austeridad franciscana inhibe inversiones y retrasa decisiones económicas fundamentales para que el país crezca más. No hay camino fácil a la prosperidad y mucho menos sin esfuerzo. Este país requiere confianza en su gobierno y en sus instituciones para salir adelante. ¿ Qué puede haber más natural que ilusionarse por tener una mejor vida? El genuino entusiasmo de la gente no se merece una respuesta frustrante. De nada sirve celebrar el cadáver del neoliberalismo si el muerto no deja una herencia de prosperidad, porque cambiar de modelo económico para seguir siendo pobres es el peor negocio que un país puede hacer. ¿ Es López Obrador un revolucionario? Así parece percibirse en él; un Madero del siglo XXI que derrotó al neoporfirismo, pese haber accedido al poder por vía pacífica. Es también un nuevo Cardenas que rescatará el programa social de la Revolución frente a las élites tecnocraticas. AMLO promete cambios profundos, radicales y definitivos; el posneoliberalismo. Un futuro idílico, donde los niveles de vida de los países escandinavos estarán al alcance de la mano; salud, seguridad, educación, pensiones, mínima corrupción, distribución del ingreso. Una utopía realizable. Culminará con todo aquello que las otras Tres Revoluciones no completaron. La neutralidad o autonomía no existen en su visión maniquea de buenos contra malvados. Con los políticos bien se sabe que una cosa es la que dicen y otra cosa la que hacen. ¿ Cuántos presidentes no prometieron respetar la democracia mientras hacían lo contrario? La democracia que AMLO dice defender dependerá de que no tome medidas que en los hechos la limiten. Ojalá esté equivocado. Pero parece que el gran proyecto del actual gobierno en materia política es colonizar al conjunto de las instituciones del Estado.
Se está forzando la máquina, vulnerando el correcto sentido de las normas, en la búsqueda de unas instituciones estatales alineadas a la voluntad presidencial. Como si la diversidad de expresiones que conviven en el abigarrado mundo estatal fuera un obstáculo para el despliegue del brío del titular del Ejecutivo. Se navega incluso en contra de lo que se construyó en las últimas tres décadas y que ha permitido la coexistencia tensionada de la pluralidad política en el laberinto estatal. Pero, ¿ porque piensan que se pueden saltar olímpicamente las reglas o diseñar unas a conveniencia? No obstante, y por desgracia, cuando los líderes se piensan así mismo como la expresión de una masa virtuosa todo el entramado normativo que pone en pie el Estado democrático suele parecerles una camisa de fuerza. Da la impresión que el "pueblo bueno" es el sujeto que ha reemplazado al proletariado, a nombre del cual se construyó un régimen sin contrapesos, opresivo.
En México se está acabando la polifonía en la que suenan simultáneamente múltiples voces que son, en gran medida, independientes entre sí, de importancia similar y ritmos diversos. Es más bien la música de una sola voz, de cuando en cuando, por acordes disonantes. El presidente se ha convertido en un verdadero director de Orquesta que mantiene el tiempo de la pieza y da entrada a los instrumentos. No se trata de un director que se mantiene fiel al espíritu de la obra, el sistema democrático, sino de uno que impone su propia versión, independientemente de la obra del compositor. Y recuerde "Si seguimos bateando como hasta ahora a quien van a ponchar es a la democracia y sus instituciones" La democracia mexicana se está desmantelando en nombre del "pueblo". Presidente, no confíe en proclamar que no habrá corrupción en la cuarta transformación, porque esto podría ser su talón de Aquiles. La política es el ajedrez de la vida social. Quiero subrayar: Cuenta la historia que, tras una experiencia mística, Francisco de Asís decidió abandonar la riqueza familiar para vivir en la pobreza; se despojo de sus lujosas vestiduras cualquier bien material; las imágenes del santo lo muestran vestido con harapos ajustados a su cuerpo con un tosco cordel, sus pies calzaban unas chanclas humildes. La orden religiosa que fundó, los franciscanos, predica el amor a la pobreza y la caridad. San Francisco de Asís veía con azoro la ostentación y el boato que prevalecía en la nobleza y que ofendía la penuria de los más. AMLO anuncio que su gobierno transitaría de la austeridad republicana a la pobreza franciscana. En este inicio de su gobierno ha impuesto una austeridad draconiana, pero no le alcanza. ¿ de verdad pasaremos de un gobierno parco y frugal a una administración franciscana? Son reprobables los privilegios de los que gozo la alta burocracia mexicana durante décadas. Todo eso tenía que limitarse o acabarse. Sin embargo, celebrar la pobreza franciscana como aspiración de un Estado moderno generar a enormes distorsiones. Ojalá sólo sea un exceso retórico. Lo dice bien Cosme Ornelas: "Una sociedad compleja, diversa y plural, por más desigual que sea, no puede administrarse con la lógica cuartelaria de un país en guerra, desplegando nociones constreñidas de "austeridad" conventual. Ante los riesgos que porta la desaceleración de la economía es imperativo reorientar el destino
de los recursos públicos para incentivar la inversión productiva, que genera empleos justamente remunerados y prosperidad, pero esto exige remover los obstáculos que la inhiben; la inseguridad, el precario Estado de Derecho, la sobrerregulación, la precaria infraestructura. Nada de eso tiene que ver, ciertamente, con la caridad franciscana, pero sí con la construcción de un país en el que la mayoría de los mexicanos vivamos mejor. En otro contexto creo que la participación de militares en tareas de seguridad pública deberá ser una solución temporal para enfrentar la grave crisis de inseguridad por la que atraviesa el país. Dicho eso, apoyo a la Guardia Nacional. Su conformación es un hecho. Apoyo a la Guardia Nacional en su arranque porque representa nuestra única oportunidad como país para lograr la paz en las calles, al menos en lo que toca al uso legítimo de la fuerza del Estado. La apoyo porque las personas a las que se le colocó al frente del nuevo cuerpo de seguridad, comenzando por su comandante, el general Luis Rodríguez Bacio son conocedoras de la materia. La apoyo porque tengo confianza en las Fuerzas Armadas. Lo he escrito varias veces; el Ejército y la Marina son las mejores instituciones del país, probadas muchas veces en su compromiso con la sociedad. Le deseo éxito, porque si fracasara en su tarea de pacificar el país, ¡hay de nosotros! Por el bien de todos, Ojalá sea así. Y me despido y agradezco a quienes hayan leído esta columna. |
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