Se preguntan los más pesimistas si algún día volverá a México la tranquilidad perdida y ellos mismos se responden contundentes, que por desgracia la violencia ha llegado para quedarse. En cambio, los optimistas abrigan la no muy remota esperanza de que así como otros países lo han logrado, nosotros también gozaremos de seguridad pública en un razonable futuro.
¿Por qué Islandia, Canadá, Singapur, Austria, Japón, Portugal, Nueva Zelanda, Dinamarca, República Checa y Eslovenia, por ejemplo, sí han podido dotar de seguridad a sus ciudadanos, mientras que a México se le considera en el extranjero y aquí mismo, uno de los países más peligrosos del mundo?
Si allá pudieron, aquí también.
¿Es correcta la estrategia de seguridad del gobierno de Andrés Manuel López Obrador? Él afirma que sí, sus adversarios opinan lo contrario. Lo sabremos de cierto al final del sexenio y por lo pronto y al paso que vamos, parece que habrá muchos muertos más.
¿Qué hicieron en aquellos países para alcanzar la paz? Acaso atacaron las causas y a la delincuencia al mismo tiempo con mano firme. La pura fuerza no es la solución. Ni son suficientes los abrazos o llamadas de atención presidenciales.
No hay recetas mágicas y el problema tampoco se resolverá por milagro. Pero de que se puede, no hay duda. Tal vez el secretario del ramo, Alfonso Durazo, o alguien se debe dar una vueltecita por aquellas latitudes para ver y aprender cómo le hicieron para reducir los índices de criminalidad y adaptar las estrategias a nuestro México lindo y querido antes de que crezca más el gigantesco cementerio en que se está convirtiendo.
Soy uno de los 30 millones de mexicanos que votamos por López Obrador y me resisto a pensar que nos equivocamos de tan fea forma. Deseo que antes de concluir el sexenio disminuyan la corrupción, la inseguridad y la pobreza en primerísimo lugar.
Muchos ciudadanos ya se arrepintieron de haber votado por él, según lo han confesado algunos sotto voce. Otros proclaman a voz en cuello su decepción y esperan la consulta para la revocación de mandato.
Los opositores a ultranza gritan indignados:
--¡Se los dije! ¡Este presidente nos va a llevar a la ruina si no lo paramos a tiempo!
En conclusión y parafraseando a Campoamor, según el color del cristal con que se mire, un año es suficiente o poco tiempo para ver resultados. |
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