Si arrasará Andrés Manuel López Obrador por votación apabullante y se erigirá, como afirman sus malquerientes, en un dictador intolerante, mesiánico, populista y con ideas del pasado o si lo frenarán con sofisticadas estrategias y el próximo presidente será José Antonio Meade o Ricardo Anaya gracias a un eventual pacto subrepticio de los Pinos y los poderes fácticos, no lo sabemos.
Los seguidores de MORENA aseguran que todo lo negativo que se dice de AMLO son falsedades, y los simpatizantes de Meade y Anaya confían en arrebatarle la ventaja en encuestas y derrotarlo el primero de julio.
Cualquiera de los anteriores escenarios es posible. Lo cierto es que miles de ciudadanos han expresado que emitirán voto diferenciado, de acuerdo al perfil de los candidatos de distintos partidos, de tal manera que si gana López Obrador acaso no alcanzaría mayoría en el congreso y lo mismo ocurriría si el triunfo es para Anaya o Meade.
Habría un real y saludable equilibrio de poderes y el beneficiario sería el pueblo de México.
Así que, estimados lectores, analicemos y votemos por los candidatos a presidente, senadores y diputados federales que nos convenzan y convengan, sin distingo de siglas, de uno u otro partido. Se han dado casos de que se elige a verdaderos desconocidos y resultan un fiasco o a otros demasiado conocidos, de pésima reputación.
Por lo pronto, propongamos a los candidatos que eliminen la figura de diputado plurinominal, que son 200 a nivel federal y 20 locales. También que el número de senadores se reduzca de 128 a 64. Se ahorrarían cientos de millones de pesos que se destinarían a combatir la pobreza.
En cuanto a la gubernatura y los diputados locales, también se diferenciaría el voto para no otorgar todo el control a un gobernador que pueda volverse autoritario o arbitrario.
Aprovechemos la oportunidad que nos brindan las elecciones, cuando los candidatos nos piden el voto. Exijámosles compromisos y si no cumplen, que se les revoque el mandato.
El clamor social número uno es en materia de seguridad y empleo, sin que sea lo único. Que expongan sus propuestas al respecto, se discutan y analicen para que votemos por las mejores, siempre y cuando no sean demagógicas o fantasiosas; que no pretendan los candidatos darnos atole con el dedo como si fuésemos menores de edad.
Los mexicanos no deseamos más de lo mismo. Tampoco promesas utópicas e inviables. ¿Meade, Anaya u Obrador? |
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