En esta inconmensurablemente obra de teatro que es la vida -no encuentro ninguna palabra mejor que defina la magia que es la Tierra- donde todos sus actores son distintos, son diferentes...
Incluyendo a los animales y a las plantas. Y si ya somos 8 mil millones de personas en el Planeta; hay la misma cantidad de ADN distintos y huellas dactilares, pero multiplicada por 10...
Ignoro cuántos miles de millones y millones de hormigas habrá en todo el mundo; y todas son distintas. La mente humana no alcanza a dimensionar esa grandeza; porque si la valorara, seguro que no se estaría haciendo lo que se hace...
En una obra de teatro, cualesquiera que sea su género -aunque al parecer nos especializamos en la tragi-comedia- todos tienen que tener un papel en la obra; si no, pos cómo. Si se está aquí es porque se es parte del elenco...
El problema radica, en que a la inmensa mayoría se le olvida cuál es su papel. El papel que vino a desempeñar en la obra -“materializado” en los sueños de pequeño- y entonces adoptan otro papel que les parece bien. Y todo, pues sale mal. Porque segundas partes nunca fueron buenas...
Pero principalmente, porque nadie puede ser feliz haciendo lo que no le gusta. Y, el suyo, es el único papel que lo va a hacer feliz. Si vino a competir por los 100 metros y lo ponen a correr los 400, pues no la va a hacer nunca, aunque lo suyo era correr...
Así las cosas, el mundo copia a los demás; esas son las modas. Que algún famoso salió con el pantalón roto. Pues a salir todos con el pantalón roto -aunque tiempos hubo en que eso era signo de pobreza- porque piensan, que, si a él o a ella les va bien, a ellos también les sentará de la misma manera y se verán súper, aunque se les salgan las llantas por los lados...
En el entendido de que todos, absolutamente todos, antes de salir de casa, se dan el visto bueno en el espejo, las más de las veces, cómplice...
Y si ya es malo que no se sepa su papel; lo peor es cuando el papel que adoptan se los come, es decir, lo acogen por decirlo de alguna manera. En el mundo artístico dicen que se encasillan en el personaje...
En la política sucede más o menos lo mismo. Ahí tienen a Claudia Sheinbaum hablando como tabasqueña y a Xóchitl Gálvez haciéndose pasar por indígena moderna con güipil psicodélico y bicicleta; y que ya hasta le apuesta a la energía nuclear. Lo que indica que aquí se cambiaron los papeles, la fifí, ve por los chairos; y la chaira ve por los fifís...
Con el agravante, de que la popularidad, la fama -para la que no todos están preparados- les hace escuchar el canto de las sirenas y desencadena la vanidad...
Votar por alguna de las dos, es tanto como escoger entre la mala y la menos mala, por no decir la peor -ahí les dejo a mis tres amables lectores de decir cuál es cuál- Votaré, ya lo había comentado, por doña Norma Lucía Piña. Si se quiere que haya Justicia, hay que votar por quien entiende de Derecho...
Si se quiere dar preferencia a la salud, debería votarse por uno que sea docto en la materia; si lo que importa es la lana, habría que votar por un banquero -o por un cura, que vienen siendo más o menos lo mismo-.
Y nos vemos mañana, si el Sol me presta vida.
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