Cuba entró en una vorágine de rebeldía, 62 años después. Pueblo sojuzgado, controlado por los comunistas que lo mal gobiernan, las escenas de protesta son impresionantes, entre esa rebeldía rememoro ahora un viaje del año 2009, cuando llegué a La Habana a conocer ese comunismo, aún vivía Fidel Castro aunque ya salía poco a escena. De mis recuerdos, extraigo esos datos.
EL AEROPUERTO
El aeropuerto José Martí es de los de mediana capacidad en movimiento. Volé en un Fokker 100 de Mexicana, Veracruz vía escala en Cancún y La Habana. El Bloqueo se siente. Al pie de la pista un enorme avión de Iberia. Goza Cuba de un tráfico turístico de Europa, sobre todo de España, que vienen a disfrutar de las playas y del clima cálido, su música y su ambiente. Adelanto el reloj. Dos horas de diferencia contra México es el tiempo de este huso horario. El sonsonetito nos acompaña, el cubano canta al hablar, es alegre. Como el veracruzano. El taxista nos lleva al hotel de los españoles, uno de los dos Meliá gachupas. La ciudad luce oscura, mueven toda su energía con petróleo y si no es por Chávez y su apoyo, esta ciudad estaría a oscuras. Aman al presidente venezolano. Lo idolatra la gente, como quieren y reconocen a Lázaro Cárdenas, el viejo expropiador del petróleo que tiene un carisma y una leyenda única, como la tiene Benito Juárez y Emiliano Zapata, quien tiene un parque con todo y estatua en La Habana, pero esa es historia.
Al despertar la primera mañana en aire del Caribe, sol brillante, mar tranquilo, clima cálido como el veracruzano, en La Habana uno siente y piensa, con razón, que esta ciudad ha sido heroica, que ha sobrevivido a un bloqueo duro. Un bloqueo que los ha llevado a enraizarse más en su patriotismo y nacionalismo. Al llegar, después de oír recomendaciones de todo mundo, de entender un poco su historia, pero no valorarla hasta que se llega, me fijé la idea de no hablar de política, no venir como un impertinente que todo viene a criticar, hacerle un poco al Camilo José Cela, el escritor que no escribía de política. Con la parte del pueblo que he platicado, viejos y jóvenes, se sienten bien y a gusto. “Nosotros todos somos pobres” -me dijo el taxista Ciro, a quien contraté para que nos llevara por cielo y tierra, por mar no porque no es navegante-, “pero aquí todos tenemos derecho a la salud y la educación y vivimos seguros, tengo cuatro hijos y siete nietos, y han vivido aquí toda su vida, recibidos, profesionistas ya y trabajando en este país”.
EL COMUNISMO
Los viejos aman el comunismo y su forma que viven, aunque tengan que hacer colas para la comida que escasea, los jóvenes lo aborrecen, en ese tiempo ya había algunos teléfonos celulares, ahora debe haber muchísimos más, pero con muy mala señal, para poder enviar mis columnas desde ese hotel había que bajar al lobby, los hoteles son españoles, pero los operan los cubanos, allí no hay propiedad privada y la extranjera la controlan así, no tiene el hotel los estándares de calidad por lo mismo.
Contraté a Ciro como chofer esos días que ahí estaría, un viejo setentañero, pone una unidad y nos llevó por todo lo que le pedí, menos por la casa de Fidel. Una mañana le dije me llevara a conocer la casa de Fidel Castro, respondía con su sonsonetito cubano: “Chico, eso no se puede hacel aquí. Está prohibido”. Vi lo más que pude y su forma de vida. Mucha pobreza, conocí sus hospitales, pues un amigo sufría de cáncer y busqué el afamado medicamento del veneno del escorpión azul, conocí su forma de vivir, platiqué con la gente, jóvenes y jóvenas (diría Fox), y todos querían irse de la isla, comí con un médico muy prestigiado, que llegaba a Xalapa y conocía México y Las Vegas, Nevada, porque iba de conferencista, lo invité a comer al Templete, un restaurante español y pidió permiso si podía llevar a su hijo, un muchacho de 19 años, y a su esposa, con gusto, le respondí. Cuando vimos el menú, preguntó si podía pedir carne, porque hacía mucho tiempo que no la probaba, pide lo que quieras, doctor, y platicamos y comimos bien. Le pregunté porque no se había ido a otro país, en México como doctor, que era chingón porque daba unas 80 o 90 consultas diarias y operaba, ya tendría casa y dos autos, pues para llegar tuvo que pedir prestado un cochecito viejo y destartalado, pues en Cuba hacen cola para ir viendo a quiénes les dan auto, me respondió que no podían salir toda la familia juntos, o salgo con mi esposa, pero mi hijo se queda, como rehén, pensé al instante. Historia para mañana de mis días en La Habana, en 2009.
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