Cuando quienes hoy gobiernan eran oposición se rasgaban las vestiduras cuando la violencia rebasaba a las instituciones, condenaban con ligereza la actuación de las fuerzas del orden, particularmente a las fuerzas armadas, desde el ejército hasta la marina a quienes endilgaron calificativos hirientes, señalaban con índice de fuego a quienes gobernaban en alguna entidad y la República, peor aún, en sus reuniones festejaban con comentarios socarrones las masacres o eventos desafortunados donde se perdieron miles de vidas, en el exceso de la hipocresía hacían de la inseguridad una bandera política de preocupación y de condena fulminante, ofrecían sin receta de por medio, hoy sabemos que no tenían proyecto, una poción irresponsable de demagogia como la cura mágica del terrible cáncer de la violencia.
En la actualidad quienes gobernaron, en su papel de opositores, tienen la misma conducta abyecta que tuvieron quienes los han sustituido, con apariencia de preocupación gozan los momentos de tragedia en nuestro país, en franca revancha de perdedores lanzan consignas exigiendo renuncias para continuar la diatriba improductiva, bajo esa mascarada no buscan soluciones, pretenden que se olvide su aportación macabra de miles de víctimas al infierno que vivimos.
Puesta sobre la mesa semejante hipocresía, debemos como mexicanos de bien manifestar el respaldo a nuestras instituciones y exigir, a los que gobernaron ayer y quienes lo hacen hoy, que dejen de lado su soberbia mezquina, sus ambiciones y su rencor.
México requiere de la unidad nacional y demanda de sus gobernantes y actores políticos conducta de estadistas, de la oposición queremos escuchar una crítica responsable acompañada de propuestas, como ya lo hacen algunos legisladores excepcionales en ambas cámaras, del gobierno es necesario tengan apertura y altura de miras, deben aceptar la crítica y ver en ello una oportunidad para encontrar coincidencias y nuevas rutas en el combate a la inseguridad, el reto es enorme y nadie sobra en esta cruzada para alcanzar la paz y la tranquilidad.
Que se entienda, quienes ya tuvieron la oportunidad de gobernar saben lo difícil que es lidiar con los problemas del país y aunque hubo algunos avances su saldo es bastante negativo, particularmente en el tema de la inseguridad y la corrupción, por lo que para reivindicarse con la sociedad deben de aportar su experiencia en beneficio de la patria y no anteponer como su objetivo primordial la rentabilidad electoral.
Andrés Manuel López Obrador debe como la primera autoridad poner el ejemplo, dejar la conducta de rebelde sin causa, no utilizar el lenguaje corriente y los adjetivos para descalificar, es indispensable que abrace la democracia, la justicia, las libertades y la pluralidad, dejar la confrontación diaria que lo rebaja a la mediocridad sectaria y asumir el sublime papel de demócrata.
Está muy claro que lo ocurrido en Sinaloa fue una irresponsabilidad muy grave, producto de una planeación inadecuada, la improvisación y, lo peor, la intromisión en las tareas de seguridad de personas que no tienen ni la más remota idea a lo que se enfrentan. No es esto una opinión aventurada, lo sucedido ya fue reconocido por ellos mismos y eso no basta, debe de haber consecuencias, alguien es responsable de poner en riesgo a la población y arrodillar al gobierno de la peor manera, aunque con la decisión tomada se evitó una tragedia mayor, eso no debió de haber ocurrido, así de simple, por eso quien quiera que sea el que supervisó ese operativo no merece tener en sus manos una responsabilidad de tan vital importancia como lo es la seguridad de los mexicanos.
JORGE MARIN BARRAGAN
Orizaba, Ver. A 20 de octubre de 2019. |
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