La irrupción del narcotráfico en Veracruz durante el 2007, generó confusión y posiciones encontradas para el ejercicio profesional y ético del periodismo, para la construcción de noticias relacionadas con hechos violentos.
En ese momento, la mayoría de los medios de comunicación optaron por minimizar la información en concordancia con la versión oficial del Estado y sus autoridades, que en todos los sucesos trataron de bloquear la labor de investigación, según han reportado los propios.
La tendencia de los grupos criminales fue enviar mensajes escritos junto con los cadáveres de sus rivales o simplemente dejar notas en distintas ubicaciones y formas.
En algunos casos el cuerpo de la persona asesinada fue dejado en calles cercanas a medios de comunicación, casos concretos en las instalaciones de Telever, Notiver y AZ Xalapa.
Hoy, 12 años después, la pelea por las plazas, el cobro de derecho de piso, secuestros, levantones y desapariciones continúan por parte de cinco carteles de las droga que se disputan el estado de Veracruz, según versiones oficiales. Y algunos de estos delitos van a la alza.
Un hecho cruento se vivió la noche del 27 de agosto en un bar de Coatzacoalcos, cuando hombres armados ingresaron y lanzaron bombas molotov, al tiempo en que dispararon contra las personas que se encontraban en el interior del establecimiento conocido como Caballo Blanco. El atentado ha cobrado la vida de al menos 29 personas (en su mayoría mujeres) y otras ocho personas continúan hospitalizadas.
Cerca de la 1 de la madrugada, me alertaban del suceso. Al revisar el celular lo primero que pude ver en uno de tantos chats fueron fotos de las víctimas, en una de las imágenes se observaba en un primer plano una mujer desnuda boca abajo y al fondo se alcanzaban a ver varios cuerpos más, en otra se distingue un hombre sin camisa, identificándose claramente. Las fotografías fueron trasmitidas a las 11:16 de la noche. ¿Cómo llegaron tan rápido si el suceso violento ocurrió poco antes de las 9 de la noche?
Horas más tardes, diversos medios de comunicación daban voz a un presunto delincuente, quien es señalado como probable responsable de los hechos. El sujeto arrastra las palabras, se escucha con voz inestable y la mirada pérdida.
Los comunicadores se han encontrado en la disyuntiva de publicar o no la información relacionada con las actividades de los narcotraficantes, especialmente por las consecuencias que pudieran tener en su vida personal y profesional.
Sin duda alguna, la libertad de expresión cumple una función primordial e imprescindible en toda sociedad democrática, sin embargo, pueden establecerse límites a tal derecho y, por supuesto, debe existir una autoregulación desde los propios medios de comunicación.
¿Cuándo un hecho relacionado con el narcotráfico es verdaderamente noticioso?, ¿cuándo los medios de comunicación se convierten en voceros de los grupos criminales y de sus mensajes hacia sus rivales o en contra de autoridades estatales?
Sin lucrar con las tragedias que enlutan a las familias veracruzanas y a toda la sociedad, la voz que se debe escuchar fuerte y atender hasta lograr la reparación integral del daño es, en primer término, la de los familiares de las víctimas, después la de la gente de bien que trabaja día a día por mejorar su entorno y, al final, reconstruir a Veracruz.
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