A partir de las nuevas perspectivas abiertas por internet sean aproximaciones insólitas a los paisajes, reconstrucciones históricas o simplemente los sofisticados videojuegos, se dice que vivimos en una era de realidad virtual.
Fernando Savater
En México, sólo se leen 5.3 libros al año (el 3.5 por gusto y 1.8 por necesidad), señala la Encuesta Nacional de Lectura y Escritura 2015-2018; entre la población que disfruta la lectura la cifra se incrementa a 9.3. La brecha con los países más desarrollados como Finlandia, donde su población lee en promedio 47 libros anuales, es abismal.
Para el 29 por ciento de los jóvenes entre 18 y 22 años de edad encuestados por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) en 2015, leer es uno de sus pasatiempos favoritos; el 50 por ciento mencionó que “le falta tiempo para leer”; el 42 por ciento refirió que le hace falta dinero para comprar materiales de lectura y el 45 por ciento reveló que “a veces no comprende lo que lee”.
Y los estudiantes universitarios comprenden uno de los grupos de lectores y escritores más importantes; sin embargo, un gran porcentaje revela que lo hace por necesidad para cumplir con “tediosas” tareas escolares. En un análisis del contenido de qué leen, un 70 por ciento corresponde a plataformas por internet (páginas web y redes sociales).
Es una realidad que en los últimos años, a la par del desarrollo de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC`s), los jóvenes buscan informarse a través de las plataformas digitales, principalmente en las redes sociales como Facebook y Twitter. Se convirtieron en lectores de 140 caracteres.
Lo malo del entorno digital es que la cantidad de material que se sube es incuantificable, mucho del contenido es “basura” y mentira. En estas plataformas lo que más abunda son las noticias de entretenimiento y las conocidas Fake New.
Álex Grijelmo (2017) sostiene que millones de personas no se informan por los medios de comunicación rigurosos, sino directamente de fuentes que denomina “manipuladoras” como ciberpáginas y determinados perfiles en redes sociales, para confirmar así lo que llama la posmentira (la insistencia en la aseveración falsa, pese a los desmentidos fiables; y la descalificación de quienes la contradicen).
Diversos estudios como el realizado en 2006, a petición del diario Los Angeles Time, revelan que la edad límite para adquirir el hábito de comprar y leer diarios es la de 24 años. Como padres, maestros, hermanos o tíos debemos tratar de inculcar la lectura de la mano de la redacción antes de esa “irremediable” edad, lo que nos llevará también a tener a jóvenes más activos, empáticos y preocupados por su entorno social.
Para algunos autores, la práctica cotidiana de la lectura y el acceso a la cultura “en todos los niveles y estratos socioeconómicos” ayudará a contribuir al fortalecimiento de la democracia en una sociedad de paz.
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