Después de la tempestad llega la calma, reza el adagio popular. Sin embargo, Veracruz lleva mucho tiempo en medio del vendaval. La delincuencia organizada y la violencia no ha dado tregua a hombres y mujeres.
En el sexenio de Fidel Herrera Beltrán, tras el enfrentamiento en la comunidad de Villarín (en una carrera clandestina de caballos), arreció la criminalidad y con ello los delitos de alto impacto. Fue motivo de mi tesis de la Maestría en Periodismo: “La construcción de noticias sobre el narcotráfico en Veracruz durante el 2007”.
En ella citaba a Beltrán del Río, quien señalaba que el reto que tenían los periodistas es importante: “cómo encontrar formas imaginativas de registrar la gravedad de la situación de seguridad pública que enfrenta el país, sin dejar de cumplir con nuestra obligación esencial de informar, sin renunciar a nuestra independencia frente a la autoridad y sin servir de mensajeros al crimen organizado”.
El narcotráfico irrumpió de forma abrupta durante el 2007 en el Estado de Veracruz con acciones e imágenes violentas que pusieron en jaque a las autoridades, la población y a los medios de comunicación que debían cubrir estos hechos e informar.
Un poco después, entre el sexenio de Fidel Herrera y Javier Duarte iniciaron las desapariciones de hombres y mujeres (muchas de ellas forzadas). No es que antes no se dieran, pero no era una constante como se ha venido dando en los últimos años.
En el estudio analizaba la pertinencia de establecer criterios, una especie de código para tratar las noticias sobre delincuencia organizada que dejaba cuerpos cerca de medios de comunicación, restos humanos en bolsas o sabanas y junto con ellos sus mensajes, algunos dirigidos a las autoridades, otros a las familias de las víctimas y algunos más a la sociedad en general. Causar terror, no encuentro otro fin.
Desde ese momento ya se reflejaba el grave problema que nos asola hasta hoy. Y lo retomo por el doloroso secuestro y asesinato de la empresaria de Coatzacoalcos. Un feminicidio más, cuando ya muchas voces han externado que “ni una menos”. El coraje y la impotencia no alcanzan cuando se conocen este tipo de noticias.
Además de la saña con la que se cometió el feminicidio, llama la atención la cartulina que dejaron junto a ella. No lo voy a replicar, porque yo sí he estado en contra de replicar los “narcomensajes” o cualquier otro que provenga de la delincuencia (para mí no son una fuente ni tenemos porque darles voz), pero tal parece que quieren amedrentar a las víctimas y a una sociedad en duelo.
Al feminicidio de la empresaria y madre de familia, se suman otros hechos que se han registrado en diferentes zonas del estado como en Xalapa, donde se han presentado varios asaltos a plena luz del día o la agresión a la familia del regidor de San Andrés Tuxtla (donde hirieron de bala a una niña de 11 años y una bebé de meses estuvo por unas horas secuestradas). Son días aciagos, sin duda.
Sigo creyendo, como lo escribí hace algunos años, que la cobertura de los hechos relacionados con el narcotráfico debe recibir un tratamiento especial, con ética y responsabilidad para que se informe sin amarillismo ni supuestos.
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