Si bien las prácticas sexistas afectan principalmente a las mujeres porque se promueve un trato diferenciado por razón de sexo en diferentes espacios y ámbitos. Los hombres también sufren discriminación.
En pleno 2019 hay instituciones educativas que siguen prohibiendo a los estudiantes que usen el cabello largo, porque así esta señalado en su reglamento. Un padre de familia de un adolescente de secundaria (en Chihuahua) tuvo que recurrir al amparo y apenas el 10 de mayo, un juez federal determinó que el largo de cabello no aporta ni afecta el aprendizaje y que se trata de una imposición que limita el derecho al libre desarrollo de la personalidad y el de acceso a la educación.
Si se trata de una actividad que requiera fuerza o destreza, desde cargar el garrafón o armar un ventilador, siempre quieren que sea el varón de la familia.
En lo económico, debe ser el proveedor principal del hogar, según dicta la tradición familiar.
El derecho a gozar de días de paternidad apenas se incrementó de cinco a ocho semanas a partir de abril de 2019. Así, los trabajadores afiliados pueden disfrutar de días con goce de sueldo cuando nazca su hijo, un proceso de adopción o acogimiento.
Hasta ahora, estadísticamente, las mujeres son más violentadas por los hombres. La incidencia de hombres maltratados por mujeres (es casi nula), hay algunos casos, pero por esa preconcepción social que se tiene del sexo masculino, no denuncian.
Aunque hay una deuda histórica con el sector femenino, en la lucha por la igualdad de derechos hemos ganado algunas concesiones por encima de los hombres que los hace sentir descriminados.
Por ejemplo, con la paridad política en los cargos públicos. La Cámara de Diputados aprobó el pasado 23 de mayo este principio. Hasta ahora al menos 17 congresos locales han dado su aval para sus efectos constitucionales.
A muchos hombres no les gustó y algunas mujeres piensan que no contribuye a la igualdad sustantiva ni al cumplimiento de sus derechos. Así, sigue la guerra de sexos en lugar de caminar juntos para garantizar los derechos humanos
Es esa violencia simbólica, que poco a poco va calando en las relaciones entre hombres y mujeres.
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Baila –dijo el hombre carnero-. No dejes de bailar mientras suena la música. ¿Lo entiendes? Baila. No dejes de bailar. No pienses por qué lo haces. No le des vueltas ni le busques significados. En realidad, no significa nada. Si te pones a pensar, las piernas se detienen.
Haruki Murakami
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