Por Omar Zúñiga
El asunto del “tren aéreo” (Cuitláhuac García gobernador de Veracruz dixit), un tema que reviste importancia determinante per sé, ha cobrado especial relevancia esta semana, cuando en otra de sus ocurrencias en el afán descalificador que lo caracteriza para desestimar críticas, el presidente López Obrador tildó de seudoambientalistas a varios personajes de la vida pública, actores, artistas, músicos, activistas, que se lanzaron en contra del Tren Maya por las graves e irreversibles afectaciones que provocará en uno de los ecosistemas más ricos y complejos con que cuenta nuestro país.
Pues resulta que además de la chinga que le están poniendo a la selva del sureste, un ecosistema de por sí muy lastimado, pero que ha salido adelante después de muchas luchas y de una aparente concientización ciudadana para su cuidado, el hogar del que fuera catalogado como un Dios, el jaguar, es amenazado para siempre.
Esta especie animal ya está en peligro, y con esta deforestación sin parangón, lo deja al filo de la extinción, su incipiente recuperación está en riesgo real.
Pero eso es lo que salta a la vista, lo que observamos, miles de hectáreas que parecen pisadas por un gigante despiadado que no tiene conciencia y busca su bienestar personal para llegar a casa, sin importarle nada ni nadie, sólo él…
Sin embargo, lo que no vemos es igual o quizá más grave.
De entrada, sabemos De Primera Mano, que el Tren Maya, necesita una estructura literalmente bestial, y eso significa “pilotear” a unos 40 metros de profundidad, para que estos pilotes puedan soportar el tremendo peso y la vibración ocasionada en el tendido férreo por donde habría de pasar (y quiero pensar aún que hipotéticamente) este tren, pues luego del último cambio de trazo (que además no le consultaron a nadie) estos pilotes o dicho de manera coloquial, columnas encabronadamente grandes, de ser enterradas esos 40 metros, atravesarían literalmente los famosos, célebres e históricos cenotes y ríos subterráneos de la península yucateca, de la milenaria cultura maya y que da sustento a miles, quizá millones de personas, que dependen no solo de una industria turística pujante, sino la gente que depende del agua que proveen.
No sabe nadie y repito nadie, qué va a pasar si eso llega a concretarse, pues en decenas de años de investigación y con tecnologías que se renuevan cada tanto, no hay datos exactos ni siquiera de cuál es la extensión del sistema de ríos más grande e importante del mundo, esos ríos que vieron sacrificios, ofrendas humanas de princesas del mundo maya, que son testigos de buceo espeleológico de nivel internacional y que hoy de un plumazo, le quieren partir su madre, acabar con él, por un capricho.
Un capricho que no tiene pies ni cabeza, un “proyecto” que no tiene proyecto, que nadie conoce, que ante la falta de consenso, de consentimiento, ha expropiado tierras a precio que ellos fijan, “según el sapo”…
Y para chingarla de acabar, ante la incapacidad de la Sedena y sus brillantes ingenieros (y esto no lo digo con sarcasmo) que no pudieron con esta obra faraónica, se decidió subcontratar al poderoso, fifí, neoliberal y conservador Grupo México para hacer esta obra.
Es hoy cuando tenemos que levantar la voz, pues el impacto será de proporciones tales, que no habrá mañana.
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El lunes pasado, 21 de marzo, fue la fecha en que el aeropuerto Felipe Ángeles vio la luz, y quedó formalmente inaugurado, como mencioné en entrega anterior, fue una romería -literal- y por ahí apareció, flamante, con una gran sonrisa en el rostro, el gobernador Cuitláhuac Garcia, admirado por la “magna obra” cuatroteísta, deslumbrado quizá porque el aeropuerto más grande que conoce es el de Canticas o el Heriberto Jara (el Juárez no aplica y el de Heathrow ya se le olvidó) y al que frente a la cámara, dijo que esta obra le parecía “magnánima” (sic).
Para documentar el optimismo… Magnanimidad, según la RAE: Del lat. magnanimĭtas, -ātis.
1. f. Benevolencia, clemencia.
De nada.
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Una torpeza más, esta ocasión por parte del Grupo Parlamentario del PT en la Cámara de Diputados fue la instalación del Grupo de Amistad con Rusia. Dados los acontecimientos actuales, parecía una mala broma, que incluso iba contra la política fijada por México ante la ONU por la invasión a Ucrania.
Pues resulta que, quizá pensando que no pasaría a mayores, los brillantes legisladores pasaron todo por alto e instalaron este grupo, con foto de por medio –por supuesto— con el embajador de Putin como invitado especia, quien declaró que “Rusia y México estaban muy cercanos (…)”.
A todos nos pareció la idiotez más grande , sin embargo donde seguramente apretaron estos brillantes legisladores, es cuando el buen Ken Salazar fijó la postura de su gobierno al declarar, en la Cámara, de frente a lo diputados que eso “perdón, pero nunca puede pasar, nunca puede pasar”. ¿Así o más claro?
¡Qué barbaridad!
deprimera.mano2020@gmail.com
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