Las generaciones de mi padre y de mi abuelo diseñaron su propio destino. La mía hizo muchos cambios y diseñó el nuestro. Las de mis hijas y de mis nietas también diseñarán el suyo. Estoy seguro de que el nuestro fue mejor que el de mis mayores, así como el de mis sucesores será mejor que el mío.
México no está en tiempo para jugar porque se encuentra en la sala de terapia intensiva. Enfrenta no cinco ni diez, sino un centenar de daños muy graves, comenzando por la alta criminalidad y terminando por Donald Trump. En medio de eso, avanzados grados de descomposición en corrupción, pobreza, educación, salud, energía, migración, narcotráfico, deterioro ambiental, insuficiencia hídrica. Pero las generaciones sabias conservan lo que deben preservar y cambian lo que quieren mejorar.
Entre muchas enseñanzas que aún valen, recuerdo, que los viejos decían que los gobernantes podían jugar con mucho, pero no con todo. Es muy grave no tener democracia o no tener desarrollo o no tener estabilidad. Pero lo más grave, en cualquier país y en cualquier sexenio, es no tener inteligencia. El gobernante que resuelve todos los problemas merece nuestro honor. El gobernante que resuelve algunos problemas merece nuestro respeto. El gobernante que no resuelve ningún problema merece nuestro desprecio. Pero el gobernante que, en vez de resolver, se dedica a crear los problemas, ése no tiene perdón. En la política, el político profesional no juega. Y para quien gobierna, no es un juego. Pero nunca debemos enojarnos, nunca aceptemos fatigarnos y, sobre todo, nunca podemos equivocarnos.
Como decía Adolfo Ruiz Cortines, la política es el arte de tragar sapos sin hacer gestos.
La gobernadora Norma Rocío Nahle García instruyó a su gabinete en el sentido de desaparecer la impunidad, la corrupción, la extorsión y demás delitos de los que estuvo plagado el anterior gobierno.
Y es que no es lo mismo afrontar riesgos que incertidumbre. La incertidumbre nos impide elaborar respuestas y más bien nos conduce a actuar a la defensiva, a exponernos lo menos posible, en la medida de que no sabemos por dónde va a llegar el golpe. Los riesgos son identificables y en cierto grado medibles. Se les puede asignar un nivel de probabilidad, Y quizá lo más importante es que podemos tomar acciones que nos permitan enfrentarlos. La incertidumbre tiene también la particularidad de que paraliza.
Ojalá se construya un entramado sólido, pero eso implica unidad, proyecto político, un gran esfuerzo y una poderosa estrategia lo que permite la gobernabilidad.
¿Somos corruptos por naturaleza o la sociedad en la que vivimos es la que nos corrompe?
El filósofo inglés Thomas Hobbes creía algo parecido. En su tratado Leviatán habla del "estado de naturaleza". En ese tratado, imagina Hobbes, los humanos actúan aisladamente obsesionados por su propio placer, intereses y preservación. Su única motivación es un deseo permanente e insaciable de acumular poder, deseo que sólo cesa con la muerte.
Al momento que escribo lo confieso. Nada es más difícil para mí que mostrarme paciente cuando en el cuerpo me recorre el desacuerdo, la molestia o la desesperación de estar frente a un interlocutor o circunstancia que me lleva a los límites de la dosis de tolerancia que la vida me dio.
La mandataria estatal llevó a cabo 22 asambleas informativas y mesas de trabajo en la elaboración del Plan Veracruzano de Desarrollo, junto con su gabinete, durante los primeros 60 días de su administración prepara el terreno para convocar a una serie de foros que nutrirán este instrumento, se realizarán cinco foros regionales en la zona Centro, Norte, altas montañas, Sur del Estado con espacios abiertos a estudiantes, empresarios, campesinos.
Hace algunos años hice una pregunta a Rubén Pabello Rojas ¿Qué se necesita para ser buen alcalde, buen gobernador?
Me respondió: "Querer a Veracruz".
Hoy día la gobernadora Ing. Rocío Nahle García, Ricardo Ahued y José Manuel Pozos con una gran responsabilidad que llega a todos los rincones del estado han empezado a dar resultados siendo incluyentes, pendientes de los problemas, proponiendo soluciones.
Estar preparado no es improvisar, es reaccionar con conocimiento.
La edad y las horas de vuelo han ayudado, pero disto muchísimo de haber llegado a nivel óptimo que observo en quienes llegaron temprano a la repartición de esa virtud. la dosis de paciencia situacional que hoy puedo poner al servicio de mi actual profesional ha sido trabajada y no pocas veces aprendida por las piedras.
En su definición más simple, la paciencia es la capacidad para esperar que algo suceda o tenga desenlace, sin perder el nivel de calma, silencio o serenidad que la situación exija.
Todo tiene una explicación, pero hay que encontrarla. Y todo comentario, acción u omisión, en el fondo es un detonador, un interés o incentivo y, a veces, un trauma o una carencia atrás. Y lejos de reaccionar al efecto, me concentro en entender las causas del dicho, el modo o la acción.
Mucha de la impaciencia se nutre por desear que las personas piensen lo que tú piensas, hablen como tú lo dirías o actúen como tú lo esperarías. Nada más equivocado en la vida. Las personas hacen lo que hacen porque son como son.
Se puede ser firme con el tema, sin ser irrespetuoso con la persona. el secreto es encontrarse en el asunto y no en la descalificación o juicio hacia el individuo. "Dejemos que cada quien se haga cargo de su emoción, el talento debe ser puesto al servicio del propósito, no del arranque irreflexivo o del ego ensordecedor".
El ser humano requiere respeto, la ineficiencia no. Los individuos necesitan comprensión situacional; los problemas no. Esto obliga a la acción asertiva. Hay que aprender a ser paciente, pero nunca con los resultados incorrectos. Y sí.
Cuesta trabajo aprender que las personas son personas y los asuntos son asuntos. Pero desde la perspectiva de la paciencia, mezclarlos es mala idea.
Si el pesimismo ganara siempre, estaríamos todos muertos. El desayuno es un refrendo de la victoria del optimismo. Nadie se alimenta para dejarse morir. La mente humana funciona, entre otras cosas, con el propósito de que la supervivencia de la especie esté asegurada. Los impulsos, los instintos y las emociones tienen un sustento, digamos, biológicos, más allá de que exista también una oscura propensión hacia la muerte y que la violencia sea parte de un paisaje universal tan estremecedor como siniestro.
Entre las peculiaridades de nuestra percepción, tendemos a olvidar los trances negativos que hemos sobrellevado y a idealizar las vivencias del pasado al punto de construir siempre la ficción de un paraíso perdido, así sea una infancia teñida de irrepetibles felicidades o una juventud disfrutada en ese apacible terruño al que ya nunca volveremos.
Entonces, ¿Todo tiempo pasado fue mejor? No, ni mucho menos. Pero el presente, fatalmente contaminado de cotidianidad y marcado por las inhabitables durezas de la existencia, no ofrece siquiera el refugio de la nostalgia y termina siendo una auténtica desventura para mucha gente, con todo y lo disfrutables que son, hoy día, tantas y tantas cosas.
De ahí, en parte, la insatisfacción, el descontento y el enojo de los ciudadanos del mundo.
Sigue la desigualdad, desde luego, y las condiciones laborales de muchísimos trabajadores son muy duras en un entorno de feroz competitividad. La riqueza, además, está muy injustamente distribuida, tal y como lo muestran los informes elaborados por diferentes instituciones: uno y medio por cien de la población del planeta concentra casi la mitad del patrimonio mundial.
El pasado fue tal vez mejor, pero lo que viene puede ser mucho peor.
En otro orden de ideas mentiras y mentirosos han existido en todos los tiempos, y en todos los sitios ocupados por seres humanos en nuestro planeta.
En los registros históricos de la humanidad hay mentiras y mentirosos de todos los colores, olores, medios, sabores, tamaños, modos, valores, sonidos y propósitos.
Nuestra cultura occidental, dominadora mundial hasta el momento, no está exenta de fingimientos ni de embusteros.
Desde las 135 culturas precortesianas que describió el jesuita mexicano Alberto Valenzuela Rodarte (1904-1064), encontramos en todas ellas la esencia funcional de sus relatos ficticios.
La leyenda del águila sobre un nopal devorando a una serpiente, sobre un islote en el centro de un lago, esto entre los aztecas.
Para los mayas, el Popol Vuh o Libro del consejo, con las hazañas heroicas de los gemelos Huanahpú y Xhalanque, triunfando a salivazos contra los señores de la muerte.
¡He aquí dos mentiras maravillosas, que pasaron en forma oral de generación en generación, mentiras colectivas, anónimas, que sirvieron de raíces étnicas para fortalecerse, sobre las que, posteriormente, escribieron sus historias con él alfabeto castellano!
Fray Servando Teresa de Mier Noriega y Guerra (1765-1827), dominico regiomontano que luchó contra las mentiras y los mentirosos de su tiempo, expresando sus verdades, tanto sobre la Virgen de Guadalupe, morena de piel de tierra, o contra los engaños del federalismo; siete veces fue encarcelado Fray Servando, y siete veces logró escaparse.
José Joaquín Fernández de Lizardi (1776-1827) describe con crítica encantadora todo el cúmulo de mentiras de su personaje "El periquillo sarmiento" en la ciudad de México, quien solo era un tímido reflejo de los grandes mentirosos: los virreyes, los obispos, los ricachones y las damas encopetadas.
Justo Sierra (1848-1912), secretario de Educación, fundador de la Universidad Nacional de México, campechano declarado maestro de América, aseveró "Nuestra aversión radical a la verdad es producto de nuestra educación y temperamento; por ese mentir, nuestra nación se debilita dentro de la órbita de la civilización humana".
Octavio Paz (1914-1998), poeta mexicano con merecido Premio Nobel escribió: "Nuestra gran labor sería desterrar a la mentira, pues con ella hemos hecho un daño moral incalculable a México".
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