Francisco Cabral Bravo
Con solidaridad y respeto a Rocío Nahle García y Ricardo Ahued Bardahuil
Dice la frase popular que la costumbre resulta más fuerte que el sentimiento amoroso y, además, es posible que, en cada momento de la vida, nos percatemos que, en efecto, puede ser muy cómoda e implicar tan poca existencia de observación que muchas cosas pasan inadvertidas ante nuestra mirada. Tal vez dejamos de distinguir la belleza en los pequeños signos de lo cotidiano; pero, quizá, también hemos optado por convivir, cada vez, sin la menor sorpresa, con todo aquello que nos indica que, como sociedad, estamos parados en el límite de lo irracional, sosteniendo los delgados hilos de la tolerancia y la democracia, de la libertad y la dignidad, que se estiran día con día, mostrando unos signos de que están a punto de quebrantarse entre nuestras propias manos. Ah, la levedad de semejante costumbre.
Los mexicanos necesitamos asimilar, reconocer, valorar y vivir nuestra identidad. Requerimos de buenos gobiernos. De ciudadanos solidarios y participativos.
Y de tres grandes políticas gubernamentales. Apuntaladas, no me cabe la menor duda, por la propia ciudadanía: 1.-Educación 2.-Educación 3.-Educación
No nos compliquemos, lo básico es lo fundamental. Necesitamos deshacernos de las ideas monolíticas y radicales. Lo que requerimos es lograr una unidad en torno a nuestra nación y nuestro estado.
Como lo expresará en algún momento Edward Kennedy: "Lo que nos divide, palidece frente a lo que nos une". Un buen gobierno será aquel que proteja la vida humana, estimule el bienestar de sus gobernados y cuide del medio ambiente.
Al ingresar al Pleno Norma Rocío Nahle fué recibida con el grito "gobernadora, gobernadora"; mujeres de la zona Huasteca estuvieron portando el huipil Quexquémitl. Mientras la orquesta sinfónica de Xalapa entonaba "La Bamba", la Mesa Directiva estuvo presidida por Tanya Carola Viveros Cházaro. Ocho ejes de gobierno: Bienestar Social, Desarrollo Económico, Infraestructura, Educación, Salud, Campo, Ganadería y Pesca, Turismo y Cultura y Derechos Humanos y Seguridad. Veracruz está de moda. Tendremos un gobierno abierto a todos y todas.
Esperamos que su gabinete responda con capacidad y respuesta, respecto a la ley, transparencia, generación de consensos, equidad e inclusión, políticas públicas eficaces y eficientes y rendición de cuentas.
A estos puntos agregaría: los políticos y funcionarios deben tener un gran amor por el servicio. Deben poseer un alma con actitud de servir a su estado y a sus conciudadanos. Deben ser honestos, íntegros y cuidarse de no caer en la tentación de robar dinero del erario.
Deben tener la experiencia, preparación y capacidad para ejercer sus puestos. Deben, aceptando nuestras diferencias y nuestra diversidad, guiarnos hacia un gran objetivo. La misión debe ser: “la prosperidad del estado”.
No hay más. Al final, todo lo demás es paja y discursos huecos. Como me lo expusiera un personaje de la política mexicana: "No te fijes en lo que dice un político, fíjate en lo que hace" "Hechos son amores" diría mi abuela.
O expresado de manera crítica: "Al árbol por sus frutos lo conoceréis".
En lo referente a los medios esperamos que exista conciliación, reconciliación y diálogo en esta administración, existen más de 9 mil, los portales en redes y centenares de periodistas a lo largo y ancho de nuestra geografía veracruzana. La credibilidad refleja el sentimiento de confianza que la sociedad tiene en la capacidad y eficiencia de la institución y de la prensa para conducir un estado hacia objetivos benéficos para la mayoría. La credibilidad se construye con base en el cumplimiento de expectativas. Está fundamentada en el pasado a través de la reputación (que se obtiene gracias a resultados), se materializa en el presente con hechos, y se proyecta hacia el futuro con visión y esperanza.
Y bien se dice que la prensa es el espejo del poder. Sin duda es la que informa, analiza y censura a los malos gobiernos plagados de políticos ineptos y corruptos. Existe el conocimiento y la experiencia. Hagámoslo con responsabilidad y objetividad. No abandonemos la causa. Tenemos un buen comienzo.
Recuerde la gobernadora Ing. Rocío Nahle ha diseñado un gabinete diverso, en el que hay funcionarios de su confianza que la acompañaron en su paso como secretaria de Energía y personas claves de Morena, pero también empresarios y mandos de la Marina para los cargos de seguridad. La seguridad es eje clave en su administración para aprovechar de mejor manera los recursos y aumentar la inteligencia y vigilancia en todo el territorio.
En otro orden de ideas la llegada del mes de diciembre trae consigo la mejor y mayor fiesta cultural de México: la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, se esperan 850 mil personas recorran los pasillos y salones de la Expo para honrar autores, editores, distribuidores y a los lectores mismos.
Pero la feria, lamentablemente, no puede ocultar la crisis de la lectura y de la industria editorial en nuestro país. El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), a través de su estudio "Módulo sobre lectura", da cuenta de que solo el 69.6% de la población alfabeta de 18 años y más leyó algo en el último año, lo que significa una caída de 14.6% respecto a 2015 y una disminución de 6.8% frente a 2018.
El porcentaje de mujeres lectoras en la última década disminuyó de 81.9% (menos 12.6%) y el de hombres de 87.6 a 69.9% (una reducción de 17.7%), así se cierra la brecha de género, pero hacia "La ignorancia". En 2015, casi la mitad de la población aún leía periódicos (49.4%), y ahora ni una quinta parte lo hace (17.8%). Algo similar ocurre con los lectores de revistas, que pasaron de 47.2 a 21.7%. Y quienes leen libros son apenas el 41.8%, cuando en 2015 eran 50.2%.
Cambiando de contexto en ciertas ocasiones pensamos sí, ante nuestros problemas colectivos, requerimos tan de buena suerte o además de algunos milagros. En la política, como en todo espacio del acontecer humano, existe la buena suerte, y también, ¿por qué no? existen los milagros.
La distinción entre unos y otros es de naturaleza causal y no resultante.
La buena suerte sería sacarse la lotería comprando el boleto premiado. El milagro sería sacársela sin siquiera comprar boleto. La consecuencia es la misma, pero el origen es distinto.
La herramienta básica para la manipulación de la realidad es la manipulación de las palabras.
Si tú controlas el significado de las palabras, puedes controlar a la gente que utiliza esas palabras. Así definió el escritor Philip K Dick la desinformación.
La Constitución incluye o excluye, principios, reglas, cláusulas, conceptos, prohibiciones o habilitaciones a partir del entendimiento que comparten los detentadores de poder sobre su función en un ordenamiento jurídico. Sus contenidos son, en buena medida, reflejo de la forma en la que se concibe a la Constitución, tanto desde un punto de vista político como normativo. Esto es, según se acepte para qué sirve.
Desde una comprensión, estrictamente política, la Constitución se lee, se redacta y se honra como un texto solemne, dotado de legitimidad histórica y meramente simbólica, que esculpe en piedra atemporal el proyecto de una nación, las aspiraciones de una sociedad, las proclamas de una generación. Monumento antes que instrumento.
En contrapartida, el entendimiento normativo de la Constitución asume que cada una de sus palabras o silencios tienen una implicación operativa y práctica en la realización del derecho, esto es, en la ordenación de las relaciones de dominio entre, por un lado, la autoridad y la sociedad y, por otro lado, en la convivencia cotidiana de las personas. La Constitución establece, como diría Ferrajoli, lo que se puede decidir (facultades), lo que no se puede decidir (derechos y prohibiciones) y lo que no se puede dejar de decidir (derechos sociales o de presentación). En otras palabras, determina el ámbito de actuación del poder demandar y de la obligación de obedecer.
Todo lo que la Constitución no regula, se reserva a la libertad individual y a la potestad de configuración del legislador democrático.
Todo lo que prohíbe, es mandato para ejercer la coacción punitiva del Estado.
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