No sé por qué, pero en mis periplos por algunos lugares del mundo, de vez en cuando visito sus panteones, no es una tour que uno desea hacer, porque siempre está mejor la diversión, pero cada que voy a Washington es visita obligada ir a la tumba de JFK, en el Cementerio Nacional de Arlington, no le llevo rosas ni flores, pero le hago una guardia cuenqueña, allí donde está enterrado junto a su hermano Bobby y su viuda, Jaqueline, en ese cementerio donde tienen sepultados a sus héroes de guerra. Que lo iniciaron cuando la Guerra de Secesión Al pie del rio Potomac, en los terrenos de la mansión del general derrotado, Robert E. Lee. En Nueva York visito otro cementerio, ese de paso, al pie de donde cayeron las Torres Gemelas, un antiquísimo panteón donde según algunas lápidas viejas, estaban sepultados los Vanderbilt, los millonetas de aquellos años. Se le conoce como Capilla de Saint Paul (1766) y se ha convertido en uno de los monumentos de Nueva York más importantes por haber permanecido intacta y sin un vidrio roto después del atentado de las Torres Gemelas (¡y eso que está al lado del WTC!). La llaman «la capillita que no cayó». En Filadelfia, pero eso solo en fotos, algunas tumbas en sus museos, de cuando la Guerra de Secesión, allí donde los Padres Fundadores de la Patria lograron hacer un pueblo libre y democrático, como cuando al salir de aquellas juntas de las 13 colonias, una señora preguntó a Benjamín Franklin, qué cosa estaba haciendo allí dentro, una Constitución, señora, para que seamos libres por siempre, respondió el gran inventor. Y así lo hicieron hasta que hace unos años, Donald Trump y sus locos, que no son del ritmo, trataron de impedir la sucesión a base de golpes y martillazos y uno que otro balazos y muertos, esos Padres Fundadores se revolvían en sus ataúdes: John Adams, Benjamín Franklin, Alexander Hamilton, John Jay, Thomas Jefferson, James Madison, y George Washington, y de ellos yo mero admiro al segundo presidente, John Adams, el que construyó la Casa Blanca, hay una película de él en videos y en Netflix, véanla.
LOS DEMAS PANTEONES
Alguna vez mi padre me llevó de pequeño a ver la tumba De Benito Juárez, En el panteón San Fernando, una bella tumba en un mármol donde el gran masón, Juárez, está tendido y una madre le coge la cabeza. También visité el espacio donde ahora vive el presidente, el lugar al cual fue bautizado como masón por su logia. No fui a Magdalena de Kino, donde tienen sepultado a Luis Donaldo Colosio, pero un día llegué a Lomas Taurinas y me tomé foto en su estatua, donde veía un México con hambre y sed de justicia, quizá ahora su hijo siga ese camino. Pero no de la muerte, de la presidencia. En Santiago de Chile busqué la tumba del gran Salvador Allende, estaba muy lejos y me fui a ver la estatua afuera del Palacio de la Moneda, donde el gorila Pinochet y sus milicos lo asesinaron a mansalva, matando la democracia y sometiendo a ese pueblo a una dictadura criminal. Pinochet salió con vida gracias a la Margaret Thatcher, porque el gran abogado Baltazar Garzón lo tenía detenido en Inglaterra, acusándolo de delitos contra la humanidad. No creo que hubiera habido más chacal que él y Videla, el de Argentina. Allí en esa tumba está el discurso de las grandes alamedas, como están también los discursos en el Monumento a Washington de Abraham Lincoln, el de Gettysburg, que es considerado el mejor discurso de la historia. Estando en Argentina, cuando tomé un vuelo de regreso de Chile a ese país vi la magnitud de la Cordillera de los Andes, y el piloto, al pasar por esa zona llena de montañas y de nieve, nos anunció por el sonido que habría turbulencia, que nos amarráramos bien y que apretáramos aquellito, porque pasábamos por la zona de la cordillera de los Andes, como apenas le ocurrió a un avión estos días, recordé cuando veía la grandeza de Dios dibujada en esas montañas convertidas en Naturaleza, la odisea de aquellos jugadores uruguayos de rugby, que allí cayeron y tuvieron que practicar la antropofagia para sobrevivir. En Argentina, me fui al panteón de La Recoleta, a visitar la tumba de su madre amada, Eva Perón, es una tumba pequeña, llena de flores de sus descamisados y de sus obreros, que siguen recordándola desde el balcón rosado gritándoles, como en la obra: No llores por mí, Argentina, allí mismo está otra famosa, la de Carlos Gardel, quien murió en un accidente de aviación, a la tumba de Gardel hay que subirse un peldaño y ponerle un cigarro en la boca, que eso hacemos todos los que visitamos ese panteón ilustre. Me ha faltado la tumba de Abraham Lincoln, pero no he ido por esa zona, y la de Porfirio Díaz, en el cementerio de Montparnasse, que allí sí he estado en París, algún día visitaré esa tumba del hombre que le dio grandeza a México y lo puso en la modernidad de aquellos años y siempre está fija una bandera mexicana.
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