Anoche la televisión nocturna de noticieros nos mostró dos imágenes. Una de policías zacatones (los gringos) y otra de policías entrones (los mexicanos). Sucede que los canales americanos difundieron las escenas violentas de la masacre de la escuela primaria Robb en Uvalde, Texas. Se ve al estudiante criminal entrando con un rifle en la mano, un estudiante se asoma en un pasillo y huye. El grupo de miedosos policías texanos entra a la escena. El criminal entra al salón y dispara, los policías huyen en retirada, con miedo, con todo y que llevaban chalecos y armas de alto poder. Pasan los minutos y el criminal se da gusto matando estudiantes. Llegan más refuerzos y entre más son, más miedosos se vuelven. Debían hacerles un consejo de guerra y expulsarlos de policías. Había que entrar a rifarse y seguro hubieran salvado varias vidas de los jóvenes indefensos. Darlos de baja de la policía es lo menos que se merecen. Por cobardes y miedosos.
LOS POLIS MEXICANOS
En cambio, en México, una escena fue todo lo contrario. Un grupo de 14 criminales de Sinaloa, se pertrecharon en una carretera mexicana de Tlalpan, en la México-Cuernavaca y a la caza tras de ellos llegó el mejor policía del país. Omar García Harfuch, hijo del gran Javier García Paniagua, ese priísta al que un día le preguntaron si era dinosaurio y dijo que sí, porque tenían los huevos muy grandotes, y nieto de una leyenda, el general Marcelino García Barragán, el militar de 1968 que se mantuvo firme al lado del presidente Díaz Ordaz, cuando le propusieron un golpe de estado. Never, dijo mi general al gringo que se lo propuso. Omar García fue víctima de un atentado terrible, por esos grupos de malosos. Ayer llegó al combate, cuando policías de Ciudad de México y militares y Ejército y la Guardia Nacional rodearon a 14 delincuentes y no les dieron cuartel. Se fueron tras de ellos porque no estaba aquí en México el de los abrazos y no balazos, andaba ocupado con Biden, si no, capaz que les da la orden de que se retiraran, porque iban a cometer una masacre. No hubo masacre, los criminales al verse rodeados se rindieron. Ni muertos y quizá algún herido. Pero así es cómo hay que combatirlos, con fuego no con abrazos. Omar es el mejor policía y funcionario público de Seguridad en el país. Y los chilangos pueden dormir tranquilos, tienen quien los cuide y Claudia Sheinbaum, también.
AQUEL JUANJO DE SANTANDER
Ahora que escribí de Casavegas, en la zona Palentina, me acordé del tío Juanjo, un pariente de mi suegra doña Matilde, que vivía en Santander y que, hace años, solíamos tomar un café en Los Altos de Miranda, allí me platicaba sus odiseas de la guerra civil española. Porque falangista fue, gran venerador de José Antonio Primo de Rivera, a quien un día Yo Mero fui a ver su tumba junto a Franco en EL Valle de los Caídos, donde ahora ya no reposan. Juanjo visitó estas tierras orizabeñas y veracruzanas, lo llevé al Puerto con mi madre Gloria, que aún vivía y allá comimos opíparamente, diría un clásico, en ese mar de Veracruz. Era una delicia escucharlo hablar de sus vivencias. Solía andar en moto por parte del norte de Santander y cuando veían a ese motociclista que andaba como loco por las autovías, decían: “Ahí va Juanjo”. Fue un hombre de su tiempo. Contemporáneo de mi suegro, Juan Diez Alonso. Hoy deben platicar juntos sus historias. Donde se encuentren. Juanjo un día llegó a Las Vegas buscando a unos parientes. Era gente de pocos recursos económicos, viajaba con sus ahorros. Al llegar a la terminal del aeropuerto pidió a una empleada los buscaran en la guía telefónica. Tenía 20 años de no verlos. Los encontró. Llegó a su casa en ese sitio donde el juego es un placer y lo recibieron con gusto, comió con ellos, pero a la hora de dormir le preguntaron a qué hotel se iba, le aplicaron el clásico: comes y te vas. Juanjo peló los ojos. Combatiente de la guerra, encabronado le dijo a sus parientes: “Si no tienen camas ni cuartos, puedes tirar una colcha en el piso, que estas espaldas, que durmieron en plena guerra civil viendo las estrellas y los fogonazos de las armas, estas espaldas bien pueden dormir en el suelo”. Y los parientes se rindieron.
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