El tenis del circuito grande vuelve a brillar. Se había apagado y muchos de aquellos y aquellas a quienes nos gustaba, nos habíamos alejado de las teles. Pero llega una nueva camada de jóvenes brillantes, entre ellos el español Carlitos Alcalá, que recién fue eliminado, y la nueva generación le da brillo a los juegos. Chamos de 18 a 19 años venciendo a los grandes, a los que ya se van, los Federer, Los Novak, el mismo Rafa Nadal, ellos que cubrieron y ganaron más torneos que nadie, ahora ven que el paso de los años les cayó encima, y a sus 36 años cumplidos, les cuesta trabajar correr y tener las piernas y el físico que tienen estos nuevos jóvenes. Desde que hace un año dos chiquillas irrumpieron en el Abierto de Nueva York, y sin ser conocidas, llegaron a la cumbre de la final, Leyla Fernández y Emma Raducanu, el tenis volvió a ser vito por millones, como lo consta ahora los torneos, entre ellos este de Roland Garros, para rememorar, para aquellos que alguna vez vimos jugar a Mc Enroe y Bjon Borg y Jimmy Connors, y a los mexicanos que allí se asomaban, entre ellos Raúl Ramírez, el mejor doblista de aquel tiempo con el gringo Brian Godfried, y le platiqué hace nada a un amigo que le gusta el tenis, que algún día cuando fui a Nueva York a ver el Abierto en Flushing Meadow, allá por los años 80s, me asomé a la galería de los campeones y allí aparecía el nombre de aquel grande, Rafael Pelón Osuna, que ganó el abierto neoyorkino en Forrest Hill, en la época que jugaba gente grande como Roy Emerson, el único mexicano que ha ganado un Grand Slam. Pelón ganó también Wimbledon en dobles, con Antonio Palafox, en 1963. Y lo que es la vida, ahora mismo que escribo de Osuna, a quien un día Yo Mero muy chamaco, conocí en la época en que a Tierra Blanca, el doctor Alfonso Arcos invitaba a esos jugadores de Copa Davis a pasar unos días en ese pueblo ferrocarrilero y jugar en una cancha de tenis que allí tenía. Eran días que el pueblo enloquecía con las estrellas, los Palafox, Zarazúa, Lemaitre, Pancho Contreras, y un gran etcétera,
AQUEL TRAGICO ACCIDENTE
Decía ahora mismo que escribo de Rafael Osuna, que precisamente un 4 de junio de 1969, Pelón, por asuntos de su trabajo se subió a un avión de Mexicana, que iba a Monterrey y ese vuelo se estrelló en el Pico del Fraile, convirtiendo ese accidente en versiones de atentados, cuando arriba del mismo iba el político Carlos Alberto Madrazo, enemigo del presidente Gustavo Díaz Ordaz. A sus 30 años, el tenis mexicano enlutó. Nunca se supo la causa el accidente. A sus 30 años allí dejó la vida, ese tenista que fue empírico, que no tuvo grandes maestros como ahora y que con su raqueta Wilson de madera se ponía a jugar hasta llegar a ser lo que fue, un ganador de Grand Slam, el único mexicano, Osuna, nacido e15 de septiembre de 1938 en Ciudad México, se destacó desde niño en el tenis de mesa, y fue hasta los 16 años, después de pasar por el fútbol y el basquetbol, cuando se dedicó de lleno al tenis. El mexicano brillaría a principios de la década de los 60 del siglo pasado, antes de la unificación de los torneos de tenis que inició la llamada Era Abierta, que comenzó en 1970. En 1960, junto al estadounidense Dennis Ralston, se consagró campeón en el torneo de dobles de Wimbledon, que volvería a ganar en 1963, en dicha ocasión ya con un compañero mexicano, Antonio Palafox.
Quien esto escribe ha estado en esos dos sitios, el de Nueva York Y Londres, y gusto me dio ver su nombre en la placa de todos aquellos ganadores; en Wimbledon, cuando el guía londinense nos llevaba por la galería le mostré con orgullo la bandera mexicana donde estaba al lado del Pelón Osuna, campeón en dobles.
Un gran campeón, en un día que hace 53 años se subió a un avión y enlutó al tenis mexicano. El accidente abre tantas interrogantes como sospechas. El expediente describe contradicciones graves sobre los errores humanos y técnicos. Una investigación que terminó convertida en un laberinto de especulaciones y omisiones: una caja negra que nunca apareció, las grabadoras de la torre de control nunca funcionaron, la salida de un vuelo que nunca debió autorizarse, reportes técnicos sin firma ni investigados a fondo. Un cúmulo de desaciertos que a nadie le preocupó indagar.
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