El gobierno federal apunta hacia una apertura gradual de las actividades socioeconómicas en el próximo mes, y el sector educativo no puede ser ajeno, pero es una realidad que el personal docente y administrativo enfrentará grandes retos tras adoptar nuevas dinámicas por el distanciamiento social de los últimos dos meses.
Algunos gobiernos ya han fijado su postura sobre no regresar a clases presenciales en los meses de mayo y junio, determinaron que sus alumnos culminen a distancia y otros buscarán el regreso bajo condiciones óptimas que no ponga en riesgo la salud de nadie en la comunidad escolar.
Pero que pasaría sobre un hipotético regreso a las aulas en el mes de junio, los docentes y el personal administrativo, tendrían que tener medidas sanitarias extraordinarias para contener o prevenir nuevos contagios, medidas de higiene y sanitización, monitoreo de cada alumno y su entorno familiar, sin contar los permisos laborales en caso de ser contagiados o cuidar de algún familiar infectado, en general, enfrentaríamos una nueva configuración en las relaciones que permitan un desempeño académico funcional sin que ponga en riesgo a nadie.
Debemos adoptar una nueva ecología de aprendizaje, el concepto se refiere al cambio que se ha producido en las últimas dos décadas en prácticamente todos los parámetros del aprendizaje humano: dónde aprendemos, cuándo, con quién y de quién, cómo, qué e incluso para qué aprendemos. Las escuelas han dejado de ser los únicos lugares donde se aprenden contenidos social y culturalmente relevantes. Cada vez más aprendemos en un amplio abanico de contextos de actividad y en interacción con una diversidad de actores y agentes educativos.
Pero qué rol juega el docente en esta nueva configuración, en términos generales, consiste en ayudar al alumnado a realizar aprendizajes que tengan sentido, es decir, aprendizajes que los alumnos puedan poner en su historia personal, con su realidad presente o con su proyecto de vida personal y profesional. El desempeño de este rol implica diferentes tareas entre las que destacaría dos:
La primera es, como ya he mencionado, apoyar a los alumnos en la identificación, establecimiento, valoración y, en su caso, reformulación de los intereses y objetivos de aprendizaje. La segunda es acompañar y guiar al alumnado en la búsqueda de información, recursos e instrumentos que le permitan realizar unos aprendizajes congruentes con los intereses identificados y estoy seguro que esta pandemia puede fortalecer esta visión de aprendizajes significativos.
A los alumnos les ha costado trabajo adaptarse a clases y aprendizajes en línea, y los docentes no son ajenos a esta problemática, pero que sigue y cómo podríamos concluir un ciclo escolar difícil, atípico, y con retos para todos los involucrados, sin duda tenemos que encontrar nuevas formas de aprender y enseñar, darnos la oportunidad de encontrar en diferentes lenguajes y formatos, el camino de lo virtual y reconstruir las relaciones profesores – alumnos, para que sea un ganar de ambas partes.
La tecnología nunca podrá sustituir a los docentes, ya que los alumnos requieren de una guía que los ayude a resolver las dudas, pero sin duda cambiará las dinámicas grupales, intercambiando experiencias, conversando y ayudándolos a resolver inquietudes en
espacios colectivos (aulas), pero sin limitar los nuevos espacios que el Covid-19 nos ha dejado como aulas en Teams, Classroom, Zoom, Skype, Edmodo, etc., dando siempre prioridad en el aspecto emocional, recordando que la cognición siempre va sujeta a las emociones.
“No hay que temer nada en la vida, solo hay que entenderlo. Ahora es el momento de entender más, para que podamos temer menos“.
Marie Curie.
Sugerencias y comentarios. pelayofernando10@hotmail.com
Mtro. Fernando Pelayo Rebolledo
Lic. En Ciencias y Técnicas de la Comunicación
Maestría en Educación |
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