Por: Alejandro Bustos
Hay una brillantísima frase de Ronald Reagan que un gran amigo me recordaba el otro día y fundamentalmente me sirvió de inspiración para preparar mi columna de hoy: «La inflación es el precio de los gastos del gobierno que pensabas que eran gratis». De ahí, la importancia del reduccionísmo del gobierno en los asuntos de un país eminentemente liberal, pero ya llegaremos a ello.
Como mencioné en mi columna del pasado martes 5 de septiembre titulada ‘Economía de Mercado: Motor de prosperidad en países liberales’ yo no soy economista; sin embargo, es una ciencia de la cual, sin ser experto, me apasiona estudiar y aprender todos los días.
Como también he confesado en otras entregas en este mismo espacio, me considero a mí mismo, ideológicamente hablando, liberal y defensor del libre mercado. Algunos de esos conceptos fundacionales provienen de una de las corrientes de pensamiento más reconocidas y estudiadas por los economistas modernos, por lo que sigue muy vigente en pleno siglo XXI: la escuela austriaca.
La economía es una ciencia que estudia la acción humana en el ámbito de la escasez. Los seres humanos tenemos necesidades ilimitadas, pero los recursos para satisfacerlas son limitados. Por ello, casi siempre nos topamos con escenarios en nuestra vida en los que debemos elegir entre distintas opciones y asumir las consecuencias de nuestras decisiones (costo de oportunidad). La economía nos ayuda a comprender cómo se forman los precios, cómo se asignan los recursos, cómo se genera el crecimiento, cómo se producen los ciclos económicos, cómo se afectan los mercados por las políticas públicas y cómo se relacionan los agentes económicos entre sí.
Sin embargo, no todas las escuelas de pensamiento económico tienen la misma visión sobre estos temas. Hay diferentes enfoques, metodologías y supuestos que pueden llevar a distintas conclusiones. Entre todas las corrientes existentes, la que hoy nos ocupa destaca por su originalidad, rigor y relevancia: la escuela austriaca de economía.
Esta escuela es una tradición intelectual que se remonta al siglo XIX, cuando el economista Carl Menger publicó su obra 'Principios de economía política', en la que sentó las bases de la teoría del valor subjetivo. Según Menger, el valor de los bienes y servicios no depende de su costo de producción, sino de la utilidad que les otorga cada individuo en función de sus preferencias y circunstancias. El valor es, por tanto, subjetivo y variable, y se determina por la oferta y la demanda en el mercado.
A partir de Menger, surgieron otros economistas que desarrollaron y ampliaron sus ideas, como Friedrich Hayek, Eugen von Böhm-Bawerk, Ludwig von Mises, entre otros. Estos autores conforman la escuela austriaca de economía, que se caracteriza por los siguientes rasgos:
• El valor subjetivo: según postula Menger, el valor de los bienes y servicios depende de la utilidad que les otorga cada individuo, que es subjetiva y variable. Los precios se forman por la oferta y la demanda en el mercado, que a su vez, refleja las valoraciones de los agentes económicos, por lo que no hay un valor objetivo que pueda ser medido o impuesto por un observador externo.
• El libre mercado: el mercado es el mecanismo más eficiente y justo para asignar los recursos escasos entre los fines ilimitados. Por su naturaleza, permite que las personas gocen de su plena libertad individual para comerciar con quién quieran y en el ámbito que deseen (emprendedores); incentivando la producción, el consumo y el ahorro. En otras palabras, este modelo económico se basa en la libre competencia, la propiedad privada y la ausencia de la intervención gubernamental.
• La oposición al socialismo y al intervencionismo estatal: el socialismo es el sistema económico y social que se basa en la propiedad colectiva de los medios de producción y en la planificación centralizada de la economía. El socialismo, como se ha demostrado hasta el cansancio, es inviable e indeseable, porque elimina la libertad individual, impide el cálculo económico, destruye los incentivos y la información, y genera pobreza y miseria. El intervencionismo, como explica y advierte Hayek, es el sistema económico y social que se basa en la intervención del Estado en el mercado, mediante impuestos, regulaciones, subsidios y monopolios. Como mencionaba al principio de esta columna, el intervencionismo es ineficiente e injusto, porque, mediante el descontrolado gasto público, se propicia un efecto colateral como la inflación. En ese mismo sentido, distorsiona los precios, altera la asignación de los recursos, genera inestabilidad y desempleo, viola los derechos de propiedad y conlleva a la pérdida de la libertad individual y a la tiranía del gobierno.
• El liberalismo: es la doctrina política y moral que se basa en el respeto a la libertad individual, la propiedad privada y el estado de derecho. El liberalismo defiende el libre mercado como el sistema económico más adecuado para promover el bienestar general, y el gobierno limitado como el sistema político más apropiado para garantizar la paz y la justicia. Esta corriente ideológica es la única alternativa viable y deseable al socialismo y al intervencionismo, que son formas de coacción y violencia. Después de todo, ¿quién en su sano juicio idealiza que el gobierno controle todos y cada uno de los aspectos de su vida?
Estas son, a grandes rasgos, las principales ideas de la escuela austriaca de economía, que constituyen una alternativa atractiva para el siglo XXI. Hay algunos conceptos un poco más complejos que me dejo fuera como el marginalismo o el ciclo económico pero me parece más propicio que fueran explicados por un verdadero experto en economía y no un mero aficionado.
Frente a las crisis económicas, sociales y políticas de marxismo identitario (disfrazadas de justicia social) que aquejan al mundo actual, estará de acuerdo conmigo, estimado lector, en que la escuela austriaca de economía ofrece una visión lúcida, coherente y esperanzadora, basada en la libertad individual, la responsabilidad y la cooperación.
Esta corriente ideológica es, en definitiva, una escuela de pensamiento que debería estar contemplada dentro del sistema educativo nacional, en vez de la posverdad comunista que ofrecen los nuevos libros de texto como alternativa disfuncional para adoctrinar a las nuevas generaciones. Aunque a largo plazo, estoy convencido que es posible implementar estos cambios en México, pero se necesita la voluntad de alguien que los quiera impulsar y me temo que, de momento, no tenemos un Milei en ciernes.
Referencias:
“Principios de economía política” (1871), por: Carl Menger
“Capital e interés” (1884), por: Eugen van Böhm-Bawerk
“Camino de servidumbre” (1944), por: Friedrich Hayek
“La acción humana” (1949), por: Ludwig van Mises
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