Cada país guarda características propias, devenidas de su génesis poblacional, de su forma de gobierno, de su cultura, hábitos y tradiciones, ese bagaje está detrás de la forma en cómo se conducen sus empresarios, obreros, clase política, etc. Países hay donde quienes se dedican al servicio público previamente se capacitan para hacerlo lograr un mejor desempeño y ofrecer mejores resultados en bien de la población a la que sirven. En México, lamentablemente la ortodoxia política no es muy exigente, basta con pertenecer a la cúpula del partido en el poder y ser amigo de quien decide políticamente para ocupar un cargo público de relevancia, Lo llevó al extremo López Obrador al implementar la ecuación del “90 por ciento de lealtad y 10 por ciento de capacidad” en la política de reclutamiento de personal para el servicio público. Las consecuencias de esa temeraria forma de gobernar las estamos padeciendo porque el país reporta signos de regresión acentuadamente preocupantes. Se magnifica el problema cuando, como sucedió en el periodo de López Obrador, todo giró en torno del voluntarismo d las ocurrencias en el entorno presidencial. Esa semilla la sembró Chávez en Venezuela, país que alguna vez fue el más rico de América Latina. ¡Aguas! |
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