Para erradicar la violencia en México, decía López Obrador, era necesario implementar la estrategia adecuada, nada de guerra contra las células delincuenciales sino combatir las causas de la pobreza, dar a los jóvenes becas y contratos de trabajo (servidores de la nación, sembrando vida), adicionalmente redistribuir la riqueza implementando programas asistenciales. Pues bien, según el INEGI se sacó a 13.5 millones de mexicanos de la pobreza, dice la presidenta Sheinbaum que ese dato “cimbró al mundo entero”. Pero, obviamente, ese estallido de entusiasmo difícilmente trascendió nuestras fronteras porque el mundo tiene y atiende sus propios problemas y los resuelve sin echar mano de programas asistenciales. Nadie en este país podría estar en contra de que haya un menor número de pobres, lamentablemente la forma en cómo se ha reducido, si bien ha sido benéfica, quienes ahora reciben el beneficio del programa social si estos se suspendieran seguirán siendo pobres, porque no se les aportan herramientas necesarias para aspirar a un ascenso en la escala social. Es decir, es una dependencia absoluta de que el gobierno disponga del dinero suficiente para sostener el gasto público, que en el caso de México proviene de una deuda pública en exagerado crecimiento. Por otro lado, el gasto de inversión, obra pública, no permite suponer avances sustantivos en el desarrollo económico porque el crecimiento económico es pírrico y no alcanza para sostener la carga asistencialista.
En ese contexto, pese a la reducción de la pobreza, la violencia no declina, lo atestiguamos en Veracruz donde con motivo de las fiestas patrias las autoridades municipales de Cerro Azul, Zozocolco, Coxquihui y Coahuixtlán anunciaron la cancelación del festejo patrio. Para brindar seguridad en el Totonacapan la autoridad estatal ha enviado refuerzos de seguridad con cientos de elementos de la Guardia Nacional y del Ejercito mexicano, acaso con ello haya posibilidad de realizar los festejos, pero es un remedio eventual que no elimina la fuerza motora de la violencia en aquella región. Bien que se refuerce la seguridad, ojalá esos contingentes formen parte de una estrategia efectiva contra los grupos delincuenciales, no vaya a ser que pasadas las fiestas patrias todo vuelva “a la normalidad”. Además, la violencia no es privativa de Veracruz, pues según informó el gobernador de Sinaloa en esa entidad no habrá eventos de festejos públicos. Así las cosas en nuestro país. |
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