Por Ángel Lara Platas
Por costumbre, los ciudadanos le echamos la culpa al gobierno de todos los problemas que existen en el país. Los ciudadanos nos quejamos del manejo oscuro de los recursos públicos en manos de funcionarios públicos; de las obras que se realizan sin cumplir con las especificaciones de rigor, o de la mala calidad en los servicios que prestan cualquiera de los tres niveles de gobierno.
Las críticas las dejamos en la mesa de algún café donde departimos con los amigos, o en la comodidad de la sala de nuestras casas. Pero no damos un paso adelante para articular como sociedad, los señalamientos necesarios para que los gobiernos corrijan el rumbo.
La historia nos dice que mientras no existan contrapesos reales, ninguno de los gobiernos se preocupará por mejorar los servicios o transparentar el manejo del presupuesto. Es necesaria la vigilancia social para que gobierno y sociedad caminen en sincronía.
El más atinado de los contrapesos son los ciudadanos organizados. Cuando la ciudadanía se sincroniza y exige, el gobierno cede.
En la sociedad civil está el recurso del conocimiento y la experiencia. Tiene los canales necesarios para elevar sus voces argumentativas y hacerse escuchar.
¿Qué hace falta? Decisión
Un ejemplo de participación social que me llamó la atención, fue cuando se pretendió construir en Tepoztlán, Morelos, un club de golf de clase mundial, hace unos 25 años aproximadamente.
Los accionistas eran destacados personajes del mundo empresarial mexicano. Sus cabilderos, con buenas relaciones en las áreas donde se consiguen ese tipo de permisos, cumplieron su cometido. En corto tiempo tenían todo en regla.
El lugar donde se construiría ese centro de recreación, formaba parte de la cadena de bellezas naturales del municipio morelense. Como ocurre en estos casos, hubo ofrecimientos a los pobladores más cercanos, quienes aceptaron con algunas condiciones. Las promesas quedaron en papel protocolariamente firmado por las partes.
El proyecto ya se había hecho circular a los presuntos socios, entre los que se encontraban unos jeques árabes.
Todo iba viento en popa hasta que unos pobladores, de los que llegan a México para establecerse en lugares donde la naturaleza es bastante pródiga en entornos que enaltecen la vista, y que se asentaron precisamente en Tepoztlán para realizar sus oficios como pintores, escritores, poetas, y otros más; se enteraron de lo que iban a hacerle a esas bellezas. Hablaron entre ellos, luego con la gente del municipio, se organizaron todos y lograron conformar una importante corriente opositora al proyecto.
Intentaron cooptarlos, pero nada lograron. Las intimidaciones tampoco surtieron efecto. Los funcionarios del Ayuntamiento
Consiguieron espacios en los medios de comunicación y la difusión fue tan amplia de los argumentos sólidos que expusieron, que personas de otros lugares de Morelos se estaban solidarizando con los opositores al proyecto.
Finalmente, el club de golf de clase mundial quedó en el aire.
Los cinco o seis que eran en un principio, extranjeros todos, lograron convencer a todo un pueblo para formar parte de la resistencia, mientras ellos aportaban los argumentos necesarios.
Un mayor involucramiento de la ciudadanía en los asuntos públicos aportando, por un lado, y exigiendo por el otro, podrían garantizarse mejores resultados en las acciones de gobierno. |
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