Con la novedad que el propósito fundamental de las encuestas es fomentar el ego de quienes las pagan. Los propios encuestadores están diciendo que no reflejan la exacta dimensión de lo que habrán de decidir los votantes en las urnas.
Ésta excusa es apoyada por los que no salen bien evaluados, se justifican con la hipótesis que las encuestas son como una fotografía que capta el instante en que se toma, nada más; pero que la verdadera encuesta es la del día de las votaciones. Por supuesto que los que van arriba, las defienden con toda su convicción.
En medio de las descalificaciones y justificaciones, ha quedado al descubierto lo que cuesta la contratación de los servicios de las casas encuestadoras y, la verdad, resultan cantidades verdaderamente insultantes porque muchas de ellas se pagan con dinero público.
Que publiquen la metodología de la encuesta no es garantía suficiente para la efectividad esperada. Debe haber nuevas valoraciones para darle mayor certeza al producto que venden a los candidatos.
Cada vez, las posibilidades de no acertar son mayores simplemente porque el encuestado ha decidido la secrecía. Razón suficiente para que los números que ahora se publican, sean bastante diferentes a los resultados finales de la elección.
Es significativo, por ejemplo, que el número de supuestos encuestados que no aceptan ser encuestados sea muy alto, anda alrededor del 45%. Hay varias suposiciones pero ninguna casa encuestadora ha atinado a explicar de manera científica de qué se trata. Mención aparte es la cifra, también alta, de los indecisos: 35%. Por lo tanto, si se consideran ambas cantidades, 45 más 35, resulta una cifra bruta del 80%. Los restantes 20% estarían muy lejos de ser una muestra representativa de la opinión de los muchos millones de mexicanos enlistados en el padrón electoral.
Por la intensidad de las campañas, por el involucramiento directo de personas que anteriormente habían permanecido al margen, y por la polarización de los ánimos de los simpatizantes de cada uno de los contendientes para presidente de la República, se prevé una votación copiosa que pudiera igualar el porcentaje que obtuvo Ernesto Zedillo, con la diferencia que en aquella ocasión operó el voto del miedo.
Por primera vez, la cifra de votantes que llegarán a la urna con la convicción de por quién van a votar, será mayor que en las anteriores elecciones. Se estima que los indecisos que decidirán en la soledad de la mampara no sobrepasen el 5%, el porcentaje más bajo de la historia reciente.
Una semana antes del primero de julio, día de la jornada electoral, el noventa y cinco por ciento de los potenciales electores sabría por quién votar. La información que de los candidatos se ha hecho pública, ha sido amplia y profusamente difundida. Se ha conocido todo a cerca de los contendientes. No hay duda de quién es quién.
Habrá una diversidad en la definición de los votos. Por ejemplo, el voto de los marinos y los miembros del ejército, y de sus familiares, de entrada tendrá una definición: no votarán por quien ha prometido desaparecerlos; es decir, por el que ha prometido convertir a éstas fuerzas en una policía nacional. Con ellos no va a contar el candidato Andrés Manuel.
El voto de los empleados de las empresas más grandes de México, es probable que tampoco se sumen al escrutinio a favor del tabasqueño. Sus patrones, los dueños del dinero privado, han mostrado desasosiego por el miedo de que sus empresas sean pasadas por las armas de la expropiación, como ocurrió en Venezuela. Los empresarios están hablando con sus trabajadores para convencerlos de lo que podía ocurrir si llega a Los Pinos ya sabes quién. (Aclaro: eso de llegar a Los Pinos es un decir, ya que éste emblemático lugar tendrá otro destino)
Le siguen los burócratas. Contrario a lo que prometió Vicente Fox cuando andaba en campaña, de subirle el sueldo a la burocracia y hacerlos profesionales de carrera, determinante para el triunfo del hombre de las botas; ahora, el dueño del rancho cuyo nombre no quiero recordar, ha dicho que les bajará el sueldo. Los burócratas, que siempre le apuestan a la permanencia en sus puestos, ahora se ven amenazados con recibir la mitad de su sueldo que de por sí no alcanza para gran cosa. Y son muchos, tantos como para darle la vuelta a una elección.
Existe otro tema que también pudiera votar: La amnistía a delincuentes. Hasta ahora, Andrés Manuel no ha dejado en claro los términos legales de esa propuesta, ni las consecuencias sociales que ello significaría.
Lo del aeropuerto, un tema sensible para los que están directamente metidos en la construcción y los que acostumbran ese medio de transporte, también están comprendidos dentro del 35% de indecisos. Se deduce que dentro del 45% que no quieren contestar, estén los votos hacia Meade pero que reprueben al PRI. También podrían estar los que han visto las imágenes de la portentosa marcha de venezolanos gritando a Maduro que tienen hambre, cuyo mensaje sobra comentar. |
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