Por Ángel Lara Platas
La discusión sobre los resultados de las encuestas sube de tono.
Son muchas las encuestadoras que aparecen cada vez que hay procesos electorales, y el número tiende a elevarse. La mayoría desaparece después del proceso sin preocuparles si sus resultados se ajustaron o no a los números de la votación emitida.
Después de las elecciones del 2 de junio veremos cuáles estuvieron cerca del resultado final de votos, y cuáles anduvieron totalmente desorientadas.
El razonamiento sería que aquellas empresas que estuvieron muy distantes de los números reales no las volverían a contratar, pero el asunto va por otro lado.
Las encuestadoras no le mienten al contratante. Con la metodología correcta le pueden entregar resultados reales, excepto que haya un acuerdo convencional entre ambas partes. Si el candidato quiere que la encuestadora muestre números inflados para influir en los electores, o en los que deciden las candidaturas, por supuesto que lo hará. Esa es la razón de su sobrevivencia. Con lo que cobran en un proceso electoral les alcanza para aguantar hasta el siguiente.
El compromiso que tienen las encuestadoras no es con la ética ni con la calidad de su trabajo. Es con la cartera. Estas empresas no buscan otros procedimientos porque con los que actualmente utilizan le ha ido muy bien; algunos se han convertido en millonarios.
A pesar de todas las bondades de los métodos actuales para obtener la opinión de la gente, no está lejos el fin de las mencionadas empresas encuestológicas.
Robotizar las preguntas sin saber bien a bien a quien están encuestando, no es el mejor método. No se sabe si quien está contestando las preguntas conoce en detalle la trayectoria de los candidatos. Como también puede tratarse de alguien que no le interese la política y conteste lo que en ese momento se le ocurra.
Si este es el caso, los resultados tendrán alguna distorsión así se apeguen a la metodología que ofrecen.
Por otra parte, las encuestadoras no publican datos importantes para evaluar la calidad del sondeo como, por ejemplo, cuántas personas colgaron el teléfono antes de contestar, o cuantas oprimieron teclas diferentes a las sugeridas. Ni los que no tenían idea de los competidores por el puesto.
estaban en condiciones de contestar en base al conocimiento que deben tener de las circunstancias políticas y electorales.
Además, nos presentan las encuestas como si todos los entrevistados tuvieran el pulso exacto de la política y los políticos, cuando sabemos perfectamente que la mayoría de la gente está al margen de los asuntos políticos. No le interesa porque están dedicados a otras cosas de mayor interés para ellos.
A los ciudadanos ha dejado de interesarles contestar preguntas de los robots encuestadores, porque a la gente le gusta el diálogo humano, no los monólogos como es el caso de las encuestas.
De un tiempo a la fecha, los ciudadanos están matizando su respuesta para no comprometer los apoyos que reciben del gobierno. Ante el desconocimiento de las leyes, la duda aparece.
Actualmente, un grupo de expertos están poniendo a prueba un nuevo método para medir, con mayor certidumbre, las opiniones respecto a los candidatos.
El plan es sustituir las respuestas lacónicas por diálogos cabales en los que, además de recoger el sentir de los votantes, se llegue al “porqué” y al “cómo”. Es decir, esta nueva técnica proporcionará la información necesaria para proponer adecuaciones a las campañas de aquellos candidatos que lo requieran. Es precisar lo que necesitan hacer para asegurar su triunfo. En esta información se considerará el potencial electoral de los principales actores políticos del municipio, distrito o Estado.
La estrategia fundamental es acudir al lugar seleccionado, para hablar con los concentradores de opinión. En cada pueblo, por pequeño que sea, existen dos o tres personas con este perfil. En las ciudades pueden encontrarse hasta diez concentradores de opinión. Con ellos hay que platicar, luego hacer el cruce de datos para la valoración respectiva y, finalmente, trabajar sobre las conclusiones para elaborar el panorama electoral por distrito o municipio. Con estos podrán construir el panorama estatal en la elección de gobernador.
Con el nuevo método no será la “fotografía del momento”, que a menudo se utiliza para justificarse cuando los resultados de la encuestadora no coinciden con la votación final.
Las conclusiones del informe plantean una serie de variables, que tendrán vigencia por todo el tiempo que dura el proceso. En casos de alta conflictividad se considera una visita más solo a los lugares donde se presente.
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