Por Ing. Fernando Padilla Farfán
La historia nos dice que todos los pueblos tienen un origen, luego sobreviene su desarrollo y posteriormente su zenit, donde permanecerán según su crecimiento cultural, científico y moral; y, finalmente, la caída o inhabitabilidad. Los que crecen desordenada y rápidamente y no tienen la inteligencia adecuada, con facilidad decrecen o colapsan. Existen los que sólo sufren un decaimiento. En este caso prevalece la oportunidad de que reorienten el curso de su progreso con la participación de la sociedad y el gobierno.
Por ejemplo, resulta paradójico que ahora que las tecnologías para comunicarse unos con otros sin importar el lugar del planeta donde nos encontremos, las sociedades presentan crisis en materia de comunicación y entendimiento. Con preocupación se observa que los avances tecnológicos en materia de comunicación, caminan en sentido opuesto al entendimiento y los acuerdos interpersonales.
Tal vez derivado de lo anterior, algunos países están resintiendo ciertas implosiones en su cohesión social. Es decir, Hay ciudades y pueblos que se están devorando a sí mismos. Esto no obedece a fuerzas externas sino internas: unos contra otros o, lo que es peor: todos contra todos.
Los grupos sociales que manifiestan cualquier inconformidad ocasionada por el gobierno, o cuando se le involucra indirectamente, dirimen sus asuntos en las calles. Las calles, avenidas y carreteras, han sido escogidas por todos aquellos que tratan de presionar a las autoridades, como el espacio propio para ser escuchados. Sin embargo, saben perfectamente el daño que ocasionan a la sociedad que nada tiene que ver con los asuntos de los protestantes, pero algo ocurre que, a pesar de ello, usualmente los grupos protestantes adoptan actitudes agresivas contra la misma sociedad a la cual pertenecen.
La protesta, justificada o no, la realizan ciudadanos por inconformidades contra el gobierno, pero es la misma ciudadanía la que padece las consecuencias de movilidad, de salud y financieras, por bloqueos y acciones violentas. La inversión se espanta, se aleja: pierde la sociedad, pierde el país.
Lo más grave del asunto es que los que escogen el método de la protesta como reclamo, a pesar de su preparación académica como el caso de los maestros y estudiantes de niveles universitarios, se observa una transformación en su comportamiento al momento de manifestarse: de pasivos se transforman en agresivos. Su eventual euforia se nutre del perjuicio que ocasionan a la sociedad.
Los ciudadanos no salen del asombro al observar cómo la ciudad se consume a sí misma, pero nadie hace nada.
Resulta paradójico que se den manifestaciones de gobierno contra gobierno. En política las formas están rotas como rotas están la moral y la ética. No solo en México pasa, también en otros países.
Una escritora estadounidense, hace algunos años en un programa de debate, propuso bombardear México para acabar con los migrantes mexicanos por invadir a su país. No fue criticada por quienes veían ese programa, al contrario, hubo expresiones de apoyo a esa loca idea. Le mandó un mensaje al presidente Obama para que actuara contra México como lo hacía el Primer Ministro Israelí Benjamín Netanyahu, en la Franja de Gaza. La sociedad quiere acabar con la sociedad. Lo que hizo esta chica el día anterior a las elecciones para Presidente de los Estados Unidos, marcaba claramente lo que iba a ocurrir el día electoral. Era el pensamiento de los votantes que llevaron a Trump al éxito electoral.
Es curioso que muchos mexicanos radicados en aquel país hayan votado por Donald a pesar de su fobia contra los mexicanos. Mexicanos contra mexicanos. Así los odios de unos contra los otros. |
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