Pocos le creen, aunque el manifiesta una total seguridad de que será el candidato presidencial de MORENA (antes coordinador de la defensa de la 4T). Sin duda es el que más reflectores jala, aunque las encuestas lo ubican en segundo lugar y no hay manera de que empareje los números.
Marcelo Ebrard repite hasta el cansancio las irregularidades que hay (según su óptica) en la disputa por la nominación de MORENA.
Señala sin preocupación de ninguna clase las artimañas que se fraguan en su contra desde el propio gobierno y los cuarteles de una de sus oponentes, Claudia Sheinbaum.
Hay quienes remarcan que Marcelo se alejará del partido si no es declarado ganador por las encuestas que levantará su partido, aunque él lo niega rotundamente.
Tal vez, Marcelo tenga razón y no abandonará el partido, porque se le cerraron los espacios e ir por una candidatura independientes sería un suicidio.
No hay lugar para los independientes y ni siquiera para un tercer candidato o candidata, ya que lo único que haría sería inclinar la balanza hacia una de las dos grandes alianzas.
Los episodios de Marcelo hacen ver que no aprendió nada de las lecciones del pasado, de las que le tocó vivir cercanamente y hasta en carne propia.
En noviembre de 1993, Marcelo siguió ciegamente a su gurú, su maestro en la actividad política, Víctor Manuel Camacho Solís, quien rumiando su frustración decidió no apoyar al candidato presidencial, Luis Donaldo Colosio Murrieta y decidido a rebelarse no acudió a felicitarlo como establecía la liturgia política de aquel entonces.
Camacho Solís fue obligado a aceptar la titularidad de la secretaría de Relaciones Exteriores, llevando como subsecretario al propio Marcelo. Después lo acompañó en su aventura como Comisionado por la Paz en Chiapas y siguió a su lado en la fundación del Partido Centro Democrático que se anunció como una opción e hizo crisis en su primera incursión política. Hasta el propio Marcelo abandonó la nave, cediendo su candidatura al gobierno del DF en favor de Andrés Manuel López Obrador.
Ahí sufrió su segundo fracaso, aunque a la larga le funcionó mejor, ya que el hoy Presidente lo acomodó nuevamente en la trinchera política y lo proyectó al gobierno capitalino.
Su gobierno fue considerado como bueno, por lo que creyó tenía alas para una eventual candidatura presidencial, sueño que le fue arrebatado por AMLO, quien ahora pretende hacer lo mismo.
Es obvio que Marcelo no es el candidato de López Obrador, esa es Claudia, pero tampoco es su hombre de confianza, ese es Adán, entonces que es lo que garantiza Marcelo, aparentemente nada, aunque tal vez convertiría al Presidente en un verdadero demócrata, si es que en realidad las encuestas favorecen a Marcelo.
Esto último carece de viabilidad, ya que las reglas establecidas se encuentran lejanas de esa posibilidad. Esas reglas aceptadas por todos, incluso adicionadas por Marcelo, están vigentes y habrá de ser respetadas.
Marcelo sigue siendo necesario en la 4T, ya que es el elemento indispensable para alzarle la mano a Claudia y su casi seguro triunfo. No hacerlo equivaldría a una situación similar a la realizada por su jefe político, Camacho Solís y al procedimiento seguido por Roberto Madrazo Pintado con Francisco Labastida Ochoa.
Además, Marcelo debe recordar como juega la 4T con sus encuestas y el resultado puede indicar que Marcelo quedó no solamente debajo de Claudia, sino también de Adán, como le ocurrió a Monreal hace seis años y a Ricardo Mejía en Coahuila, entre otros.
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