Que injusto parece el abordar el tema de las traiciones y comenzar aludiendo a las mujeres; tal vez pensando en la historia de la creación donde Eva engañó a Adán y le dio a comer del fruto prohibido, lo que les representó ser expulsados del paraíso. Ella había sido engañada previamente por la serpiente con la oferta de que el comer del fruto los haría como Dioses.
Más cerca de nuestro tiempo y de nuestra tierra, en la historia de la conquista, surge una mujer conocida como La Malinche, que jugó un papel muy importante, pues desde el momento en que unió fuerzas con el conquistador Hernán Cortés, el destino del imperio Azteca quedó sellado, pues su amplio conocimiento de los puntos débiles de emperador Moctezuma y su colaboración como traductora fueron fundamentales para lograr las alianzas que llevaron a los españoles a la victoria.
Como ocurre con los traidores, para algunos esta mujer entregó los destinos de su patria al poder extranjero y las consecuencias de su terrible traición llegan hasta hoy.
Pero no solo son las mujeres las que tienden a traicionar; “¡Tú también, Brutus!” fue la frase con que el emperador romano Julio César se despidió del mundo. Los senadores romanos les habían preparado una emboscada y entre los conspiradores se encontraba su hijo Marco Junio Brutus quien traicionaba por partida doble, a su familia y a su patria.
Y no podía faltar el hombre que recibió 30 monedas como pago de su traición a quien posteriormente sería crucificado. En un evento previo, durante la cena, todavía se atrevió a preguntar: ¿seré yo Maestro?. Judas marcaría su traición con un beso, lo que también muestra el grado de cercanía del traidor.
De manera que para que exista una traición sólo se necesita una ambición por el poder y el dinero; lo demás se va dando de manera natural y espontánea.
Que extraño encanto envuelve al poder, que hace a las personas traicionar a su gente, a sus amigos, a su familia, a su maestro y a sí mismo al traicionar sus ideales, sus sueños, sus principios y hasta su propia vida.
La traición busca un pago, en poder o en dinero y para conseguir cualquiera de las dos, se está dispuesto a entregarse al conquistador, entregar a la familia o dar un beso a quien no te ha hecho ningún mal.
No es un asunto de género; es un asunto de personas extraviadas de sus principios que se vuelven vulnerables a la ambición del dinero y el poder.
Por eso cuando llegan al poder se transforman de forma sorprendente con una exagerada ambición por el dinero y nada los satisface; por eso están dispuestos a traicionarse a si mismos dejando de ser lo que eran, lo que los hizo crecer y llegar a lugares de privilegio, para ser lo que antes detestaban.
Hablar de traiciones es tocar puntos sensibles y dolorosos en el corazón, porque nunca te lo esperas, porque surge de muy cerca de tus afectos, porque viene de quien se acerca y te besa.
Pero lo más lamentable es cuando la traición viene de dentro de uno mismo, cuando brota de los demonios internos, eso es la traición más dolorosa y frustrante que convierte la vida en un infierno de amargura y rencor.
Y no hay expiación para quien es capaz de traicionarse a sí mismo. Es mi pienso. |
|