En Veracruz, la palabra “rezago” ya no alcanza para describir el drama que vivimos: somos el estado con mayor número de analfabetas en México. De acuerdo con el INEGI, en el Censo 2020 se registraron 517,798 personas mayores de 15 años que no saben leer ni escribir. Y aunque el IVEA estima que en 2024 la cifra bajó a 476,591 veracruzanos, seguimos hablando de casi medio millón en condición de analfabetismo, el 7.7% de la población estatal. No es un accidente histórico ni un simple rezago; es la prueba más dura de la ineficacia de un sistema que presume presupuesto, una nómina magisterial enorme y programas rimbombantes, pero falla en lo más básico: garantizar el derecho a la alfabetización.
Paradójicamente, Veracruz presume tener la nómina magisterial más grande del país, pero esa fortaleza no se traduce en resultados. ¿De qué sirve pagar a decenas de miles de maestros si el estado sigue encabezando las listas de analfabetismo y rezago educativo? No es falta de docentes: es falta de estrategia y de voluntad política.
El analfabetismo no es solo un indicador escolar: es una condena social. Quien no sabe leer ni escribir queda atrapado en trabajos precarios, depende de otros para entender trámites básicos y no ejerce plenamente su ciudadanía. Es la exclusión sistemática de cientos de miles de veracruzanos.
No estamos solos en el problema, pero sí en la magnitud: Chiapas, Estado de México, Oaxaca y Puebla, tienen cientos de miles de analfabetas. Veracruz sin embargo, supera a todos en cifras absolutas. Y esto ocurre en 2025, cuando educación e información son la base del desarrollo.
Los datos de abandono escolar explican la herida: en primaria, el abandono cayó de 2.1% (2000/2001) a 0.5% (2023/2024), en secundaria bajó de 7.3% a 3% con repuntes; en media superior sigue crítico (10.7% en 2023/2024), y en superior ronda 10.8% (con picos de 14.3% en 2021/2022). Ese goteo forma el círculo vicioso: jóvenes que abandonan la escuela terminan como adultos analfabetas o funcionalmente analfabetas, incapaces de sostener la educación de sus hijos.
Mientras tanto, el gobierno se distrae con iniciativas de relumbrón como el nuevo esquema de servicio militar con becarios: alta factura, nula innovación y una misión desviada (pretender que las Fuerzas Armadas combatan la deserción escolar). Así, se encuentran recursos para propaganda, pero no para un plan serio de alfabetización. El contraste indigna: el IVEA opera con menos del 1% de su presupuesto realmente orientado al rezago, con 1,000 trabajadores y voluntarios ocasionales… para alfabetizar a casi medio millón de personas.
En nuestro territorio, este drama se siente en San Andrés Tuxtla, Papantla, Veracruz puerto y Xalapa: miles de adultos mayores, jornaleros, mujeres y jóvenes que nunca tuvieron oportunidad real de aprender. El gobierno presume reducciones “de 4% en 100 días” en algunos municipios; la cifra global no se mueve y Veracruz sigue en la cima de la lista negra.
El Instituto Veracruzano de Educación para Adultos nació con una misión loable. Hoy es, más bien, un cuello de botella:
● Presupuesto mínimo. Menos del 1% dirigido realmente al rezago; el resto se diluye en administración y nómina. Con ese músculo flaco no hay manera de cubrir el universo objetivo.
● Precariedad laboral. Denuncias por despidos injustificados y discriminación desalientan y rotan al personal, erosionando experiencia en campo.
● Sombra de corrupción. Señalamientos internos de desvío de recursos y abuso de poder minan la credibilidad y paralizan decisiones.
● Dependencia del voluntariado. Programas como AlfabetizaTEC prueban compromiso social (469 voluntarios, 589 personas atendidas), pero no escalan: la alfabetización exige cuerpos profesionales estables.
● Desconexión con la realidad. Falta perspectiva de género y enfoque intercultural en programas que presumen atender a mujeres, víctimas de violencia o personas en rehabilitación.
● Opacidad de resultados. Sin tableros públicos trimestrales, la evaluación es difusa y el escepticismo crece.
La lección de Cuba
Con 47% de analfabetismo rural y más de un millón de personas que no sabían leer, Cuba organizó en 1961 una Campaña Nacional de Alfabetización que movilizó a 250 mil brigadistas. En menos de un año redujo el analfabetismo al 3.9% y proclamó el 22 de diciembre de 1961 su Territorio Libre de Analfabetismo. No fue magia: fue decisión política, organización social y prioridad presupuestal.
Mientras Veracruz celebra “4% en 100 días” en ciertos municipios o 589 alfabetizados por voluntarios, medio siglo después seguimos en primer lugar nacional. El contraste desnuda la mediocridad de nuestras prioridades.
¿Qué hacer frente al analfabetismo en Veracruz?
La pregunta no admite más dilaciones ni respuestas simplistas. Casi medio millón de personas sin acceso a lo más básico exige una estrategia de Estado, no programas testimoniales ni discursos conmemorativos.
Se trata de diseñar una política pública con presupuesto real, metas medibles y continuidad más allá de un sexenio, basada en metodología comprobada y experiencias exitosas. Veracruz no puede seguir administrando la miseria educativa; necesita una cruzada integral que combine recursos, profesionalización docente, innovación tecnológica, participación comunitaria y voluntad política. A continuación, se presentan propuestas concretas y viables que marcan el camino hacia un verdadero cambio.
1. Plan estatal con presupuesto multianual y metas verificables
Veracruz tiene 476,591 analfabetas (7.7%). Con ~1,000 trabajadores del IVEA, cada uno tendría que atender 470+ personas. Hacen falta metas a 5 y 10 años, presupuesto propio y coordinación SEV–IVEA–municipios, con un tablero público de avances.
2. Enfoque territorial: 20 municipios primero
Priorizar los 20 municipios que concentran >50% del rezago (incluidos San Andrés Tuxtla, Papantla, Veracruz puerto y Xalapa). Brigadas móviles, aulas itinerantes, materiales contextuales y logística para comunidades dispersas.
3. Profesionalizar y multiplicar alfabetizadores
Dejar de depender del voluntariado. Objetivo sexenal: 10,000 alfabetizadores remunerados y capacitados (normalistas, universitarios, jubilados del magisterio) con formación en didáctica de adultos e interculturalidad.
4. Tecnología de bolsillo
Con >70% de hogares con celular, desarrollar apps, audios y videos en español y lenguas originarias. No sustituyen al maestro, pero aceleran y dan continuidad entre sesiones presenciales.
5. Vincular con programas sociales (incentivos)
Inscripción y permanencia en módulos de alfabetización como condición/bono en becas, apoyos alimentarios y capacitación laboral. Del discurso a los incentivos reales.
6. Aulas en centros de trabajo
Llevar alfabetización a campos agrícolas, maquilas, mercados y comercios, con horarios flexibles. El modelo opera en otros estados: replicarlo y financiarlo.
7. Bilingüe e intercultural
Materiales y formadores en lenguas originarias. Alfabetizar primero en lengua materna mejora retención y éxito en Sierra de Zongolica, Huasteca y otras regiones indígenas.
8. Campaña contra el estigma
Historias de éxito y mensajes claros: nunca es tarde. Reducir la vergüenza social multiplica la matrícula. El impacto se transmite a hijos y nietos.
9. Universidades y tecnológicos como columna vertebral
Del gesto al compromiso obligatorio: servicio social y prácticas con metas por institución, tutores responsables y evaluación independiente del impacto.
10. Transparencia y evaluación pública trimestral
Tablero abierto: alfabetizados, continuidad a primaria/secundaria, abandono, costos por beneficiario y georreferenciación. Sin datos, todo es propaganda.
El analfabetismo en Veracruz es la prueba de fuego de un gobierno que dice apostar por la educación. Si creen en la justicia social, la primera tarea es enseñar a leer y escribir a casi medio millón de personas.
No hablamos de números fríos, hablamos de vidas concretas: leer una receta médica, entender una boleta electoral, escribir una solicitud de empleo. Eso es dignidad; negarlo es exclusión.
Los “resultados históricos” en cien días y las banderas blancas locales no cambian el mapa estatal. Seguimos en primer lugar. El rezago no se vence con propaganda, sino con políticas serias, inversión y continuidad.
La alfabetización no puede ser una efeméride cada 8 de septiembre. Debe ser la gran cruzada de este gobierno si quiere dejar legado. Lo contrario es administrar la pobreza.
Porque la trampa del analfabetismo es la trampa de la marginación. Sin alfabetización, no hay movilidad, no hay derechos, no hay futuro.
Veracruz tiene universidades, tecnológicos y capital humano para liderar una batalla nacional. Lo que no tiene —todavía— es un gobierno que se decida a encabezarla en serio.
Sanar esta herida no es retórica: es política pública con presupuesto, metas y resultados. Un Veracruz alfabetizado sería un Veracruz distinto. Mientras sigamos becando servicios militares de relumbrón y abandonando a medio millón en la oscuridad, la ignorancia seguirá siendo la norma.
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