Samuel Aguirre Ochoa
Vivimos en una sociedad capitalista agonizante, en la que la desigualdad y la pobreza crecen cada día más. De un lado, la riqueza se concentra en las manos de unos cuantos milmillonarios que viven mejor que reyes, pues han monopolizado la industria, los bancos, el comercio, la tierra, los yacimientos minerales y también el poder político. Del otro lado, el número de pobres cada día que pasa es mayor: los que tienen empleo ganan poco, otros están desempleados y muchos ocultan la falta de empleo ocupándose actividades informales como vendedores ambulantes, fabricando artesanías y productos a altos costos que le impiden venderlos con rapidez y hay casos verdaderamente lacerantes de personas que se dedican a mendigar.
El 1 % de los hombres más ricos del planeta han acaparado casi dos terceras partes de la NUEVA riqueza creada (valorada en 42 billones de dólares), generada a nivel global entre diciembre de 2019 y diciembre de 2021, casi el doble que el 99 % restante de la humanidad, según revela un nuevo informe de Oxfam Internacional. Proceso de acaparamiento que se ha acelerado, pues durante la última década, el 1 % más rico ha capturado alrededor del 50 % de esta nueva riqueza.
Los 2,153 milmillonarios que hay en el mundo poseen más riqueza que 4,600 millones de personas (un 60% de la población mundial), según reveló Oxfam en su informe publicado antes del Foro Económico de Davos en 2023.
El problema de la desigualdad y la pobreza, de la injusta distribución de la riqueza social son la madre, la causa fundamental de los problemas que enfrenta actualmente la humanidad entera: de las guerras, de la delincuencia organizada y la común, de la inseguridad que azota al país entero, los problemas de drogadicción, de la falta de servicios básicos en los pueblos y colonias, de la falta de vivienda, de que mucha gente muera de enfermedades curables como una gripa o el dengue, de la falta de espacios educativos y maestros, etc.
Es necesario hacernos claridad de este complicado problema para tratar de encontrar las causas profundas del mismo. Es necesario saber que el capitalismo en sus orígenes fue progresista y jugó un papel revolucionario, multiplicó la producción con la que inundó de mercancías los mercados, desarrolló la ciencia y la tecnología, incrementó la productividad y abarató costos. Pero el hecho de que el objetivo de este modo de producción consista en que los capitalistas obtengan el máximo de ganancia, y no el de resolver las necesidades de la población, generan anarquía en la producción, provocando crisis cíclicas, después de las cuales la riqueza se concentran con el respectivo empobrecimiento de las clases trabajadoras; lo que ha convertido al modo de producción capitalista en algo caduco, en un modelo de producción enfermo de gravedad, en el que las relaciones de producción son un freno para el desarrollo y evolución de la humanidad.
Los hombres y mujeres bien nacidos no pueden cerrar los ojos ante esta terrible calamidad, deben proponerse cambiar esta injusta realidad y pensar con detenimiento cuál es el verdadero camino para lograrlo. Algunos piensan que basta con cambiar de persona o de partido en el poder: que un mesías, solo o acompañado de un reducido grupo de personas podrán establecer un modelo económico en el que la riqueza se distribuya de forma más equitativa y que, por tanto, desaparezca la desigualdad y la pobreza. Otros pensamos que esta no es la solución, estamos firmemente convencidos de que lo que se requiere es un cambio de clase social en el poder político, para que desde allí, se construya un nuevo modelo económico: un modelo más racional, que además de producir mucha riqueza, ésta se distribuya de forma más equitativa.
Ahora la producción es social, pues para producir un bien se requiere la participación de una gran variedad de obreros, nadie puede decir este producto lo construí yo solo, participan muchos obreros en ese proceso de trabajo concreto. La producción es social, pero la apropiación de la riqueza es individual, esto es una contradicción.
Creemos que los obreros, los campesinos y los sectores populares deben organizarse para la toma del poder político, pero, además, deben tomar conciencia que se requiere de un programa de gobierno construido con bases científicas y, lo fundamental, que tienen que mantenerse firmemente unidos para que se trabaje con limpieza y eficacia para evitar desviaciones y corruptelas. En México estamos muy lejos de este objetivo, pero hay que hacerlo porque nadie en lo individual o algún grupúsculo lo podrá lograr solos.
Se requiere de una organización fuerte que logre articular las acciones que nos lleven a la toma del poder, formada por hombres y mujeres probados en la lucha; una organización con independencia económica que le permita tener independencia política; una organización que no dependa del dinero del gobierno, que sea capaz de generar sus propios recursos: ya sea a través de la colecta pública, de la cooperación de sus integrantes o de la organización de actividades y proyectos económico, tal y como el Movimiento Antorchista lo lleva haciendo desde hace 50 años, siempre hemos trabajado con esta filosofía, porque creemos que la lucha del pueblo trabajador la debe sostener el propio pueblo y nadie más.
El actual gobierno habla de una transformación, de un cambio de régimen, equiparable a una revolución. Pero esto es una farsa, porque en lugar de pugnar por la organización de los trabajadores para que sean ellos los que propicien el cambio, le entregan dinero en efectivo a la gente para desmovilizarla y no luchen por la construcción de un orden social nuevo, en el que verdaderamente desaparezca la desigualdad, la pobreza y la explotación del hombre por el hombre. Y ahí los vemos gastándose el dinero del erario en acarreos de la gente a los mítines de sus candidatos, en lugar de utilizarlo para lo que verdaderamente es: mejorar las condiciones de vida de los mexicanos.
Por eso, amigo lector, si ves a un grupo de jóvenes o colonos colectando o realizando actividades económicas para generar recursos, bríndales tu apoyo, porque están trabajando por una noble y causa. |
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