Bastaron cuatro años de un señalado autoritarismo gubernamental para que la faz de la república diera un vuelco.
A escasos meses de que López Obrador deje el poder, el saldo arroja un México dividido entre “chairos y “fifís” en medio en un dantesco cementerio nacional que deja en sus campos y ciudades 122 mil muertes por violencia.
El desempleo de la mano del hambre y la miseria, recorren la espina dorsal del país, todo en el marco de una creciente irritación nacional.
Hoy la nación se mueve en bancarrota. Las arcas están vacías y los proyectos sexenales -El “Felipe Angeles”, “Dos Bocas” y el “Tren Maya- son una desgracia.
La destrucción de las instituciones ha puesto en serio riesgo el equilibro nacional y la alianza con la criminalidad, han dado paso a la gestación de un narcoestado.
Así lo vemos los más, sin embargo, quien detenta el poder, el dueño de la verdad y con “otros datos” cada vez que se le cuestiona, tiene muy claro el futuro que necesita México.
“La continuidad está garantizado”, gritó AMLO el sábado anterior ante sus seguidores -que dice la Sheimbaun, fueron 500 mil en el Zócalo, según determinan sus raras cuentas-.
Con ese inexplicable razonamiento de “Continuidad” que no es más que el continuismo de una dictadura disfrazada, no hace mas que confirmar que está construyendo su futuro personal para convertirse en el moderno Plutarco Elías Calles, pero ¡A lo bestia!
Los rumbos del Peje y su fanaticada, en mucho recuerdan las “Camisas Pardas” de Hitler, al “Ku klux klan” de los racista gringos, a las “Camisas Negras del Fascismo” de Mussolini, las guardias pretorianas de Fidel Castro y al ejército de imbéciles drogadictos de Hugo Chávez.
Nos evocan también a los “nuevos” sandinistas de hoy del dictadorzuelo Daniel Ortega.
El problema de AMLO es que no se procuró por ver el final de esas viejas dictaduras; de esas historias de sátrapas que terminaron en el cadalso o prisión perpetua.
Pero bueno, se nota que, con esos maestros y estrategias para adueñarse del poder, no hay duda que desde “La Chingada” buscará seguir marcando línea a su corcholata sexenal 2024-2030.
Todo indica que desde su nuevo “Palacio Nacional”, construirá la circunstancia en favor del hijo que la quiere; la fortuna de otro tragón de la “Casa Gris”; la herencia a la mujer -es doctora- y la del resto de la familia, incluidos hermanos, sobrinos, cuñadas y cuñados, entenados y toda esa infausta generación.
¿Y la democracia?
Bueno… de momento, de esa va a tener que esperar.
“Y es de que” -como dice el Peje- si no fuera así, ¿Cuál entonces sería el objetivo de “mandar al carajo las instituciones”? ¿Pa´qué entonces, ocupar tanto tiempo para consolidar un gobierno fincado en 83 mil mentiras mañaneras?
“No, no, no…”
Para el dueño de vidas y destino de 130 millones de mexicanos, la perpetuidad solo se alcanza teniendo a la disidencia contra la pared; repartiendo abrazos y no balazos en favor de los cinco Carteles que tienen bajo control las dos terceras parte del país y seguir cumpliendo con las limosnas al ejército de fanáticos, los chairos y los viejitos, para que no varíen y se les vaya a ocurrir usar el cerebro y pensar.
Por ello, para el líder de esta secta, nada extraña resulta el comportamiento de su fanaticada registrada el pasado sábado.
Las crónicas de la prensa “chayotera”, tal como nos define “El Cacas” -apodo impuesto por la opinión pública- reseña que, con lenguaje religioso, rayando en el fanatismo, chairos y adultos mayores repartieron en el Zócalo de la Ciudad de México panfletos donde “comparan a López Obrador con Jesucristo”.
Esto se vio con las huestes chairas a espaldas de la Suprema Corte, sede del Poder Judicial que encabeza Norma Piña, cuya figura en cartón fue quemada por la fanaticada (en días pasadas, la ministra había sido amenazada de muerte) por no arrodillarse al Peje.
Para los periodistas los emisarios presidenciales también hubo mensaje.
“Todos los malos pensamientos que tengan y que por medio de los periodistas que se venden por unas monedas de plata, como en el tiempo de Judas, tiempo final como el Apocalipsis ha llegado. Tiempo para los malos y serán desaparecidos”, rezaban los panfletos que por millares se distribuían en la plancha de la Plaza de la Constitución.
Lo importante y verdaderamente grave, sin embargo, es que ¡AMLO fue comparado con Jesucristo!
¡Bendito Dios!
En 1972 el afamado mundialmente grupo musical “The Beatles”, se atrevió a declarar que “Nosotros somos más famosos que Cristo” y hasta ahí llegaron. Se quemaron sus discos, se les expulsó de Estados Unidos y Gran Bretaña, su tierra, les dio la espalda, el resto del mundo también.
Tiempo después este grupo se desintegraría.
¿Eso sucederá con López Obrador? Se desintegrará o simplemente en la siguiente mañanera dirá que es la “Santísima Trinidad”.
No se sabe.
Pero sí, la herencia maldita que deja a la república: un país lleno de odios, rencores; corrupciones sin parar y una violencia no vista ni siquiera en guerras declaradas.
Ese es el legado de un hombre alejado del pudor político.
Del defensor de su ignorancia con adjetivaciones de arrabal. El que desapareció más de 100 programas sociales, entre ellos, el Seguro Popular y las guarderías, el que no fue más allá en la lucha contra el Covid 19 que cobró más de un millón de vidas.
El mismo que destazó la Constitución y está por terminar el derrumbe del INE con su “Plan B”.
Es el que quiere vernos “con un par de zapatitos y un pantaloncito “¿por qué, para que quieren más?”.
Comparar a AMLO con Jesucristo habrá tener serias repercusiones con el otro poder, el eclesiástico, aun cuando al propio ejecutivo le valga madre como ya se vio al insultar a cuanta organización internacional, país o institución no aplauda al “presidente más popular del Mundo”, según sus macuarros.
No sé si después de escribir esta reflexión, la chairiza venga por mí, como advierten en su Apocalipsis chafa, pero vale.
Tiempo al tiempo.
*Premio Nacional de Periodismo
|
|