Nomás nada le sale.
Por más que le ayudan los legendarios operadores morenos, le inventan estrategias para eliminar al creciente opositor, de las repetidas visitas de López Obrador para implementar operativos políticos de exterminio, el gastazo por acarreados a desangelados mítines y los vestidos típicos para que parezca veracruzana, no avanza.
No gustan sus propuestas.
Se equivoca a cada paso. Declara que ya recorrió los 212 municipios y nadie le cree. Propone cambios impresionantes en favor de la población y no se gana un triste aplauso y, para colmo, se cuelga a la falda de Claudia Sheinbaum y le ordenan desde Palacio Nacional apostar por el voto cruzado y se resiste.
Con el voto cruzado -es decir, no votar por Nahle, pero sí por Claudia Sheinbaum- AMLO busca no perder la plaza que vale 2.3 millones de sufragios.
Esa es la línea, esa es la meta para el 2 de junio, aunque pareciera que la zacatecana no la entiende al insistir en que va 30 puntos arriba en las encuestas.
La gente se ríe.
El pueblo bueno no le aplaude y los seguidores obligados como la burocracia, asiste a sus encuentros con más ganas de cumplir para no ser despedidos que volcarse en entusiasmo.
Esa mofa veracruzana, esos sones de burla, los chistes y chismes de café y el desprecio a su discurso y su figura misma y malacara del marido, la tienen en la lona.
Sus opositores, que son la generalidad, morenos incluidos, solo la observan.
Que si lleva a sus recorridos zapatos de marca, que si se puso en el cuello un colguije de Tiffany, que si su reloj vale 300 mil pesos, que si anda en Suburban.
Ya no digamos la censura generalizada por su mansión en Boca que vigila una veintena de guaruras, el enojo permanente que carga, el odio a periodistas, las humillaciones a los equiperos, sobre todo a los del atarantado Cuitláhuac y despanzurrados colaboradores.
Nada de lo que hace gusta a los veracruzanos... ni a López Obrador.
Hay un viejo dicho que dice que, si matas un perro, te quedarás para siempre con el mote de “mataperros”.
Es el caso de Roció Nahle.
Carga con la pesada loza de la corrupción que no cesa en el día a día en que se dan a conocer nuevas raterías que van más allá de una fechoría ya que arrastra a López Obrador, a su familia, a la Cuarta Transformación y al continuismo.
Roció Nahle puso en tela de juicio todo el proyecto, ese esquema de primero los pobres, el fin de los fifis y raterazos del pasado y uno de los tres proyectos sustantivos del régimen, Dos Bocas.
Y es que, así como contribuyó a la construcción del nuevo proyecto de nación encabezado por López Obrador, así cinceló su exterminio.
Hoy se perdió la capacidad de asombro con los 100 millones de pesos en mansiones, los 5 mil millones desviados en la Refinería, las empresas fantasma creadas por la familia Nahle con sospechosos ingresos superiores a los 3 mil 500 millones, los cinco millones de dólares en paraísos fiscales y ese tufo de estar ligada al crimen organizado desde hace dos décadas cuando empezó la lucha obradorista.
Hoy el presidente ya no sabe qué hacer con ella.
Todavía el pasado fin de semana la dama del maldecir quiso mostrarle a AMLO su fuerza en Perote, la tierra de Pepe Yunes, pero el desquite no tardó en llegar.
Los autobuses con acarreados llegaron tarde en su mayoría, no llenó ni media cuadra y no pudo poner en ridículo a su opositor quien un día antes junto a mas de 10 mil peroteños en una fiesta de alegría.
Nahle con la cola entre las patas ya recibió la instrucción de manejarse en bajo perfil, en no hacer mucho ruido, en dejar que el voto cruzado evite se pierda la plaza y en cuanto termine la fiesta cívica abandone Veracruz.
Nahle pierde, Veracruz gana.
Tiempo al tiempo.
*Premio Nacional de Periodismo |
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