Ser sujeta de una agresión en un whats app me llevó a analizar el problema de la violencia digital. Hay avances exiguos en su erradicación, pero la violencia crece conforme las mujeres tenemos más presencia en ese espacio público. No vale la pena ni mencionar al autor que se ufana de tener mujeres en su familia, como si eso le diera licencia para arrollar a las otras mujeres. En un chat le solicite respeto cuando cosificaba a unas jóvenes y se descosió con insultos por abanderar el feminismo. Sólo le faltó llamarme feminazi, como suelen descalificar a las mujeres que defienden sus derechos. Ni un paso atrás para limpiar de misoginia ese espacio público. #Lacalleesnuestra ylasredesdigitalestambién.
La ciberviolencia de género se define como aquella violencia desarrollada frente a la mujer que se registra en el mundo virtual, utilizando las nuevas tecnologías como medio paran ejercer daño o dominio (Estébanez, 2013). En palabras llanas se trata del traslado de la violencia de género a la realidad online, donde se “digitalizan” las situaciones violentas, intimidatorias y los mecanismos de control.
Imperativo la erradicación de la violencia y todas las prácticas que van desde el comentario misógino hasta procesos para asesinar mujeres en internet.
El internet es un derecho humano de cuarta generación y, como todo derecho, éste es susceptible de ser violentado. El permitir que alguien ejerza un cibercontrol mediante reprobaciones, acoso o extorsión es normalizar la violencia, es una modalidad violenta que se reproduce con frecuencia cuando las agresiones comienzan a tener cabida dentro de las relaciones sociales en un contexto tecnológico.
La conducta de odio que algunos practican se debe a que en la mente patriarcal no se concibe aún que el espacio público sea un lugar de y para todos, incluyendo el virtual. La incursión de las mujeres al espacio público no ha supuesto “la desaparición de la naturaleza reciamente sexuada de la actividad en las calles y plazas, ni en los lugares semipúblicos de diversión”. Las desigualdades entre hombres y mujeres son una construcción fundacional del orden social, por lo que la violencia contra ellas- en esos lugares -va a traducirse en esas relaciones desiguales de poder entre los sexos, sentencian investigadores sociales.
En el imaginario colectivo subsiste la percepción de que la violencia que viven las mujeres fuera de sus casas, por el hecho de ser mujeres, es de su responsabilidad exclusiva y no un problema que compete a los poderes públicos atender y prevenir. No se asume tampoco que es un problema social que hay que atender entre todas y todos. Por ello resulta esencial que las mujeres recuperemos ese espacio y confrontemos la agresión, espacios fundamentales para la libertad de expresión y esa violencia que ejercen es una amenaza directa a la libertad de expresión.
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En lo digital las mujeres son cotidianamente violentadas en sus derechos, de libre expresión, de tener una convivencia sana, de transitar por las redes sin ser agredidas, estereotipadas, discriminadas, que consideren a las mujeres un objeto sexual, o lancen mensajes, amenazas y extorsiones dirigidas hacia miles de niñas, jóvenes y adultas cuyas fotos íntimas difunden sin consentimiento alguno, en las redes o de celular en celular.
Estas violencias toman varias formas como el cibercontrol y el ciberacoso, que se sirven de Internet y las redes sociales como arma para anular y dominar a la víctima, pudiendo manifestarse, también, a través de modalidades como la cibermisoginia y la ciberviolencia simbólica que instituyen como víctima a la figura de la mujer, que se ve denigrada a un mero instrumento sexual.
Ante la ola feminicida y las agresiones de odio por una misoginia exacerbada es preciso que la gente tome conciencia de este problema, pues las y los mexicanos carecemos de una cultura de la legalidad en medios digitales, creemos que lo virtual no daña y somos ciegos a la mella que esto deja en la integridad y dignidad de las personas, comentaba una abogada.
El problema reside en que no sólo no existe conciencia de este tipo de violencias entre las mismas mujeres porque no las identifican, -el que denigren a otras mujeres convirtiéndolas en mero objeto sexual lo ven normal-, sino que la ley no tipifica estos delitos,-con excepciones en estados como Veracruz, Puebla, Yucatán, Jalisco, Chihuahua, Estado de México.
Cuando alguien protesta por tal tratamiento de las mujeres, el agresor reacciona furibundo, amenaza, desacredita y hace ostensible su deseo de dominio del espacio. No consintamos, ni violencia ni descalificaciones, ni aun cuando digan que es “con todo respeto”. No existen protocolos de acción, ni de seguridad para proteger a quienes son víctimas de agresiones que van desde misóginos comentarios, hasta que divulguen su intimidad, ya que ello tiene serias complicaciones como fortalecer los mercados de la pornografía y la trata virtual de personas y los feminicidios.
Quién no recuerda la foto de una chica en el whats app del panista Ismael García Cabeza de Vaca que en plena sesión del Senado de la República chateo fotos de mujeres sobre quienes realizó comentarios denigrantes. Una de ellas, una joven, a quien afectó gravemente en su reputación al tratarla como sexoservidora.
Historias de políticos hay muchas que reflejan su ignorancia y la matrix cultural que los cubre. Los comunicadores y sobre todo las mujeres del gremio, tienen la responsabilidad de conocer de estas violencias que deben combatir, insisto, porque es una manera ancestral de relacionarse que deja miles de víctimas en el país. Por esto y más hay que visibilizarlos. #Lacalleesnuestra ylasredesdigitalestambién * Directora BillieParkerNoticias.com
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