Las recientes manifestaciones ciudadanas en contra de las decisiones adoptadas desde la silla del Poder dejan ver que el pueblo no está dispuesto a tolerar más de lo mismo. Se perfila un problema de gobernanza, es decir, México no sale de la infiel relación gobernantes-gobernados, que se confió cambiaría con el proyecto de Andrés Manuel López Obrador. Despreciar el mandato de quien los encumbró es un error y grave riesgo.
La gobernanza es un nuevo concepto que en su definición general analiza el funcionamiento del Estado pero también su interacción y relación con otros actores públicos y privados, y en ese ámbito la Cuarta Transformación se está tropezando.
En la postmodernidad neoliberal el Estado pierde su papel rector con respecto al desarrollo de la sociedad y a la regularización de la vida pública y ante una estructura con tintes regresivos de concentración del poder en México, fructifica el conflicto que padecemos. En la gobernanza el Estado debe interactuar con nuevos actores públicos y privados, nacionales e internacionales, bajo la premisa de la democracia, que parece no atenderse en este arranque de sexenio.
De manera natural el bono del voto de confianza se agota con el ejercicio de gobierno, sobre todo cuando persiste la impunidad, ineptitud y autocracia. Hoy se percibe en las redes sociales, las calles y en las colas de gasolinera, que el modo y la acción de gobernar están fallando y el enojo social hace su aparición ante el caos y la injusticia de la 4 T. Se toman decisiones cuyo costo lo paga el pueblo bueno, mientras que a los culpables se les otorgan el perdón (para no entramparse dice AMLO) y se le deja la puerta abierta para seguir delinquiendo en total impunidad. Ello genera desorden.
El problema es la corrupción derivada la impunidad. El “pueblo bueno” está dispuesto a asumir el costo pero solo si encarcelan a los responsables del caos al que los llevaron. El pueblo restante no está en la disposición de avalar gestas para encumbrar a un líder, a quien alguien quiere que pase a la historia por una expropiación petrolera “reloaded”.
El hartazgo de la impunidad y la corrupción tienen vigencia. La sola mención de que los expresidentes sabían el negocio del huachicol, obliga a López Obrador a
actuar en congruencia o se convertiría en cómplice. No necesita sondeos, consultas para “legitima” el punto final, al que se refirió en su conferencia de prensa, que tiene un solo calificativo: Complicidad.
A las y los mexicanos les conviene más que los culpables paguen a que un presidente que juró justicia, les otorgue el perdón. Son muchas las y los sacrificados por los saqueos, del robo, de las omisiones, honrar a esas víctimas. Le compete a Andrés Manuel López Obrador, no debe traicionarlos argumentando que no quiere “empantanarse” en el pasado.
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No es gratuito que la gobernanza en México sea la mayor preocupación entre analistas nacionales e internacionales que ven a la operación limpieza de ductos como una acción populista que impactará en la economía y sobre todo en la deuda de Pemex. No se trata de no combatir el robo a la nación, sino de hacerlo de manera eficaz e inteligente sin populismos y procurando justicia, no sancionando a mandos medios. sino a los jefes del cartel negro.
La gobernanza se está viendo afectada por la corrupción, la impunidad, la falta de estado de derecho, la ausencia de ética pública en algunos actores que hacen ya sus negocios, las mentiras, la manipulación discursiva que se les va cayendo a pedazos por las “benditas redes”. El despojo de empleos a miles de familias que alcanzaran, según los planes de la 4T- a un cuarto de millón de personas; pasar por encima del pacto federal, no solo con super delegados, sino en decisiones que no calculan.
En Veracruz un ejemplo: La palabra de la líder ciudadana se dejó escuchar fuerte y claro ante miles que se concentraron en la plaza pública de Chinameca, un poblado rural de Veracruz. --“Ya lo dijo Andrés Manuel López Obrador en su filosofía, Señor Gobernador: ¡No mentir, no robar, no traicionar! ¡Ya nos mintieron, ya nos están traicionando, y están a punto de robarnos la salud!!!--, corearon junto con ella pobladores del sureste veracruzano para rechazar un relleno sanitario -de metrópolis cercanas- que pretendían imponerles.
El nivel de rijosidad en el reclamo prendió las alarmas. Apagó incluso el rumor de que se trataba de una protesta manipulada. Las decenas de familias y hombres concentrados exigían con furia al gobernante que externara públicamente y firmará una minuta, la cancelación del basurero en su zona. No tuvo otra salida que hacerlo.
Una acción -entre muchas- que exhiben el descontento popular ante operaciones que se están tomando en nombre de la cuarta transformación, sin tomar en cuenta
ni el bienestar, ni el parecer del “pueblo bueno”, que en este caso se organizó para hacerle saber -con el rigor de una comunidad agraviada- al Gobernante-
El costo de las decisiones en este arranque de sexenio está siendo objeto de análisis en materia de gobernanza. Las pifias derivadas de una curva de 360 grados de aprendizaje, que no parece tener fin, están provocando una crisis social, de movilidad, económicas, del estado de derecho, del pacto federativo, financieras, empresarial, con estallidos de riesgo y hasta conflictos internacionales.
La situación es delicada y en lugar de atenderlas y asumir errores, manipulan la verdad para construir un imaginario colectivo de que se trata de una campaña de la mafia del poder, de la prensa Fifí y los derechairos, en contra su líder moral.
No entienden que no es personal. La crisis emanada de la inexperiencia o talante despótico, está a la vista.
No se trata de una persona, se trata del país, del orden, eficacia, respeto y honestidad hacia un pueblo lastimado por una élite política que solo llega a enriquecerse y los desprecia arteramente. El mandato es no hacer de la frase “primero los pobres”, la base para empobrecer más a la pauperizada nación mexicana.
Por ahora, no buscan mejorar la gobernabilidad relacionando el sistema democrático con el mejoramiento de las condiciones de vida de los ciudadanos. No consideran, no sólo la calidad de la gestión pública: eficiencia, eficacia y transparencia pública, sino también evaluar la capacidad de los gobiernos de actuar según los principios democráticos. Esta connotación positiva de la gobernabilidad le da un nuevo carácter que parece perder de vista en la 4 T, pese a que esa promesa de relación les dio el triunfo.
* Directora Gral. BillieParkerNoticias.com |
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