Cuando todo se veía negro en Ciudad Universitaria vino el espaldarazo del Presidente Electo, Andrés Manuel López Obrador a Enrique Graue, Rector de la Universidad Nacional Autónoma de México. Se reunieron para tomar el hilo de la amplia agenda de los estudios superiores, donde el foco central eran los ataques a la institución universitaria. La expectativa versaba sobre si habría amnistía para los autores intelectuales y físicos de la artera agresión del 3 de septiembre.
El contexto de la cita no era el idóneo ya que en asamblea universitaria se pedía la renuncia del Decano de la UNAM. Se dice que Graue se la debía al líder moral de Morena por negarse a abrir la universidad a todos los jóvenes que reclutan y que igualmente en Morena un sector busca el control del porrismo, que se torna homicida ante la impunidad. De manera sorpresiva el diálogo prevaleció. “Se atenderán las justas demandas de los estudiantes y el intento de desestabilización no prosperará”, sentenció AMLO.
Alarmaba la caza de porros en redes sociales luego de que las instancias de procuración de justicia en ciudad de México (PJCDMX y PGR) se negarán a responder por la violencia homicida contra estudiantes en CU. Con su “disputa” evidenciaron el escudo en torno a los agresores que, de manera deshonesta, liberaron por “falta de pruebas en flagrancia”.
Inadmisible la abyección con que actuaron las procuradurías de justicia federal y local. Arbitrariedad que tiene que ver con los pesados jefes que manejan al porrismo.
No es un fenómeno de violencia privativo de la UNAM o el Poli porque reaparecen en cada reacomodo del equilibrio tradicional-constitucional del poder en México, pero en este 2018 se acentúa por a) La variable del narcomenudeo y b) el presunto viraje de régimen -hasta hoy solo en discursos- de la nueva élite política y c) la impunidad. Se hacen presentes también en Universidades estatales, lo que hace suponer que quienes se quedan sin, o quieren todo el poder, buscan ser “la piedra en el zapato”, reviviendo la nefasta práctica que les ha dejado buenos dividendos durante todo el siglo XX.
El artero ataque en la UNAM exhibe que buscaron incendiar la pradera con prácticas, no sólo vandálicas, sino criminales. De la autoría solo hay especulaciones varias: El grupo enemigo del rector, el narcomenudeo, los opositores de Morena en el PRD o, en las mismas tribus de MORENA, hay quienes se disputan el recién ganado poder, para colocarse en la lista de sucesión de la silla presidencial. En la oposición ubican a Víctor Hugo Lobo y Mauricio Toledo, ex jefes delegacionales (Gustavo a Madero y Coyoacán) y hasta algunos priistas y panistas agitando las aguas. Es la táctica de lucha en las universidades, caja de resonancia de los problemas político-económicos del país.
En las entidades federativas como Veracruz también se suceden acciones criminales y detona reacción de los universitarios. En la Facultad de Derecho de la Universidad Veracruzana, los estudiantes exigen al director, Alejandro de la Fuente Alonso, actúe contra los agresores miembros de la mesa directiva estudiantil. En particular acusan a Ramsés Cruz del Valle y otros por agredir a jóvenes de nuevo ingreso y golpear a madres de familia que los acompañan, amparados por el coordinador de la fracción panista en la cámara de Diputados local, Sergio Hernández, como miembros de un grupo de filiación panista denominado Acción Estudiantil.
La violencia y el activismo político durante el Siglo XX, funda esta figura del porro en el movimiento estudiantil, propio de los pasillos negros del sistema político mexicano. El porrismo es una hermandad amparada por un jefe que brinda protección, sean estos, políticos opositores al régimen, policías, funcionarios públicos, etc. Recuerde al personaje veracruzano que manejaba al otrora famoso Mosh desde la SEGOB. Los porros son el precedente de los halcones que utiliza hoy la delincuencia organizada, sea política o del narco, para vigilar y controlar el mercado y el activismo de profesores, alumnos y recursos humanos, líderes estudiantiles, sindicato y otros.
Los autores intelectuales apuestan por un vandalismo terrorista para controlar el coto a través del miedo, solo que está generación no se espanta ni avala lo que otras generaciones sí. Sin embargo, los milenials son fácilmente infiltrables y al rector -que dio a conocer los nombres de los porros y cesó a un infiltrado cuerpo de seguridad-, los grupos encubiertos en las asambleas le exigen la renuncia.
Los estudiantes indignados salieron a las calles a mostrar su gran músculo y los criminales, que golpean mujeres y atentan contra universitarios, están contentos porque saben que un cerillo más incendiarían los ánimos y se acerca el dos de octubre. El diálogo era imperativo.
La reacción de los verdaderos estudiantes, en las proximidades de los 50 años del 68, configura un riesgo porque no exclusivamente repudian la violencia de los grupos de choque sino además, el blindaje de seguridad pública que detectaron a los porros en las cámaras desde la SSP en Cdmx, sin detenerlos. El propio rector desmintió al jefe de la cdmx, interino de Mancera, José Ramón Amieva, quien declaró que no hubo denuncia por parte de la UNAM. Incluso por horas la policía los vio transitar armados para ir sobre estudiantes desarmados, sin levantar ni la voz para detenerlos.
La expulsión de los porros no era suficiente, menos la amnistía. Compete que paguen el delito de homicidio, de atentar con la vida de otros, de vender drogas, de violencia de género, merecen que busquen a los responsables desde las procuradurías y evitar que jóvenes estudiantes se conviertan en carne de cañón de los grupos políticos que se disputan el poder o los que han encontrado en el campus universitario el espacio idóneo para desestabilizar al país. #SialdiálogoconJusticia |
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