De Veracruz al mundo
MOMENTO DE ACOTAR
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2025-08-04 / 16:25:16
Escabrosos sondeos de la política mexicana


Francisco Cabral Bravo

Con solidaridad y respeto a Rocío Nahle García y Ricardo Ahued Bardahuil

No hace falta un gobierno perfecto; se necesita uno que sea práctico (Aristóteles).

La democracia es un sistema de gobierno, no un postulado de política. Hoy tan solo diré que se ha canonizado a la democracia. Bajo el engaño de que otorga el mando a los ciudadanos, muchos pueblos han vendido el alma.

Eso ha sido diabólico y ya los mexicanos hemos probado los acíbares de la dictadura perfecta y de la democracia imperfecta, bautizo de Mario Vargas Llosa y de Aristóteles de Estagira, respectivamente.

Según ellos, México habría vivido 70 años de una buena dictadura y, luego, 25 años de una mala democracia.

La democracia es un método de designación, pero no una promesa de gobierno exitoso, no se ha inventado método seguro. Ni el democrático de las repúblicas, ni el hereditario de las monarquías, ni el cavernario de los cuartelazos. Los electores se equivocan con frecuencia. En las últimas 10 elecciones presidenciales mexicanas, la mitad de los presidentes han sido una equivocación electoral.

México es una partidocracia donde los ciudadanos nada tenemos que ver con las postulaciones de las cúpulas. Y es una nicecracia porque produce un gobierno de vencedores, no un gobierno del pueblo.

Los postulados son dogmáticos y nos unifican a todos. Nadie está en contra de la libertad de la justicia o de la paz. Pero, en los sistemas son polémicos y nos divergen. Hay millones de mexicanos a los que les gusta mucho la democracia, aunque no saben ni la razón. y hay millones de mexicanos a los que les gusta mucho la dictadura, aunque les apena confesarlo.

He dejado para el final nuestro papel de la democracia. Nosotros los ciudadanos, somos quienes tenemos que limpiar las ollas sucias y pagar los platos rotos. los que tenemos que elegir entre las sopas o mondongos que nos ofrecen los partidos y aguantar los fracasos y desastres de las autoridades. Todo eso, sin que se admita reclamación alguna.

He tenido la suerte de no ilusionarme y de no decepcionarme. La vida me compensa con esperanzas y con realidades.

En las mañanas voy a mi trabajo y allí platico de una democracia preciosa y de una dictadura pavorosa.

Respiro muy profundo, asiento muy bien los pies y mucho disfruto que me gusta soñar y que me gusta despertar. Pero nunca los mezclo y, gracias a eso, nunca despierto soñando, porque no soy sonámbulo, así como nunca sueño despierto porque no soy tarugo.

En otro orden de ideas la libertad de expresión, en su vertiente de derecho humano, es una de las garantías constitucionales más importantes para el desarrollo de la dignidad humana.

Uno de sus logros ha sido, precisamente, el de obligar a las autoridades a tolerar la crítica en lo relativo a asuntos públicos. Si el poder no acepta una opinión dura, el problema no es la opinión, es el poder.

No hay violencia de género, no hay estereotipos, no hay vulneración de derechos hacia la supuesta víctima. Convertir ese comentario en violencia política es estirar la ley hasta romperla.

La perspectiva de género debe proteger a las mujeres ante agresiones reales y no usarse como pretexto para justificar el silenciamiento del pueblo y el proteccionismo político. La censura siempre cobra factura.

Nunca será suficiente enfatizar la trascendencia que tiene la libertad de expresión y del periodismo en una democracia. Esta libertad no sólo debe concebirse como derecho individual, sino también como parte integrante del engranaje democrático en donde la esfera político-electoral ocupa, a su vez, un lugar fundamental.

En este sentido, la libertad de expresión y de prensa constituye una poderosa piedra angular del sistema político.

Por otro lado, en nuestra sociedad, lamentablemente se han desarrollado distintas formas de violencia política de género (VPG).

En una democracia también es inevitable la generación de controversias por la confrontación entre derechos o de bienes jurídicos, constitucional o convencionalmente relevantes.

En estos casos, ante denuncias que se presentan, los tribunales están llamados a resolver las diferencias, determinar el alcance de la libre expresión y/o de prensa, y, en el caso que nos ocupa, establecer si se configuran expresiones de VPG.

Es importante recalcar que estas disputas no tienen una solución común, general o única. Los casos de conflicto deben realizarse necesariamente caso por caso.

En todo caso es responsabilidad de los tribunales establecer metodologías y decisiones racionales y justificadas, que busquen la coexistencia de los derechos o, en su caso, determinar las condiciones de ejercicio o límites a los mismos.

En especial, justo en el ámbito de la libertad de expresión, cuya centralidad es incuestionable en una democracia, ello no significa que no tenga límites legítimos, se insiste, sólo pueden esclarecerse de modo casuístico.

La labor del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación ha sido proteger a las mujeres de agresiones por razón de género, por un lado y, por el otro, vigilar que dicha protección no se convierta en un instrumento para acallar la crítica legítima o incluso censurar la importante labor del ejercicio del periodismo.

Vivimos en una etapa histórica caracterizada por tensiones y fracturas que recorren sociedades enteras. La polarización alentada por discursos de odio y desinformación, se han instalado en los espacios públicos, debilitando la confianza social y erosionando la vida democrática.

A nivel internacional, decenas de conflictos armados y disputas geopolíticas, afectan a millones de personas, con impactos que trascienden fronteras en forma de crisis humanitarias, migración forzada y violaciones sistemáticas a los derechos humanos.

Nuestro país no es ajeno a esta realidad, ya que persisten la violencia en múltiples entornos, la inseguridad cotidiana y la fragilidad institucional en diversos niveles. Estos son fenómenos que no solo cobran vidas, sino que además lesionan el tejido social y perpetúan la desigualdad. Ante este escenario, la neutralidad no es una opción, apoyar la cultura de paz se convierte en una obligación para toda institución enfocada en el desarrollo humano.

En este sentido, la Universidad Nacional Autónoma de México asume, con plena conciencia y certeza, que la educación pública y autónoma no puede limitarse a la transmisión del conocimiento, sino que implica la formación de una ciudadanía crítica, empática y solidaria. De ahí que su deber sea crear las condiciones necesarias para que la comunidad universitaria aprenda a resolver diferencias mediante el diálogo, gestionar conflictos con respeto y ejercer la libertad con responsabilidad.

Por ello, esta carta de intención representa un paso firme en una ruta que busca articular sabores, experiencias y voluntades. Su objetivo central es construir junto con actores diplomáticos y académicos de primer nivel, un entramado interinstitucional que potencie la cultura de paz, mediación y la prevención de conflictos.

Este esfuerzo se sustenta en un principio fundamental: la paz es una construcción colectiva y dinámica (Leonardo Lomelí Venegas), palabras del rector de la UNAM durante la firma de la carta de intención sobre Cultura de Paz.

En otro orden de ideas, hoy en el primer cuarto del siglo XXI, internet pervive de manera más democrática y sofisticada, pero el sueño que lo acompaña se desgarró: las democracias están nuevamente en crisis, los fascismos resurgen, los genocidios continuaron su macabra marcha, y el caos y la violencia reinan por todas partes.

Para entenderlo, habría que recurrir a un libro escrito en 1929, el periodo en el que junto con las democracias que hacían su aparición en Europa, los totalismos emergieron. La rebelión de las masas, de José Ortega y Gasset y el concepto de sociedades de masas. Sometido a altas dosis de propaganda comercial y política, el “hombre masa” se caracteriza por su ignorancia y resentimiento. No tienen ningún arraigo moral y espiritual. Esclavo de sí mismo y de la búsqueda de satisfacer sus deseos no quiere ser confrontado por valores intelectuales y espirituales que desprecia. La vida para él debe ser simple y abundante, como lo propone la propaganda y la moda.



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