Cuando se sale de viaje y se ausenta muchos días y comienzas a extrañar la comida tuya, la mexicana o la orizabeña, las garnachas de Salomé o las picadas del comal de Julia o los buenos restaurantes de tu ciudad, a ese extrañar se le dio por llamarle hace años El Síndrome del Jamaicón, en homenaje y memoria al gran José Villegas Tavares, conocido como el Jamaicón Villegas, futbolista legendario de Chivas, defensa izquierdo en aquellos tiempos que el futbol se jugaba de otra forma, ahora los defensas defienden y atacan y hasta hacen goles. Jamaicón fue un grande, alguna vez llegó el Botafogo a México y Garrincha, quizá estas generaciones no conocieron a Garrincha, pero era al lado de Pelé una de las glorias del futbol brasileño, fino y driblador como los mejores de ahora, creo que superior a muchos de ellos. Garrincha preguntó quién era ese defensa y le dijeron que Jamaicón Villegas. Otra vez -en una de mi pueblo-, Carlos Barredo, que era estudiante creo que del CUM, llegó Botafogo y pidió un equipo de esa escuela para practicar una cascarita y Barredo le jugó tan bien y lo defendió, que el diario Esto le dedicó algún elogio, orgullo terrablanquense.
Pero estaba en el Síndrome del Jamaicón, cuenta la historia que se le llama así por la sensación de querer regresar a casa, de estar incomodos, de extrañar, de la no adaptación, todo porque dicen que en el Mundial de Suecia de 1958 el Jamaicón le dijo al entrenador que no quería cenar “porque lo que él quería eran sus chalupas, unos buenos sopes y no esas porquerías que ni de México son”. Tomado el diario El País, llamado El Síndrome del Jamaicón y cómo curarlo. Así nació esa frase del síndrome del Jamaicón. Y así seguirá por toda una eternidad, aunque el Tamicen algún día de hace tiempo lo negó.
PREPARO EL RETORNO
Aplico las últimas horas para preparar el retorno a México, volar unas 11 horas y llegar a la capital y de ahí a Veracruz y luego tomar la mugre autopista de Capufe. La madrileña calle del Carmen volvió a recobrar la actividad, son cientos y cientos de españoles y turistas que aquí se arremolinan, que a veces comienzas en una cuadra escuchar cinco o seis idiomas diferentes. Turismo arrollador cuando el frio se fue y los españoles se aprestan para partir la próxima, que es Semana Santa, pues abandonan la ciudad, como nos dijo un taxista, me iré la playa, y así aquí queda más vacío que nunca, semana muy importante y religiosa y que en Sevilla habrá que ver sus procesiones, las 71 hermandades y cofradías de penitencia, con sus costaleros cargando los pasos junto a 50 mil nazarenos. Semana Santa única en Sevilla. Bien lo dijo la canción: Sevilla tuvo que ser, con su lunita plateada.
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