Los resultados electorales del primero de julio no solo arrojan el triunfo de Andrés Manuel López Obrador y de la nueva composición del Congreso de la Unión a nivel nacional, sino también en los ámbitos estatales, que genero una nueva correlación de fuerzas.
En efecto, por un lado enlistamos los triunfos y las derrotas de todos los y las candidatas que participaron a lo largo y ancho del país, pero también la situación de los partidos políticos que participaron en la contienda, donde dos de ellos pierden el registro nacional (Partido Encuentro Social y Nueva Alianza), pero algunos otros se quedaron a unos cuantos pasos del abismo, por no decir de su sobrevivencia, en razón de los votos obtenidos, pero mas aun, de una crisis existencial ideológica.
Tres de ellos ya han celebrado reuniones internas y publicas, en la que sus dirigentes nacionales y principales cuadros han tratado de encontrar respuestas a sus derrotas, coincidiendo la mayoría en “que no es por culpa propia, sino por las alianzas realizadas”. Así, en Acción Nacional señalan al que fuera su candidato presidencial como el directamente responsable, por haber realizado con Movimiento Ciudadano y el PRD una coalición, que dicen ellos los perjudico. Es decir, que si hubieran ido solos sus resultados hubieran sido halagüeños.
El Partido de la Revolución Democrática, en voz de distintos jefes de los grupos que allí pululan están peor, culpan de su debacle a la alianza realizada con el PAN, pero nada dijeron de ella cuando en años anteriores obtuvieron triunfos importantes, que los llevaron a conquistar, juntos, varias gubernaturas e importantes ayuntamientos.
No han generado ambos un plan organizacional regional, que discuta a fondo que fue lo que realmente paso, platicando con las bases, pidiéndoles sus opiniones a esa alianza, y a partir de allí re direccionar sus objetivos por lo que se refiere a Acción Nacional, y a una refundación el PRD porque observo, que hasta el momento, a los muchos jefes que allí existen no han dimensionado que MORENA en tan solo tres años los desmantelaron, y que si no orientan una
nueva estrategia nacional, no sobrevivirán para el 2021, porque si con alguien hay rencores de parte de los amloistas, es con ellos.
Pero hay un tercer partido que también le urge una cirugía mayor porque los resultados del primero de julio lo dejaron mal herido, en estado agónico a nivel nacional: el PRI. Ellos, con mayor oficio que el PRD ya iniciaron una serie de acciones tendientes a examinar, con profundidad, en discusiones criticas, que fue lo que hicieron y dejaron de hacer como para desaparecer del escenario nacional (en el estado de Veracruz no ganaron una sola candidatura), y buscan el “como” podrían reagruparse para corregir sus múltiples errores, ya por la vía de nuevos liderazgos y acciones que los hagan recuperar la confianza de la sociedad, o ya por la del entierro de su logotipo, refundándolo en un nuevo instituto político.
Su desprestigio llego a su máxima expresión. Fueron sus propios lideres y sus acciones los que terminaron sepultando a un partido político que se convirtió en el instrumento de la revolución mexicana, y con sus asegunes construyeron un modelo de economía mixta que genero bienestar hasta 1976, pero que de allí, su corrupción y traiciones a ese ideario hizo lo que el pueblo con su voto ejecuto, como castigo para con ellos.
El PRI, como el PRD, se fueron hundiendo en su propia anti naturaleza; se corrompieron ideológicamente: se extraviaron en los objetivos programáticos; se burocratizaron; se fueron difuminando hasta casi extinguirse. Llegaron en 1929 y 1988 respectivamente como trasatlánticos de lujo y el primero de julio los convirtió en lanchas sin motor, con unos cuantos hombres y mujeres que con remos desean empujarlos para sacarlos de la tormenta perfecta en que por méritos propios se imbuyeron. Se han encaminado a la desaparición del escenario nacional, solo es cuestión de tiempo si no trazan una ruta que los conduzca a un resurgimiento que presente alternativas viables a los mexicanos. La Refundación es una disyuntiva, porque las siglas que le dieron luz al tricolor desde 1929, y a partir de 1988 al PRD, ya son una loza pesadísima difícil de quitar. |
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