| Madres buscan justicia tras la muerte de sus hijos por la Patrulla Fronteriza. | ||||||
| El camino ha sido largo, pesado, pero sobre todo, atiborrado de burocracia y promesas vacías de autoridades mexicanas. | ||||||
| Jueves 13 de Noviembre de 2025 | ||||||
| Por: La Jornada | ||||||
El camino ha sido largo, pesado, pero sobre todo, atiborrado de burocracia y promesas vacías de autoridades mexicanas. Lo mismo ha sido para Araceli Rodríguez Salazar. Hace 13 años su hijo recibió 10 tiros en Nogales, Sonora. Un agente de la Patrulla Fronteriza de EU le disparó al meter la mano por los barrotes y dejarlo tirado en suelo mexicano. Ninguno de los dos adolescentes intentó ingresar a EU, su error fue transitar en el filo fronterizo y ser ejecutados por guardias que sí cruzaron el límite de su país para apagar sus vidas. Hoy, ambas madres confían en que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos emita un dictamen a su favor, que EU reconozca su responsabilidad y compense a las familias de las víctimas. Sergio tenía solamente 15 cuando recibió tres tiros del agente, hoy el joven de Ciudad Juárez tendría 30 años de edad. José Antonio, hijo de Araceli tendría 29 años, pero el agente interrumpió su vida cuando apenas tenía 16. Sergio falleció en el conocido Puente Negro. Caminaba por esa zona para cumplir un mandado que le pidió doña Guadalupe. Se quedó mirando a un agente que golpeaba a otra personas en la parte del Río y cuando se dio cuenta que lo observaba le disparó. Primero en la mano, después en la parte lumbar y después en la cara. Sin embargo, el agente no fue culpado y pese al sinfín de demandas y acciones legales que su familia ha interpuesto en EU, ninguna ha prosperado, relató a este diario María Guadalupe. “Mi hijo era buen estudiante, había salido con buenas calificaciones de su secundaria. Los maestros me felicitaron porque era buen alumno, no era grosero. Era un niño muy caritativo y alegre. Desgraciadamente estaba en el lugar equivocado”, contó María Guadalupe, quien no ha cesado de exigir justicia para su hijo y está en la Ciudad de México, donde sigue su lucha. Y aunque las autoridades mexicanas le han prometido ayuda, han pasado tres sexenios y ninguno ha intervenido para que se juzgue al agente y se haga justicia, pero “hasta el día que Dios me tenga aquí, voy a seguir exigiendo, porque mi hijo me da la fuerza, siempre está conmigo”. A José Antonio lo asesinaron cuando iba caminando por la banqueta de la calle Internacional en Nogales, Sonora. El agente metió la mano entre los barrotes, “dándole 10 tiros al cuerpo, 8 en la espalda y 2 en la cabeza. Demandamos al gobierno de los Estados Unidos, hubo dos juicios en los que se declaró no culpable al asesino, habiendo todas las evidencias de que lo mató con toda alevosía y ventaja”, recordó su mamá Araceli en entrevista con La Jornada. El pasado 10 de octubre se cumplieron 13 años del homicidio de José Antonio, pero Araceli sigue buscando mecanismos para que el agente pague por el delito que cometió. Hoy, sabe que su hijo no regresará, ha aprendido a vivir sin él, pero necesita sentir que se hizo justicia. Ayer hizo un dibujo de su niño acompañado de una frase que resumen su lucha: “Ausencia no significa olvido”, porque ya no está físicamente, “pero está en mí y aunque era un adolescente, yo creo que hay otra vida y él está feliz”, afirmó al agregar que no quitará “el dedo del renglón porque no quiero que su muerte quede impune”. |
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