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XALAPA.- Migrantes pasan hambre, frío, y el constante miedo de poner en riesgo su vida por la delincuencia, pero su único objetivo es llegar a Estados Unidos. Los menores son los más afectados pasan meses sin asistir a una escuela y viven en casas de campaña, mientras cruzan territorio mexicano. En el famoso Puente de la Coca Cola, ubicado a escasos pasos de las vías férreas por donde transita La Bestia –locomotora que muchos extranjeros montan para llegar a Torreón o Guadalajara–, se encuentran alrededor de 15 menores, en su mayoría venezolanos y centroamericanos. Entre los más pequeños está Miguel, de un año de edad; Ángeles es de las más grandes, con 10 años, revela La Jornada. Algunos de ellos, sobre todo los que esperan obtener una cita CBP One para solicitar asilo en Estados Unidos –sistema que está en riesgo de terminar con el próximo presidente Donald Trump–, llevan más de cuatro meses viviendo en condición de calle, protegidos sólo por una casa de campaña con unas cuantas cobijas y tablas de madera, debajo del puente vehicular. En las instalaciones de esta organización, ubicadas enfrente del puente vehicular, los viajeros pueden bañarse, lavar ropa y tener acceso a agua potable y objetos de higiene personal. Asimismo, reciben alimentación y servicios médicos. También proporcionan clases a los niños, con apoyo del Consejo Nacional de Fomento Educativo (Conafe), que de lunes a viernes envía a dos maestras. Noemí Estrada es una de ellas. En entrevista, explica que hace alrededor de un año inició el programa educativo. La escuelita se habilita en el puente vehicular, con una mesa mediana y unas 10 sillas. Alrededor de ella, los niños se sientan para iluminar con crayolas, recortar, dibujar y aprender matemáticas y lectoescritura, con el material que Conafe proporciona. La única pared de esta escuela es uno de los pilares del puente, donde las maestras colocan los trabajos en clase, como imágenes de perritos y estrellas iluminados por los alumnos y el nombre de cada uno de ellos. Las familias y demás personas que acampan en este lugar, alrededor de 70, tienen muy pocos recursos, por lo que se apoyan de las donaciones de alimentos y ropa. Por ello montan el tren, pues tampoco tienen dinero suficiente para ir en autobús o combis.
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