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XALAPA.- En 2018, después de que el entonces presidente de Estados Unidos, Donald Trump, impusiera aranceles a las bicicletas chinas, Arnold Kamler, en ese momento director ejecutivo del fabricante de bicicletas Kent International, observó una tendencia peculiar en esa industria. Las fábricas chinas de bicicletas trasladaron sus operaciones finales de fabricación y montaje fuera de China y pusieron nuevas instalaciones en Taiwán, Vietnam, Malasia, Camboya e India. Utilizando piezas procedentes en su mayor parte de China, esas empresas fabricaron bicicletas que podían exportar directamente a Estados Unidos sin el arancel de 25 por ciento que habrían tenido que pagar si la bicicleta se hubiera enviado directamente desde China. “El efecto neto de lo que está ocurriendo con estos aranceles es que las fábricas chinas de China están estableciendo fábricas chinas en otros países”, indicó Kamler, cuya empresa importa algunas bicicletas de China y hace otras en una planta de Carolina del Sur. Explica que trasladar esas fábricas a otros países representó costos adicionales para las empresas y los consumidores, sin aumentar la cantidad de manufactura en Estados Unidos. Kamler afirmó que se había visto obligado a subir sus precios varias veces como consecuencia de los aranceles. “No hay ningún beneficio real —dijo Kamler, cuyas bicicletas se venden en Walmart y otros minoristas—. Es muy inflacionista”. Mientras Trump se prepara para volver a la Casa Blanca con grandes planes de imponer más gravámenes a productos extranjeros, economistas y empresarios señalan las consecuencias imprevistas que tuvieron sus aranceles la primera vez. A partir de 2018, Trump impuso aranceles a cientos de miles de millones de dólares en productos extranjeros como metales, lavadoras, paneles solares y productos provenientes de China. Su gobierno dijo que las medidas obligarían a las empresas a establecer fábricas en Estados Unidos. El presidente Biden optó por mantener la mayoría de esos aranceles, y añadió algunos más sobre bienes estratégicos como vehículos eléctricos y semiconductores. Algunas industrias que compiten con productos chinos baratos —como ropa y gabinetes— atribuyen a esos aranceles haber mantenido a los fabricantes estadunidenses en operación. Sin embargo, para muchas otras industrias, los aranceles no han hecho más que estimular una reorganización global de las operaciones de fabricación, que ha hecho poco por reforzar la producción estadounidense o reducir los vínculos con empresas chinas. Las empresas simplemente han trasladado sus fábricas a otros países de bajo costo de Asia o Latinoamérica, y las importaciones estadunidenses procedentes de esos países se han incrementado. Algunas empresas han roto sus relaciones con China, pero otras han mantenido vínculos estrechos, incluso cuando han trasladado sus operaciones fuera de China. Los economistas afirman que muchas empresas, tanto chinas como multinacionales, han seguido dependiendo de los productos y piezas chinas, que ahora llegan a Estados Unidos desde fábricas establecidas fuera de las fronteras chinas. Los datos comerciales así lo reflejan: la diferencia entre los bienes que Estados Unidos exporta e importa de China se redujo a 278 mil millones de dólares en 2023, frente a 417 mil millones en 2018. Aunque ese nivel va a repuntar este año, los economistas afirman que las importaciones estadunidenses de bienes procedentes de China que están cubiertos por aranceles claramente han descendido. Al mismo tiempo, las exportaciones de China a todo el mundo han aumentado, y los déficits comerciales de Estados Unidos con Vietnam, Taiwán, México, Canadá y otros países han crecido. Los economistas afirman que las exportaciones a Estados Unidos de algunos de esos países contienen ahora más piezas y materias primas chinas que antes.
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