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XALAPA.- A más de 100 días de enfrentamientos entre grupos del crimen organizado en Sinaloa, la Presidenta, Claudia Sheinbaum, envió a su jefe de seguridad, Omar García Harfuch y a miles de tropas para detener una sangrienta escalada de delitos cometidos, sin embargo, sigue ignorando las advertencias de que el gobernador Rubén Rocha Moya está aliado con cárteles de la droga. Aunque durante la campaña, Sheinbaum había prometido continuar en gran medida con la política de seguridad de su mentor y predecesor, Andrés Manuel López Obrador, que priorizaba abordar las causas sociales fundamentales del crimen en lugar de atacar a grupos criminales, un enfoque conocido como "abrazos, no balazos", ahora sugieren un enfoque más agresivo con un despliegue más sustancial de tropas militares y navales, así como fuerzas especiales y armamento pesado en Sinaloa, desde que estalló una guerra interna entre cárteles en septiembre. Esa estrategia más agresiva podría encajar bien con el presidente electo Donald Trump, que ha pedido a México que haga más para detener el flujo de drogas y migrantes a Estados Unidos. Pero también corre el riesgo de inflamar aún más la violencia y los homicidios, con una posición más confrontativa en un país donde los cárteles están fuertemente armados con armas de uso militar, las cuales se asemejan a las que se usan en países en guerra, según especialistas. Algunos expertos en seguridad han hecho comparaciones entre las operaciones en Sinaloa y la guerra militar que libró el presidente Felipe Calderón contra los cárteles en 2006, que desencadenó una espiral de violencia a la que muchos analistas atribuyen las altas tasas de homicidios que persisten en México.
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