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XALAPA.- Analistas advierten consecuencias de imponer aranceles a los productos procedentes de Canadá y México, como lo propone el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump. Aseguran que las consecuencias internas serían tan severas que el próximo presidente probablemente terminará eximiendo los productos energéticos una vez que asuma el cargo. Cobrar gravámenes del 25 por ciento al petróleo y el gas de los dos principales socios comerciales de Estados Unidos aumentaría los precios de la gasolina en el Medio Oeste, incrementaría los costos de la electricidad en ambas costas estadounidenses y afectaría la rentabilidad de las refinerías estadounidenses, entre otros efectos, dicen los expertos. Si bien los aranceles pueden ser disruptivos en cualquier mercado, amenazan con ser particularmente problemáticos para una industria energética norteamericana que ha estado estrechamente integrada durante décadas y ya favorece en gran medida los intereses estadounidenses. Joe DeLaura, estratega energético global de Rabobank, explica “No hay ganadores con un aumento de aranceles y el consiguiente aumento de precios de las materias primas que son literalmente fundamentales para nuestra sociedad”. Por esa razón, DeLaura dijo que espera que las importaciones de crudo canadiense estén exentas de aranceles o sujetas a un cargo de solo el 1 por ciento al 2 por ciento. En una conferencia con inversores, los ejecutivos de Imperial Oil, unidad canadiense de arenas petrolíferas de Exxon Mobil, indicaron que tampoco espera un arancel sobre los flujos de petróleo hacia Estados Unidos. “El traslado de crudo canadiense a Estados Unidos tiene un beneficio significativo, y ese beneficio se da en ambos lados de la frontera”, dijo Brad Corson, director ejecutivo, en la conferencia telefónica. “Exportamos una cantidad significativa de crudo, pero Estados Unidos también necesita ese crudo”. El comercio de energía es crucial para los tres países. Estados Unidos compra alrededor de 4 millones de barriles de petróleo al día a Canadá, lo que representa más de la mitad de sus importaciones de crudo. La mayor parte de ese crudo es de calidades más pesadas y más baratas, lo que permite a Estados Unidos exportar grandes cantidades de su propio petróleo más liviano y de mayor valor, manteniendo a raya los costos internos del combustible.
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