La educación superior es un puente fundamental hacia el progreso de cualquier sociedad. En un mundo donde el conocimiento es poder, la educación superior representa una herramienta estratégica para transformar sociedades. Sin embargo, en México, el sistema de educación superior enfrenta desafíos significativos que, de no atenderse, podrían comprometer el futuro del país en la economía global del conocimiento.
A pesar de casi un siglo construyendo un sistema de educación superior, México exhibe rezagos evidentes: infraestructura insuficiente, una comunidad académica limitada en número y alcance, y una inversión pública y privada que no se alinea con las ambiciones de un país emergente. Este diagnóstico no es nuevo, pero adquiere una urgencia renovada en un contexto global donde la competencia se define por el acceso al conocimiento, la innovación y el desarrollo tecnológico.
En Veracruz, aunque se han logrado avances, los desafíos estructurales, financieros y sociales persisten, limitando el impacto transformador que podría tener en el desarrollo económico, social y cultural del estado.
Este nivel educativo está marcado por la mercantilización del conocimiento y una política de gratuidad que, en la práctica, resulta ilusoria.
En este contexto, la reflexión se hace urgente: ¿cómo revertir las inequidades y fortalecer un sistema educativo que responda a las necesidades del estado?
Lo preocupante también no es solo que la matrícula de universidades privadas haya crecido más rápidamente que la de las públicas, sino que esto está impulsado por un creciente número de estudiantes rechazados por las universidades públicas. Este fenómeno evidencia un sistema incapaz de cubrir la demanda, desplazando a los jóvenes hacia opciones costosas y desiguales.
La supuesta gratuidad de la educación pública es otro punto crítico. Aunque constitucionalmente es un derecho, su implementación parcial ha generado una “competencia desleal” que, lejos de beneficiar a los estudiantes, promueve la proliferación de instituciones privadas.
Otro de los ejes problemáticos es la legalización de procesos de evaluación y acreditación en manos de organizaciones privadas. Esto no solo limita la autonomía de las universidades públicas, sino que refuerza la lógica empresarial dentro de las instituciones.
La venta de servicios universitarios, como diplomados o programas especializados, es una muestra clara de cómo se prioriza la generación de ingresos sobre la difusión y extensión cultural, funciones sustantivas de estas instituciones.
Según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) para el ciclo escolar 2023-2024, en Veracruz la matrícula fue de 185,176 estudiantes inscritos en instituciones de educación superior, Veracruz es uno de los estados con mayor población estudiantil en este nivel en el país. Instituciones como la Universidad Veracruzana (UV), las normales, universidades tecnológicas, el sistema de tecnológicos del estado, el Instituto Tecnológico de Veracruz y otras universidades privadas han sido pilares del sistema educativo local. Sin embargo, la realidad muestra un panorama desigual y lleno de retos como a continuación se enumeran:
1. Infraestructura en Deterioro:
Más del 40% de las instalaciones universitarias en el estado requieren mejoras urgentes. Aulas deterioradas, laboratorios sin equipamiento moderno y bibliotecas con materiales insuficientes son una constante. Esta situación afecta directamente la calidad educativa y limita la capacidad de las instituciones para preparar a sus estudiantes para un mercado laboral altamente competitivo.
2. Desvinculación con el Mercado Laboral:
Muchos egresados universitarios enfrentan dificultades para encontrar empleos relacionados con su formación. Esta desconexión entre la oferta educativa y las demandas del mercado laboral local es particularmente preocupante en sectores estratégicos para Veracruz, como la agroindustria, el turismo y el sector energético. La falta de programas que vinculen la academia con las empresas perpetúa este problema.
3. Desigualdad en el Acceso:
Las zonas rurales y marginadas del estado carecen de opciones educativas cercanas, lo que obliga a los jóvenes a migrar a ciudades más grandes o, en muchos casos, a abandonar sus estudios. Este fenómeno no solo amplía la brecha educativa entre regiones, sino que perpetúa ciclos de pobreza y exclusión social.
4. Altas Tasas de Deserción:
Veracruz tiene una de las tasas de deserción más altas del país, superando el 20%. Además, solo el 55% de los estudiantes logran concluir sus estudios en el tiempo estipulado, lo que refleja barreras económicas, sociales y académicas que no han sido atendidas de manera integral.
La educación superior no es un gasto, sino una inversión estratégica con rendimientos sociales y económicos significativos. Sin embargo, en México y en Veracruz, la inversión pública en este nivel educativo es insuficiente. En 2025, el presupuesto nacional destinado a educación superior será de 132,000 millones de pesos, una reducción de más de 3,000 millones respecto al año anterior.
En Veracruz, esta insuficiencia presupuestal se traduce en una incapacidad para mejorar la infraestructura, contratar personal docente calificado y fortalecer los programas de investigación. Para ejemplicar lo anterior está el caso de la UV, a la que no le destinan los recursos que constitucionalmente deben asignársele. Es crucial que el estado apueste por un aumento sustancial en la inversión educativa, destinando al menos el 1.5% del PIB, como recomiendan organismos internacionales.
Un sistema de educación superior que aspire a preparar a los jóvenes para un futuro incierto debe adaptarse a las nuevas realidades del mercado laboral y de la sociedad global. Esto implica:
● Revisión y Actualización Curricular:
Los planes de estudio deben integrarse con competencias como sostenibilidad, habilidades digitales, pensamiento crítico y resolución de problemas. Estas son las habilidades más demandadas en un entorno laboral dinámico y globalizado.
● Impulso a la Digitalización Educativa:
Las instituciones deben adoptar tecnologías como plataformas de aprendizaje en línea, laboratorios virtuales y simuladores para preparar a los estudiantes en un entorno de trabajo digitalizado.
Así también, la colaboración entre universidades y sectores productivos es esencial para garantizar que los egresados cuenten con las habilidades y conocimientos necesarios para satisfacer las demandas del mercado laboral. En Veracruz se debe priorizar:
● Prácticas Profesionales y Mentorías:
Crear alianzas con empresas locales para que los estudiantes puedan aplicar sus conocimientos en contextos reales.
● Proyectos de Innovación Conjunta:
Fomentar la investigación aplicada que solucione problemas específicos de sectores estratégicos como la pesca, el turismo y la agroindustria.
Es fundamental también que la educación superior en Veracruz sea inclusiva, brindando oportunidades a los jóvenes de comunidades indígenas y rurales. Esto puede lograrse mediante:
● Becas y Subsidios:
Aumentar los apoyos económicos para estudiantes de bajos recursos.
● Expansión de Campus Regionales:
Llevar las universidades a regiones marginadas para reducir las barreras de acceso.
Países como Finlandia, Alemania y Corea del Sur han demostrado que una inversión constante y estrategias educativas bien diseñadas pueden transformar naciones. Estos modelos destacan la importancia de la inclusión, la innovación y la excelencia académica como pilares de sus sistemas de educación superior.
La educación superior en Veracruz enfrenta una encrucijada crítica. Si bien los retos son inmensos, las oportunidades para transformar el sistema también lo son. Este es el momento de tomar decisiones estratégicas que aseguren que las aulas sean verdaderos motores de cambio.
Veracruz tiene en sus manos la posibilidad de construir un sistema educativo que no solo forme profesionistas competentes, sino que también impulse el desarrollo económico, social y cultural de todo el estado.
La pregunta ya no es si debemos hacerlo, sino cómo y con qué rapidez podemos empezar.
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