Existe una cámara de la Industria restaurantera CANIRAC, debiera ser, como es en todo el mundo, el renglón más vigilado por las autoridades, no solo en cuanto a la vigilancia respecto a los pagos que se le imponen por norma pública, la autoridad debe adoptar en este rubro la actitud promocional, dar facilidades al empresario e incentivar el consumo de productos elaborados apegados a la tradición culinaria Veracruzana, poco a poco hemos sido invadidos por las cadenas franquicitarias que se apegan a normas extranjeras para consumir productos que hasta hace diez o quince años eran considerados exóticos. Hoy el devorar para llenar la tripa, ha sustituido el satisfactorio hedonismo de la tradición gastronómica veracruzana, es poca o nula la tradición de los auténticos guisos típicos, es tan grave la condición de nula promoción a lo auténtico, que es una rareza encontrar en los restaurantes la venta de los folletos o libros de la cocina regional.
Ordenar en un restaurante un huauchinango o robalo a la Veracruzana es una audacia irresponsable o ignorancia absoluta, el osado se arriesga a recibir una barroca salsa con la que se adorna un pescado asado o hervido que en nada se asemeja a la deliciosa preparación que dio origen a tan delicioso y original platillo, en una ocasión me lo sirvieron con una abominable porción de mayonesa industrial, cuando lo rechacé, el mesero me respondió que era una variante inventada por el chef de la cocina, lo mandé al carajo y ordené un Club Sándwich con el que me atasque para dejar satisfecha la primaria necesidad de comer. Nada del sibaritismo epicúreo.
Alguien en algún lugar del Olimpo gubernamental debe revisar los precios a los que ofertan sus productos las fondas de cuarta categoría llamadas palapas, aparejado al desagradable y antihigiénico ambiente, los precios que cobran y que se promocionan en bastidores públicos que colocan en el Boulevard, son los de un restaurante clasificado en la guía Michelín, no ocultan los precios por tanto no hay delito, lo que no entiendo, es la razón por la que no se acompaña la mala comida con una atención personal y vajilla de servicio acorde con los precios, alguien se hace groseramente rico sin tomar en cuenta la necesaria promoción que merece la industria gastronómica. Las palapas son insalubres tragaderos caros, no fondas o restaurantes típicos.
Ir a comer en uno de los restaurantes populares de Veracruz, implica un gasto semejante al de arrimarse a comer en Maxim´s, el Champs Elyses o alguno de los grandes de la C. de México; en días pasados fui con mi familia (tres personas) a un café que parodia en diminutivo el nombre de una prestigiada cadena de restaurantes, el desayuno, jugo, café, gordas y picadas, costó doscientos ochenta y cinco pesos mas propina, ni hablar de asistir a uno de los cafés tradicionales, el costo de un modesto desayuno es semejante a una cena de postín en el DF.
Va la última crítica, protesta o lloriqueo; me invitó un buen amigo a comer en un restaurante o fonda “típica” que está en Boca del Río, comimos regular sin tragos caros, solo dos cervezas tres de los siete que nos sentamos a comer, los niños y señoras refrescos, nada extraordinario, ni bueno, ni típico, al pedir la cuenta, con una sonrisa, la típica mesera nos demandó pagar la friolera de $ 2300.00, con la propina 2600.00 varos, igual que en Focolare pero sin clima, servilletas de papel y con moscos. ¿Promoción o destrucción de la industria turística?. ¡AGUAS!
Agosto 11 del 2020 lmwolf1932@gmail.com Luis Martinez Wolf |
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