QUEDA CLARO que al Presidente Andrés Manuel López Obrador –por las causas que fueren: religiosas, pavor a grupos delincuenciales o simple desinterés e indolencia- no le interesa combatir a la delincuencia que asola al País, y todo indica que esa podría ser la línea a los Gobernadores y alcaldes emanados del mismo partido que actúan en consecuencia, sin mancharse las manos de sangre ni la conciencia –fieles a las creencias evangélicas del primer mandatario-, y haciendo como si no pasara nada, y acaso por ello la violencia en el primer año de Andrés Manuel López Obrador (y Cuitláhuac García Jiménez, en el Estado) alcanzó niveles insospechados, algo que criticaba en los llamados regímenes conservadores. Pero basado en la religión evangélica que, según quienes la han deformado, la violencia es contraria al buen cristiano, AMLO ha permitido de todo, desde matanzas fuera de contexto como la de los LeBaron o las emboscadas a elementos de la Guardia Nacional sin que nada pase, hasta un incremento en las desapariciones forzadas, ejecuciones, secuestros, feminicidios y extorsión, sin contar masacres como la de Coatzacoalcos y Minatitlán o desapariciones colectivas en la zona centro pero, en contraparte, todas las mañanas con una broma ante los medios que cubren sus conferencias trata de desviar la atención de los verdaderos conflictos que a todos nos atañen, siendo constante la mímica en los Estados que gobiernan mandatarios de su partido, desdeñando asuntos que deberían ser preocupantes como en Veracruz, la permanencia de una Fiscal Estatal cuestionada, incluso, por legisladores afines, o de responsables de la seguridad que a nadie atrapan.
CHARLES SELENGUT, profesor en psicología y política del fundamentalismo religioso y los nuevos movimientos religiosos en la Escuela de Artes Liberales del Brooklyn College, caracteriza la locución "religión y violencia" como una expresión discordante, afirmando que "se piensa que la religión es opuesta a la violencia y fuerza a la paz y la reconciliación", aun cuando "la historia de las escrituras de las religiones del mundo cuentan historias de violencia y guerra incluso cuando hablan de paz y amor", mientras que Ralph Tanner, profesor de microbiología en la Universidad de Massachusetts describe en términos similares en su libro Biology of Religion, de "incómoda" la relación entre religión y violencia afirmando que los pensadores religiosos generalmente evitan la conjunción de ambas palabras y, argumenta, la violencia religiosa es "únicamente válida en ciertas circunstancias que, invariablemente, llegan siempre de un solo lado, el religioso" (como pretenden hacer creer ahora que gran parte de la sociedad se opone al nuevo Código Civil que pretende los matrimonios entre personas del mismo sexo e, incluso, la adopción de menores recurriendo a la violencia). Tanner afirma, en consecuencia, que muchas personas que no tienen creencias religiosas especialmente profundas (sino a conveniencia) pueden argumentar que la violencia es una consecuencia casi inevitable de la irracionalidad de los preceptos religiosos.
EN VERACRUZ, aunque el Gobernador Cuitláhuac García Jiménez ha demostrado poca tendencia hacia la religiosidad es, en cambio, un imitador a ultranza del Presidente López Obrador, y en ese tenor permite que la violencia se apodere del Estado, e incluso dispensa el abuso policial y vial de los elementos para con la sociedad, a tal grado que ya hay manifestaciones de repudio como la agresión contra elementos de tránsito dedicados al atraco por instrucciones superiores, o la manifestación que ciudadanos realizaron en la SubUnidad Integral de Procuración de Justicia de Las Choapas -el sábado por la Noche- en contra de la Fiscal regional a quien acusan de “actos de corrupción que se cometen descaradamente”. Y es que un taxista fue detenido y liberado allá por falta de pruebas, pero al vehículo con número económico 191 lo dejaron en el corralón y por liberarlo le exigen 25 mil pesos, una práctica que se ha tornado común en el sur del Estado y que no se justifica si al conductor lo eximen de toda culpa.
PERO NI al Presidente ni al Gobernador y mucho menos a los alcaldes les importa la violencia, y hasta se burlan de los reporteros que la abordan como ocurrió con un comunicador que cuestionaba a García Jiménez en torno a la permanencia de la cuestionada Fiscal, a lo que el titular del ejecutivo del Estado le respondió: -tómense el fin de semana, descansen y luego platicamos-. Por esa razón, qué importan el descrédito de la encargada de la Fiscalía General del Estado, Verónica Hernández Giadáns –tras reconocer que es prima hermana de una presunta delincuente-, o la inoperatividad del titular de la Secretaría de Seguridad Pública, Hugo Gutiérrez Maldonado que, para variar, impuso a su cuñado Samuel López Leza como encargado del despacho de la Dirección General de la Policía Ministerial. Simple y llanamente, todos se quedarán en sus puestos muy a pesar de que Veracruz haya retomado el ritmo de 6 u 8 muertos diariamente, entre ejecutados, embolsados o simplemente descuartizados arrojados en despoblados y poblados, y ahora con la modalidad de que los malosos irrumpen en los hogares y matan o se llevan a quien les viene en gana ante la indolencia de una policía Estatal y Ministerial que acordona las escenas de los crímenes con gran espectacularidad, repelen a reporteros que buscan llevar la noticia y al final no atrapan a nadie, esto a pesar de los retenes que ahora han dado en instalar con el afán de atracar cuando deberían proteger a la sociedad.
DICE EL estudio “Impunidad en homicidio doloso en México, reporte 2019”, coordinado por los investigadores Guillermo Zepeda Lecuona y Paola Jiménez Rodríguez, que los efectos de la “bajísima capacidad de investigación criminal” de las procuradurías y fiscalías de todo el País, la “erosión” de las instituciones y la corrupción magnifican la violencia homicida, pues un asesino sabe que es muy difícil que sea detenido y condenado. Otro problema, agrega, es que las áreas de investigación delincuencial de alto impacto están expuestas a la penetración y al ataque de los grupos del crimen organizado. El mismo análisis refiere que con una tasa de homicidios dolosos cuatro veces mayor que en Estados Unidos, situación que continuará a largo plazo de no revertir los altos niveles de impunidad que rodean estos crímenes cuya probabilidad de esclarecimiento es de apenas 1.3 por ciento, México es el país más violento de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Estudios recientes revelaron que en Veracruz la impunidad es de 99 por ciento, lo que explica el alto índice de criminalidad, consciente la delincuencia de que no será atrapada. Es como un juego perverso, aunque, en realidad, no existe el interés de contener a la violencia. Así las cosas. OPINA carjesus30@hotmail.com
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