CUANDO JOSÉ Alberto Mujica Cordano (Pepe Mujica para los cuates) asumió la Presidencia de la República Oriental del Uruguay, fiel a su austeridad de origen (su padre fue un pequeño estanciero que entró en quiebra poco antes de morir, en 1940, cuando Mujica tenía seis años, lo que le llevó a integrarse como guerrillero activo del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros), decidió no ocupar la residencia presidencial de Suárez y Reyes ubicada en el barrio Prado, sobre la avenida Joaquín Suárez 3773 esquina 19 de Abril, y el matrimonio –que integra con su esposa Lucía Topolansky, que en ese tiempo era Senadora y luego vicepresidenta-, decidió seguir viviendo en su chacra (pequeña finca rural dotada de vivienda y terreno para el cultivo y la crianza de animales domésticos) localizada en el Rincón del Cerro, pero tampoco convirtió en museo, cines, área cultural, ni abrió al público y, mucho menos, vendió la residencia de Suárez y Reyes (como pretende hacer Andrés Manuel López Obrador con Los Pinos), sino que decidió usarla para fines oficiales consciente de algo que debe tener en cuenta un Presidente –de la Nación que fuere-: la recepción con dignidad y decoro a sus homólogos, jefes de Estado y de Gobierno e, incluso, reyes que son los que fortalecen las economías domésticas mediante el intercambio y la inversión. Ni modo que Mújica los recibiera en su “chacra”, pues ante todo se deben cumplir algunas reglas de protocolo y urbanidad y dejar a un lado el populismo empobrecedor con el que López Obrador ha fanatizado a sus seguidores, a quienes ha hecho creer que al día siguiente de su asunción, en caso de ganar el primero de Julio las elecciones, con una varita mágica todos tendremos salario mínimo de 15 mil mensuales, casa propia, empleos, se acabará la inseguridad y pobreza y éste será un México color de rosa.
NADA MÁS falso que eso. Ni los pobres serán ricos de un día para otro, y menos sin un esfuerzo adicional y preparación académica, ni a los ricos podrá expropiarle sus fortunas para repartirlas entre los que menos tienen –algo que ni siquiera ocurrió en la posrevolución-, como tampoco se debe dar la imagen de un País tercer o cuartomundista en el concierto de las naciones, solo porque AMLO quiere parecerse a Pepe Mujica. Si no desea utilizar Los Pinos como residencia oficial, que se vaya a su departamento, lo cual implicaría, al igual que ocurrió en Uruguay, hacerle mejoras en materia de seguridad y comunicaciones, porque se olvida el tabasqueño que al ser Presidente de México –en caso de llegar-, no podrá comportarse como alcalde de cuarta o quinta, ya que México es la decimocuarta Nación más extensa del mundo y la tercera más grande de América Latina, además de ser el principal destino turístico de Latinoamérica y el octavo País más visitado del planeta, y en términos macroeconómicos, por producto interno bruto (PIB) la decimocuarta economía mundial y la undécima por Paridad del Poder Adquisitivo (PPA); además de que en la escala regional es la segunda economía de América Latina y la cuarta del continente solo por debajo de Estados Unidos, Canadá y Brasil. En suma, ante semejante Nación no podría comportarse como un pordiosero solo por agradar a una porción de población a la que mantiene engañada y fanatizada –pero que, también, tiende a seguirle la corriente en aras de explotar su fama-.
PERO NO solo cerrar Los Pinos –para parecerse a Mujica, aunque este último jamás clausuró la residencia presidencial sino que la usó para actos diplomáticos o eventos de gran envergadura, sabedor de que deseaba el engrandecimiento de su País- sería un error garrafal en México si se impone López Obrador sino, incluso, suspender la construcción del nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, sobre todo porque la República Mexicana se ha convertido en un gran destino turístico capaz de recibir anualmente a 40 millones de visitantes sin considerar los que se mueven internamente, independientemente de la enorme carga de exportación e importación que llega vía aérea en materia de salud y otros bienes de capital interés para los mexicanos. El actual embarcadero ya no es funcional, y menos con el ritmo de crecimiento de México y su importancia en el contexto mundial, y por ello, también, la ampliación de puertos como el de Veracruz. Todos aspiramos a crecer y tener una Nación de la cual nos sintamos orgullosos, al igual que ocurre cuando le hacemos mejoras a nuestra casa, y detener todo eso sería catastrófico.
NO HAY que olvidar que la economía del País está basada en el mercado libre orientado a las exportaciones, que lo mismo se realizan por mar, por aire o tierra. Ser la primera economía más grande de Hispanoamérica no es cosa simple, o la segunda de América Latina, solo por debajo de Brasil, y la tercera economía por Paridad del Poder Adquisitivo de mayor tamaño de toda América, solo después de Estados Unidos y Brasil; eso no es cosa fácil. Requiere infraestructura pero, al mismo tiempo, mostrar otro rostro al mundo, algo que López Obrador no entiende inmerso en su papel de benefactor de los pobres, esto es, en un moderno Fray Toribio de Benavente, más conocido como “Motolinía”, llamado así por los antiguos habitantes de Mesoamérica, lo cual significa “pobre” o “afligido” en náhuatl, en suma: “el que es pobre o se aflige”, pero López Obrador ni es pobre ni se aflige, sino todo lo contrario.
NO, DEFINITIVAMENTE México no merece un retroceso, no por la comodidad del futuro Presidente de México y su familia sino en aras del crecimiento, pues para nadie es secreto que en el mundo, como te ven te tratan, y todos los países tienen una residencia oficial, o al menos los más importantes (https://es.wikipedia.org/wiki/Residencia_oficial ). Los Pinos, definitivamente, no deben desaparecer, porque no solo es la residencia del Ejecutivo sino oficinas y centro de recepción de grandes personalidades que contribuyen al engrandecimiento del País. No es con medidas populistas como se debe gobernar, sino desterrando, en efecto la corrupción e impunidad, aunque en el caso de López Obrador difícilmente se logrará considerando que infinidad de personajes investigados por esas prácticas son, ahora, candidatos a Senadores o Diputados Federales y Locales, en tanto la sociedad civil, ese pueblo al que dice proteger ha sido desplazado de espacios que les corresponderían ejercer. Lo suyo es la búsqueda del poder por el poder usando a los que menos tienen, como en su momento lo hizo el PRI, PAN y PRD sin que les resolvieran sus conflictos, como tampoco sucederá con el Movimiento de Regeneración Nacional y de entrada ya se está viendo, cuando López Obrador desplaza a verdaderos genios de la economía, finanzas, seguridad, educación y otros rubros, por más de lo mismo que en su momento fueron señalados de cometer actos deshonestos.
COMO FUERA, Los Pinos deben conservarse, si no como residencia oficial, si como oficinas o instancias de recepción de invitados extranjeros donde, incluso, podrían ser hospedados, y no convertirlo por capricho de unos cuantos en complejo cultural, el cual promete ser el más grande del mundo, como propone Tatiana Clouthier, coordinadora de campaña del tabasqueño, porque México es una Nación en crecimiento, con una economía que contiene una mezcla de industrias y sistemas agrícolas modernos y antiguos, y por ello los gobiernos recientes han expandido la competencia en puertos marítimos, telecomunicaciones, generación de electricidad y distribución del gas natural para modernizar la infraestructura. Se trata de una economía orientada a las exportaciones, con un comercio exterior regulado en tratados de libre comercio (TLC) con más de 40 países, incluyendo a la Unión Europea, Japón, Israel y varias naciones de Centro y Sudamérica.
Y ES que, definitivamente, López Obrador no es Mujica, ya que este último vive desde hace décadas con gran austeridad, en una chacra en la zona de Rincón del Cerro, donde se dedica, junto con su esposa, al cultivo de flores como actividad económica, y acaso por ello, al asumir como presidente de Uruguay en vez de trasladarse a la residencia presidencial de Suárez y Reyes, el matrimonio decidió permanecer en su residencia, pero esto implicó agregarle mejoras en materia de seguridad y comunicaciones, mientras que AMLO vive, cómodamente, en su rancho de Palenque, y durante muchos años no se ha preocupado por trabajar. Así de simple. OPINA carjesus30@hotmail.com
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