EN ESTA época de acusaciones mutuas –un día sí y otro, también-, las simpatías electorales pueden variar de un lado a otro en el momento menos esperado, y quien de pronto iba en tercer sitio en preferencias ciudadanas rumbo a la presidencia o gubernaturas se coloca en segundo y el primer lugar va a la baja. Y es que cuenta mucho –en esta guerra sin cuartel- quién es quién en materia de honestidad y experiencia gubernamental- más allá de partidos, pues la sociedad sabe de antemano que Gobiernan los hombres a través de las instituciones, y no los institutos políticos. Por ello es indiscutible que quien presente al equipo más incorruptible –o menos corruptible, como le guste llamarlo- en víspera de la campaña, ganará adeptos porque la sociedad desea ser gobernada por personas de reconocida trayectoria, sin mácula de polución que lo haga, de antemano, un Javier Duarte y su pandilla en ciernes. Por ello la importancia de un buen acompañamiento que en Veracruz rompa con el estigma de la corrupción que dejó la pretérita administración de la que no tiene la culpa el PRI –porque el “tricolor” no gobernó-, sino los individuos que dejó Fidel Herrera en el poder que, para fortuna de los veracruzanos, ya están pagando su culpas, y otros más tendrán que hacerlo apenas pierdan el fuero constitucional en Septiembre, cuando se renueve la Cámara Baja del Congreso.
POR ELLO medir a todos con el mismo rasero, aduciendo que por ser priistas son corruptos, es la infamia más perversa, ya que no todos los priistas son polutos como, tampoco, todos los panistas, convergentes, perredistas e, incluso, morenistas, se mueven en la podredumbre. Los partidos políticos son integrados por hombres y mujeres provenientes de distintas formaciones y costumbres, y generalizar la norma solo cabe en mentes envilecidas ya que en todas las familias de México hay por lo menos un priista o descendiente de aquellos. El propio fundador del PAN, Manuel Gómez Morín trabajó para el hacedor del PRI, Plutarco Elías Calles, pues no hay que olvidar que como funcionario, en sus inicios, ocupó los cargos de subsecretario de Hacienda y rector de lo que sería la UNAM con Venustiano Carranza y Álvaro Obregón, y alrededor de 1927 fue representante legal de la embajada soviética en diversos asuntos. Sin duda, fue un hombre adelantado a su tiempo: se le considera un tecnócrata al estilo neoliberal en los tiempos en que dominó el grupo Sonora (Adolfo de la Huerta-Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles), formó parte del régimen siendo el arquitecto de instituciones como el Banco de México, que interesaba, realmente, al gran capital, y promotor de los acuerdos más vergonzosos con el imperialismo norteamericano (como los acuerdos Lamont-De la Huerta); Gómez Morín concibió al PAN, más que como un verdadero partido de oposición, como un medio de presión hacia la derecha de los gobiernos post cardenistas, cuyo objetivo era desmantelar las reformas progresistas de Cárdenas. En uno de los volúmenes de La Izquierda Socialista –que es el origen del PRD-, se establece que las “componendas” fueron siempre el modus operandi de Manuel Gómez Morín, puesto que como “abogado corporativo” siempre defendió los intereses privados como los del poderoso grupo Monterrey, y los de las compañías petroleras afectadas en sus intereses”, y sentencia: “admirador de dictadores, el verdadero Gómez Morín está a años luz de distancia de la imagen idílica democrática y progresista que ahora nos presentan del fundador del PAN, imagen promovida, incluso, por ignorantes personajes de izquierda. Revisando el vergonzoso origen del PAN, y el papel de su padre fundador, podremos comprender plenamente por qué el PAN jamás luchó, verdaderamente, por la anulación del fraude electoral del 2012”.
EL MISMO medio de izquierda anota en la biografía del fundador del PAN que: “con Carranza y Obregón trabaja en la Secretaría de Hacienda y como secretario de la Facultad de Jurisprudencia (antigua Facultad de Derecho). En el gobierno interino de Adolfo de la Huerta se convierte en Secretario Particular de Salvador Alvarado en la Secretaria de Hacienda; en Estados Unidos se hizo cargo de la Agencia Financiera del gobierno, en donde promueve la “imagen” de México y afirma el final de la revolución; después es nombrado Oficial Mayor de Hacienda y agente del gobierno de De la Huerta en las negociaciones con los Estados Unidos que darían como resultado los infames acuerdos Lamont-de la Huerta. Estas negociaciones, junto con las de Bucareli, volverían letra muerta las conquistas de la Constitución del 1917: dejarían intactos el control de las trasnacionales y la oligarquía sobre los recursos naturales (especialmente el petróleo y tierras) y reconocerían una deuda externa aún mayor que la de los tiempos de Don Porfirio.
Y ENFATIZA: “en el sometimiento a los intereses del imperialismo Morín no sólo fungiría como agente del gobierno mexicano sino, ante todo, como empleadillo vergonzante de los intereses yanquis. En uno de los encuentros con Lamont, Morín es corrido de la oficina del funcionario norteamericano, ya que Lamont mostró su molestia con las exigencias “excesivas” de Morín quien pedía un plazo para la presentación de un plan para el pago de impuestos por la extracción de petróleo de las compañías extranjeras; Lamont le muestra a Morín las copias de los telegramas cruzados entre De la Huerta y éste, aclarándole que las instrucciones de De la Huerta son las de negociar y no presentar “ultimátums”. Morín es retirado de las negociaciones, y finalmente se firmará un acuerdo más vergonzoso del promovido por el fundador el PAN en donde los magros impuestos que pagarían las compañías estadounidenses por el saqueo de nuestro petróleo irían íntegramente al pago de la deuda externa”.
EL PAN, por lo tanto, tiene orígenes priistas, y qué decir de MoReNa cuyo dirigente nacional, Andrés Manuel López Obrador fue dirigente Estatal del Revolucionario Institucional en Tabasco. El caso de Morín y López Obrador, como el de muchos otros, se inscribe en un hecho que no tiene desperdicio: no me das, me voy y fundo otro partido, como ocurrió con Dante Alfonso Delgado Rannauro y Convergencia, ahora Movimiento Ciudadano; Elba Esther Gordillo y Nueva Alianza, y Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz que fundaron el PRD siendo priistas, al igual que está ocurriendo con infinidad de ex priistas que ven en la fundación de un nuevo instituto –nacional o estatal- un modus vivendi y operandi, aunque se digan demócratas o defensores de la legalidad. Todo es más de lo mismo, y en ese tenor, lo que importa es el hombre y su pasado, y no su ambición desmedida. En Veracruz hay cuatro candidatos a Gobernador, pero solo dos reúnen experiencia y capacidades para serlo, el resto son improvisados y esquiroles. Así de simple…OPINA carjesus30@hotmail.com
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