Vivimos con miedo. Aunque lo neguemos, el maldito bicho nos trae apanicados. Si te duele la cabeza, te da miedo, si estornudas, piensas qué demonios ocurre, si duelen los huesos, da miedo, la temperatura, si sube, ni pensarlo. Los síntomas que hemos visto en la tele y los periódicos de cómo llega a atacar el virus maldito, tiene con miedo a la población. Los agnósticos, creen en algo. La gente se refugia en Jesucristo y en Dios, para rezar contra la pandemia, con las iglesias cerradas, para que ese mal se aleje. Uno tiene miedo de chocar con la gente, si se camina por las calles, cuando ves a alguien sin cubre bocas, lo ves como en los tiempos de la peste, cuando le huían a los infectados. Este mundo es otro. Leo el articulo ‘Miedo al otro’, del extraordinario Manuel Vicent, en El País: “En el Apocalipsis se dice que al abrirse el Séptimo Sello se hará un silencio en el cielo y siete ángeles tocarán sus trompetas de plata para anunciar el fin del mundo. No se necesita un lujo semejante. Hoy se sabe que la vida es un episodio contingente, una aventura bioquímica sin sentido en la historia de este planeta, que anteayer no existía y pasado mañana, cuando desaparezca, en la Tierra se instalará un silencio de piedra pómez y no habrá sido necesario que ningún ángel tocara la trompeta, bastó con un virus en forma de muñeco diabólico que la humanidad se fue pasando de unos a otros hasta quedar por completo exterminada. El infierno son los otros, dijo Jean Paul Sartre. Se refería a la mirada de los demás que nos penetra y nos delata. En este caso, la mirada será un virus y el terror vendrá porque quien te mate será quien más te quiera, quien te bese, quien te abrace, quien te dé la mano, quien te ceda el asiento en el metro, quien te ayude a cruzar la calle. El miedo al otro, en eso consiste el infierno que se acaba de instalar como un avance entre nosotros”.
A UN AÑO DE SU DESGRACIA
Hoy se cumple un año de que Rosario Robles, la jefa de la Sedatu, vive encarcelada por los demonios de un juez, pariente sobrino de la Dolores Padierna, que se vengó por aquel asunto de las ligas de su esposo, el pillo René Bejarano. Aún buscan venganza y hace poco la televisión argentina anunció que un juez de ese país les negó la orden de detención y extradición que México había solicitado en contra de Carlos Ahumada, el que les tendió la trampa en aquella filmación de las ligas, cuando Bejarano fue a pedir un dinero para AMLO. La venganza es un plato que se come frio, diría Kamalucas, un filósofo de mi pueblo. La esperaron y cayó. Un delito que podía llevarlo desde su casa, se convirtió en prisionera, como aquel Preso número 9, al que llevaban a enterrar. Atrás quedaron los tiempos cuando todo era sonrisa, de aquel: “No te preocupes, Rosario”, que la televisión ayer rememoró, cuando la poderosa mujer sonreía con el perdón presidencial de Peña Nieto, al lastimoso mensaje del Fiscal Gertz Manero, quien achaca la diferencia entre Lozoya y Rosario Robles, a que éste cantó como vil soplón y ella nunca se prestó a esas traiciones. Como en los tiempos del Gulag, el campo de concentración soviético. Así aquí, solo que su Gulag es la cárcel, porque las rejas no matan, cantaba Javier Solís, pero si tu maldita traición. Venga.
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