Si nos atenemos a la percepción de ese gran remolino que levanta simpatías hacia la causa del candidato de MoReNa a la presidencia de la república, deduciríamos que Andrés Manuel López Obrador será el próximo presidente de México. Sin desconocer lo obvio, en política sería temerario llegar a conclusión tan contundente con esa base, pues los factores que intervienen en un proceso electoral no funcionan solo por apreciaciones, más bien las crea, y la apreciación, entendida como simpatía, por sí misma no vota, por lo cual sin menosprecio al irrefrenable fenómeno de atracción lopezobradorista, todo queda sujeto a las estrategias y las circunstancias. Sin embargo, justo es reconocer que la percepción es un elemento dúctil que bien estimulado tiende a generar mitos.
La aritmética es ciencia exacta y cuando se aplica en política aporta elementos casi irrefutables. Aunque los eventos sociales aparentemente se repiten no son exactamente iguales debido al elevado influjo del tiempo y las circunstancias, razón por la cual no es dable compararlas, aunque destacan sus similitudes. Para explicar cómo una percepción, confundida con el rumor genera mitos partamos de la elección presidencial de 1988, cuyas características marcan el desmoronamiento histórico del sistema (de facto), de partido único.
Aún ahora el eco romántico de aquella elección repite con asombrosa ligereza el triunfo de Cuauhtémoc Cárdenas, a pesar de estadísticas inobjetables y de circunstancias esclarecedoras de lo contrario. Mucho es debido a la confusión introducida por los actores políticos, como el ex secretario de gobernación en aquellos años, Manuel Bartlett, quién en su tiempo aseguró paladinamente el triunfo de Salinas, pero ahora, cuando milita al lado de López Obrador otorga el triunfo a Cuauhtémoc Cárdenas.
En alguna ocasión, el ex presidente De la Madrid confesó que apenas empezada la recepción de los conteos surgió la preocupación por el elevado número de votos a favor de Cárdenas; era la votación en territorios más inmediatos al Distrito Federal: la
CDMX y el Estado de México, esta versión la compartió Manuel Bartlett.
En la elección presidencial de 1982, que eligió a De la Madrid, el PRI obtuvo más del 60% de la votación, excepto en la CDMX (52%), el Estado de México (59%) y Baja California (56%), pero en promedio la elección priista alcanzó el 71% de los votos para presidente. Sin embargo, en 1988 la votación priista bajó al 51%, favorable a Salinas, aunque en estados como Baja California el PRI obtuvo solo 37%; en el Distrito Federal 27%; en el Estado de México 30%; Guerrero 36%; Jalisco 43%, Guanajuato 44% etc. En el conteo general Cárdenas obtuvo el 32% de la votación total, pero fue significativa la votación a su favor en entidades como el Estado de México (52%); Michoacán (64%); Morelos (58%); Veracruz (31%) etc., Por su parte, Manuel Clouthier, el candidato del PAN, alcanzó el 17% de la votación general (Fuente: “Las Bases Políticas de la Alternancia en México”, Esperanza Palma, Universidad Autónoma Metropolitana 2004).
Para explicar estos números, porqué y de dónde surgieron, tendríamos que acudir a variables, tales como la marginación, centros de poder, estructuras partidistas, entre otras, aunque esta última por sí misma demostraría que la ausencia de estructura del Frente Democrático Nacional (FDN, no era un partido) le impidió una movilización nacional organizada, la defensa del voto incluida, y determinó que no se contara con evidencias suficientes del supuesto triunfo cardenista, que en la votación general solo obtuvo el 32% de los votos, contra el 51% del PRI.
Bartlett ahora asegura que el PAN se alió al PRI en el Congreso para realizar “el fraude”, pero olvida decir que esa fue una negociación política necesaria para la gobernabilidad, no precisamente para ocultar un fraude cuyo ámbito fue el de la “percepción” y el rumor, pero sin aportar pruebas en concreto. A cuál Bartlett creerle, ¿al que operó aquel proceso, fue Secretario de Educación y gobernador priista y entonces calló sobre este asunto, o al que aliado con López Obrador patea al Sistema que le dio vida política?
La apreciación puede crear realidades ficticias, cuyos efectos permean la mente colectiva, es tan porosa como olvidadiza porque
le entra de todo, son las influencias adquiridas por inducción subliminal. Lo comprobamos cotidianamente, más aún cuando la irreflexión es sistemática, cuando la razón está obnubilada por el enojo y la urgente necesidad de un cambio, cualquiera que este sea sin importar las consecuencias.
Pero en política todo lo posible se vale, lo podemos comprobar en Veracruz. Esta semana Reforma difundió una encuesta relativa al proceso electoral veracruzano, en ella se establece un “empate técnico” entre el candidato del PAN, Miguel Ángel Yunes Márquez y el de MoReNa, Cuitláhuac García, solo un punto los separa: “Miguel Ángel Yunes Márquez es el candidato con mayor conocimiento. En contraste, Cuitláhuac García Jiménez es desconocido por casi el 40% del electorado, pero “sus positivos superan en una proporción de 5 a 1 sus negativos”. Pero la lectura entre líneas revela incongruencias ¿Cuitláhuac García es desconocido “por casi el 40 por ciento del electorado”? ¿Pues acaso no recorrió Veracruz durante su campaña al gobierno en 2016 y consiguió más de 700 mil votos? Y si no es muy conocido ¿porqué “sus positivos superan de 5 a 1 sus negativos”, o quizás por eso? Para redondear el “sospechosismo” de esa encuesta solo faltó se apuntara que Yunes Zorrilla va en un supuesto tercer lugar porque es el menos conocido, lo cual terminaría de derrumbar ese tinglado. Cuando una encuesta despierta más preguntas que respuestas sin duda pierde substancia y todo crédito y se convierte en una prueba más de que la percepción es susceptible de sembrarse, y si el cultiva es bueno fructifica. Alfredobielmav@hotmail.com
26- mayo-2018 |
|