De Veracruz al mundo
Covid amaga plan de vida a niños huérfanos; alertan sobre impacto sicológico de perder a padres.
Avierten que los niños afectados enfrentan mayor riesgo de dejar la escuela y sufrir discriminación
Domingo 18 de Octubre de 2020
Por: Excelsior
Foto: Excélsior /
Ciudad de México.- Además de matar a uno o a sus dos padres, la pandemia también puede arrebatarle el proyecto de vida a los huérfanos que ha dejado.

Hasta ahora no existen datos sobre la magnitud del fenómeno, pero tan sólo en la Ciudad de México en los últimos dos meses, 12 menores de edad al día, en promedio, se quedaron en situación de orfandad a causa del virus SARS-CoV-2.

Más allá del impacto sicológico de su pérdida, los huérfanos por covid enfrentan mayor riesgo de abandonar la escuela, incorporarse al trabajo infantil y sufrir discriminación, advirtieron expertos consultados por Excélsior.

“La pandemia tendrá efectos generacionales mucho más profundos que sólo los impactos desde el punto de vista sanitario o material. La confrontación con la muerte supone una pérdida vital para un niño que, sin la debida contención y cuidado, puede causar traumas. La muerte para un niño conlleva la pérdida del principal referente de protección, y en muchos casos, del proveedor material para asegurar el acceso a alimentación, educación y salud”, dijo Joao Diniz, líder regional de World Vision Latinoamérica y el Caribe.

De acuerdo con Diniz, en esta región del mundo, donde los roles parentales los ejercen no sólo padres o madres, sino también abuelos, tíos y otros, el efecto de la pérdida se multiplica.

“Si una décima parte de las muertes por covid en la región estuviera asociada a personas encargadas del cuidado de un niño, estaríamos hablando de más de 40 mil niños, niñas y adolescentes cuyos futuros y proyectos de vida se ven severamente afectados”, planteó.

En el caso mexicano, al llegar a las más de 85 mil muertes por covid no se sabe aún cuántos de los fallecidos dejaron huérfanos a sus hijos.

El gobierno capitalino informó hace dos meses que había mil 313 menores en condición de orfandad por covid-19, cifra que para octubre se incrementó a dos mil 65, es decir, 752 más en sólo 61 días.

“La gran mayoría de los casos que tenemos registrados son en la Ciudad de México y en el resto del país en realidad no hay muchos datos registrados que se hayan reportado a las procuradurías de protección, salvo Sinaloa, donde son alrededor de 24 casos reportados a principios de septiembre.

“La lógica nos podría indicar que quizá deba haber más por los casos de los cuales no logramos tener conocimiento, pero los únicos datos de los que nos podemos valer son lo que nos reportan las procuradurías de protección”, reconoció Oliver Castañeda Correa, director general de Coordinación y Políticas y encargado de despacho de la Procuraduría Federal de Protección de Niñas, Niños y Adolescentes, que depende del DIF Nacional.

En agosto pasado, la Red por los Derechos de la Infancia en México (Redim) urgió a crear un directorio nacional de niños en orfandad por covid, a fin de realizar planes individualizados de restitución de derechos que les permitan continuar con sus estudios y desarrollo personal en compañía de su familia extendida.

“Seguimos sin saber cuántos menores de 18 años han quedado huérfanos a causa de la pandemia, cuál es su condición jurídica y el impacto que está teniendo para ellos esta situación. Hay poca probabilidad de que conozcamos con exactitud el número porque no es algo esté viendo la autoridad”, señaló Juan Martín Pérez García, director de la Redim.


“Lo más grave es que una muerte tan contundente como las de covid, en un contexto de pandemia y con la cantidad enorme de información que tenemos, rompe las esperanzas de cualquier persona. Por eso es importante que niños y niñas tengan acompañamiento profesional y respuestas institucionales para reducir al máximo la posibilidad de que pierdan la expectativa de un futuro y para eso necesitamos identificarlos, para lograr su permanencia en la escuela, garantizar la cobertura en salud para las enfermedades que tengan asociadas por un posible contagio, o previniendo el contagio, y para fortalecer la dinámica de la familia que acompaña ahora al niño, para que no quede en el abandono. Eso es una política pública que no vemos que exista”, agregó.

Dora Giusti, jefa de Protección del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) en México, coincidió en la necesidad de contar con un registro de los niños en situación de orfandad, que permita identificar en qué contexto de vulnerabilidades están para establecer políticas y programas acertados que tengan un impacto positivo a la situación que enfrentan.

“No se han hecho estudios ahora en contexto covid, pero existe evidencia en otros contextos que demuestra que aquellos niños que han perdido a uno o a sus dos cuidadores a veces abandonan la escuela, entran al trabajo infantil, entonces no es sólo el impacto sicológico de la pérdida y del cuidado o del vínculo emocional, sino puede haber una consecuencia en la situación económica de la familia que puede traducirse en abandono escolar y otras consecuencias. Eso sin mencionar que, si mueren los dos cuidadores y no hay familia extensa o una solución inmediata, el niño entra bajo el cuidado del Estado, a un sistema de cuidados alternativos que también tiene efectos negativos tanto a nivel sicológico como a nivel de desarrollo e inserción en la vida social en el futuro”, alertó.

ESTIGMA, EL OTRO RETO

A los huérfanos por el crimen organizado y feminicidios ahora se suman los de covid-19.

“Este tipo de orfandades son muy difíciles emocionalmente, sabemos que son epidemias que siguen creciendo. El tema del feminicidio coincide con el de covid en el hecho de que estamos notando estigma y discriminación. Las personas y familias que han tenido muertes por covid han enfrentado esta situación en sus comunidades, particularmente en el ámbito rural”, explicó Juan Martín Pérez García, director de la Red por los Derechos de la Infancia en México (Redim).

De acuerdo con el Inmujeres, entre enero y diciembre de 2019 fueron identificados por las autoridades competentes 796 casos de niños y adolescentes en condición de orfandad por feminicidio.

La Redim estima en miles los huérfanos de las, al menos, 50 mil personas asesinadas por violencia armada en el país desde el comienzo de la lucha frontal al crimen organizado.

“Hay discriminación que puede ocurrir hacia un niño que por alguna razón ha perdido a uno o los dos cuidadores. Eso se ha visto en contextos, por ejemplo, de África con el VIH. En el caso de covid sabemos que se ha estado dando también cierta situación de discriminación, es posible que también un niño viva esa experiencia si ha perdido a uno de sus padres o a ambos por covid”, coincidió Dora Giusti, jefa de Protección de Unicef México.

Datos de ONUSIDA, por ejemplo, refieren que 16.6 millones de niños en el mundo han perdido uno o ambos padres debido a enfermedades vinculadas con el sida. Se trata de niños quienes, con frecuencia, son víctimas de discriminación y tienen menos probabilidades de recibir asistencia sanitaria, educación y otros servicios esenciales.

“Este apartado de discriminación significa también el riesgo potencial de que el niño, niña o adolescente se haya contagiado de covid y sabemos que esto puede afectar pulmones u otras partes del cuerpo sin importar la edad del paciente.

“Esto requiere también de un seguimiento médico”, destacó Pérez García.

En el informe el Impacto de la pandemia de covid-19 en los derechos de la infancia en México, desafíos y oportunidades, la Redim advierte que una de las grandes preocupaciones frente al covid-19 en la niñez y la adolescencia es que la baja incidencia de la enfermedad a nivel clínico respecto a los adultos, hace invisibles a los infantes, a pesar de ser una población que tiene una alta incidencia en comorbilidades como sobrepeso y obesidad, lo que podría ponerlos en riesgo de sufrir una versión de covid-19 de forma letal.

El mayor temor, perder a un ser querido

Nueve de cada 10 niños, niñas y adolescentes expresa esa preocupación, revela la encuesta Infancias Encerradas

Que alguien de su familia se enferme o se muera a consecuencia del covid-19 es la mayor preocupación de nueve de cada diez niñas, niños y adolescentes en México.

Las respuestas brindadas en la encuesta Infancias Encerradas elaborada por la Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad de México permiten identificar miedos asociados a la familia y su entorno, al contagio por coronavirus propio o de los seres queridos y, de manera pronunciada, a la falta de dinero y la precariedad económica, que en algunos casos se expresa por el temor a pasar hambre e incluso a la muerte.

“Que mis familiares pasen hambre y que estén contagiados” es el principal temor de un niño de 13 años en Guanajuato. “Que a mi papá le dé covid por tanto salir. Que se nos acabe la paguita”, es el de una niña de 11 años, de Chiapas.

Mientras una niña de 15 años en la Ciudad de México confiesa: “Me aterra pensar que mi familia que sale a trabajar se enferme. Que mi mamá se quede sin trabajo”.

Otra capitalina de siete años responde que su miedo es: “que me enferme y no haya dinero para curarme”.

En Guanajuato, una adolescente de 14 años teme:

“Que mis familiares se queden sin trabajo y se acabe el dinero para la despensa”. Una adolescente de 16 en la Ciudad de México: “la muerte de mis seres queridos cercanos, mi contagio y mi muerte”.

Ya nada será igual: Froylan y Jan

La madrugada del 19 de mayo fue la última vez que Froylan y Jan vieron a su mamá.

Quince días antes, su tía había muerto a causa del nuevo coronavirus y su mamá ya llevaba diez días con síntomas de SARS-CoV-2, pero la noche del 18 de mayo ya no aguantó más la falta de aire y se la tuvieron que llevar al hospital.

La quisieron abrazar, pero les dijo que no, que no se despidieran de ella, porque iba a regresar con ellos, así que sólo le tocaron su hombro y le dieron ánimos.

Catorce días después, el 2 de junio, su mamá murió en el hospital.

Los hermanos Salas se enteraron hasta cinco días después del fallecimiento, cuando recibieron las cenizas de su madre.

“No es lo mismo; ya no va a ser igual”, dicen entristecidos.

TESTIMONIO
“Pensaba que los doctores habían matado a mi mamá”

Froylan Salas Vanegas / 11 años
“ Lo único que mi mamá me alcanzó a decir fue que le echara muchas ganas y que no me atrasara con los estudios. Cuando nos trajeron las cenizas pues igual que mi hermano me acerqué con ella y yo sí abracé las cenizas de mi mamá porque me llegó un sentimiento muy grande. No me lo podía creer. Al principio pensaba que los doctores habían matado a mi mamá, pero no fue así, solamente Dios sabe. Fue muy duro porque no me pude despedir de mi mamá.

Yo también me contagié, todavía siento que no estoy bien, siento como que volví a perder el apetito, ya no estoy comiendo como antes y la verdad ha de ser por lo mismo de que perdí a mi mamá. Ya no estoy como antes, como andaba al 100, andaba corriendo; ya no.

Qué más quisiera yo que mi mamá estuviera conmigo ahorita para apoyarme en estos momentos que acabo de ingresar a primero de secundaria. No estoy al 100, todavía siento una gran carga y un dolor. No sé si me voy a poder recuperar de esto y la verdad no me siento muy bien de ánimo. Lo único que sé es que desde donde esté, mi mamá me va apoyar y me va dar mucha fuerza para estar bien, continuar adelante y estar en la secundaria. Quiero que me vea triunfar en la vida.

Desearía que estuviera cuando yo me gradúe; se va a sentir un vacío cuando eso pase, porque ya nada más va a estar mi papá y no es lo mismo, porque mi mamá era muy ejemplar. Yo sí hubiera querido que no hubiera pasado nada de esto y estuviera todavía conmigo, mínimo que hubiera visto cómo me fue en la vida, que diosito hubiera querido llevársela cuando ya me hubiera graduado, que hubiera terminado por completo mis estudios.

La recuerdo como una mamá trabajadora, al pendiente de cualquier cosa. Veía por nosotros, si no teníamos dinero para la escuela, para el recreo, para comprarnos algo; veía el modo de sacar dinero, de estar al pendiente en cualquier momento. Siempre en las juntas de calificaciones se hacía mucho tiempo para estar con nosotros y dedicarnos tiempo. Si tenía mucho quehacer se apuraba, terminaba y estaba con nosotros. Era lo mejor porque para mí, mi mamá era como una amiga, una mujer trabajadora, una mujer ejemplar que solamente Dios supo por qué se llevó. Ahorita además con todo esto de que mis papás estuvieron hospitalizados gastaron mucho en medicinas, terapias y todavía mi papá debe dinero. Me preocupa que no podamos terminar de pagar esas deudas, creo que vamos a necesitar de alguna beca y un celular, tablet o computadora, más que nada para continuar nuestros estudios en línea.

Sé que hay varios niños que están pasando por una situación como la nuestra y lo único que les puedo decir es que le echen ganas y no se desesperen, no se depriman, porque lo que sus mamás hubieran querido es que siguieran adelante y que en el futuro sean ejemplares.

TESTIMONIO
“Nos dijeron cinco días después que ya había fallecido mi mamá”

Jan Salas Vanegas / 15 años
“Desafortunadamente no pudimos hablar con ella en videollamada; la única vez fue al otro día que la internaron, pero nada más fueron tres o cuatro minutos porque los doctores le estaban diciendo que no podía hablar, para que no se pusiera mala. Entonces desde que se internó ya no supimos más de ella, ya no tuvimos la oportunidad de volver a verla, saludarla y decirle que le siguiera echando ganas para que estuviera con nosotros.

Fue muy duro porque no tuvimos la posibilidad de despedirnos de ella, ya que a nosotros nos dijeron cinco días después de que había fallecido mi mamá, nada más cuando trajeron las cenizas. Sí me acerqué a ella, empecé a llorar porque no podía creer que ella, mi mamá, había fallecido. ¿Por qué pasó eso? Fue muy feo.

Nos va a afectar mucho, aunque vayamos saliendo adelante, poco a poco, porque si en algún momento nos llegáramos, por ejemplo, a casar mi hermano o yo, se va a sentir feo porque en el momento solamente va a estar mi papá y no va a ser igual. Ella también nos decía que el día de mañana que nos llegáramos a juntar iba a querer a su nuera como una de sus hijas. Luego se me vienen cosas así a la cabeza, que cuando tenga yo una esposa o tenga unos hijos y vaya a bautizarlos o hacerles su cumpleaños y me pregunten quién era su abuelita o quién era, en el caso de mi esposa, su suegra, sí se va a sentir muy feo.

Cuando también termine yo de salir de la prepa, y en su momento de la universidad, también se va a sentir feo que ya nada más va a estar mi papá, ya no va a estar mi mamá con nosotros.

Fue una gran amiga que estuvo en las buenas y en las malas, nos decía que nos amaba y nos daba consejos muy bonitos para que le siguiéramos echando ganas a los estudios y tuviéramos una carrera para que no estuviéramos sufriendo. Todavía apenas salimos al patio y me dijo que si le echaba yo ganas a los estudios, ella me iba a dar un pedacito de terreno. Yo la recuerdo como una mamá muy al pendiente de nosotros y va ser muy difícil olvidar todos esos buenos momentos que pasamos con ella.

Hasta ahorita aquí no se nos ha dado en el pueblo, en el municipio, ningún apoyo económico. No hemos recibido ni despensas ni nada de eso. La terapia sicológica nos la han dado por parte de su trabajo de mi papá, un chavo muy buena onda; él nos ha ayudado también para salir poco a poco de esto que pasamos, más a mi hermano, que es al que le está costando un poco más de trabajo.

Pienso que quienes quedamos huérfanos necesitamos becas más que nada porque hay algunos papás que no tienen un buen trabajo y tienen que pedir dinero con los familiares. Ahorita por las clases que son en línea se tiene que requerir de una computadora, un celular y a veces no hay ese dinero para comprar todo, entonces a mí me gustaría que nos apoyaran, pues lo importante es que no estemos sufriendo más de lo que ya pasamos.

TESTIMONIO
Quedó pendiente ir con su papá a la lucha libre

Óscar Uriel / 18 años
La vida de María Luisa Catin dio un giro de 180 grados en los últimos meses. La oriunda de Tultepec, Estado de México, se enteró en febrero de algo que creía imposible a sus 44 años: tenía ya seis meses de embarazo, su hijo menor nacería con 18 años de diferencia con respecto a su hijo mayor. María Luisa prefiere guardar la fecha exacta del nacimiento de su bebé, que ocurrió entre finales de abril y principios de mayo. A menos de un mes del alumbramiento, el papá de Gabriel, Jesús Armando Castillo Herrera, fue una víctima más de la enfermedad covid-19 en México.

“Se murió el sostén de mi casa”, dice María Luisa con la voz entrecortada. “Mi esposo me dijo que se sentía algo mal, pero nunca me dijo ‘me siento así, tengo temperatura’. Quizá lo hizo por no preocuparme, a lo mejor pensó que rápido iba a pesar, que nada más era una simple gripa”.

María Luisa cree que el contagio de Armando fue en el hospital, a donde iba a esperar informes de ella y su bebé. El pequeño Gabriel tuvo que internarse a los pocos días de haber llegado al mundo, pues nació con paladar hendido y a raíz de no poder tomar el pecho materno se deshidrató. Antes de que dieran a Gabriel de alta, su papá inició con los síntomas.

“No me pude despedir, ni verlo por última vez, porque me dijeron ‘tienes que pensar en tus hijos, tienes que ponerte tú bien; ni modo, él ya no está y tienes que seguir, tienes que cuidarte mucho, porque ahora son dos los que dependen de ti’”. María Luisa no puede contener el llanto.

Hasta el día de la muerte de su esposo, María Luisa se dedicaba de tiempo completo al hogar. Con los ahorros que tenía en pareja con Armando, invirtió en un negocio de venta de frutas y verduras. “Tengo que menearme por ellos, porque son dos los que necesitan de mí, más ahorita pues mi bebé es un caso especial”.

Aunque Gabriel no guardará recuerdos propios de su padre, cuando crezca María Luisa le contará lo feliz que fue Armando al enterarse de su llegada, de los cuidados que tuvieron para que ella no enfermara durante el embarazo (después del contagio de Armando, ella también tuvo síntomas, así como su hijo mayor).

“Le vamos a inculcar el cariño, sobre todo el deseo que tenía de ser nuevamente papá, era un hombre muy trabajador, con muchos sueños, muchas metas. Como le dije a mi hijo: a lo mejor no te puedo llenar ese vacío, pero vamos a tratar de salir adelante. Vas a ver, primeramente Dios, nos tenemos ahora los tres”.

María Luisa ve cuesta arriba el reto económico que será mantener a sus dos hijos y al mismo tiempo estar al pendiente de la salud de Gabriel. “Hay niños o jóvenes que llegan incluso a dejar la escuela para ayudar a sus abuelos, para ayudar a sus hermanos pequeños, entonces sí me gustaría que hubiera un apoyo más que nada para esos jóvenes que todavía desean seguir estudiando”.

Pensó dejar la escuela

Óscar Uriel es el hijo mayor de María Luisa y Jesús Armando; este 2020 cumplió 18 años. En septiembre le notificaron que había sido aceptado en la licenciatura de Derecho Internacional de la Universidad Autónoma del Estado de México, plantel Cuautitlán Izcalli. Al morir su papá, pensó en abandonar sus estudios.

“Para poder ayudar a mi mamá, aunque tengo a mis tíos que se ofrecieron a ayudarme económicamente para no dejar la escuela, pero yo tenía cómo esa creencia de que, si la hago por mí mismo, ayudaría mejor a mi mamá, yo sé lo que necesita y lo que hace falta en la casa”.

Su mamá le dijo que él se siguiera concentrando en sus estudios, que ella vería como lo sacaría a él y a su hermano adelante. La laptop donde Uriel toma sus clases se descompuso. Una vez más, sus familiares lo apoyaron.

“Mi tío me presta su computadora, pero no sólo la ocupo yo, tengo otro sobrino que también cursa la primaria en línea; la ocupamos varias personas”.

Uriel estuvo cerca de su papá cuando enfermó. A él fue a quien le dijo que se iría a hospitalizar. Esa fue la última vez que Uriel vio a su papá.

“La relación con mi papá era muy buena, era con la persona con la que mejor me llevaba, no sé. Mi mamá también, pero llevarse pesado era con él; nos entendíamos totalmente, teníamos los mismos gustos en música, futbol y varias cosas”.

El joven dice que ha procesado bien su duelo y no dejará de transmitirle a su hermano recién nacido, Gabriel, las enseñanzas de su papá y de hacer uno de los planes que dejaron pendientes: ir a una función de lucha libre.

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